(dpa) – Una tortuga de mar verde levanta lentamente su cabeza de las aguas poco profundas. Permanece inerte en una piscina de azulejos y apenas se mueve.
El gran animal con su poderoso caparazón está herido. Quedó atrapado en una red de pesca en el océano frente a Bali y parte de su aleta delantera izquierda tuvo que ser amputada. Ahora le toca recuperarse y recobrar fuerzas.
El reptil no está solo: en una docena de tanques del Centro de Educación y Conservación de Tortugas (TCEC), otras tortugas marinas se recuperan de heridas causadas por objetos artificiales en su hábitat natural. Por ejemplo, hélices de barco, anzuelos y redes de pesca.
Pero este no es el único problema al que se enfrentan estos animales primitivos en la isla de vacaciones de Indonesia.
Bali es conocida como la isla de los dioses. Los habitantes practican su propio tipo de hinduismo con rituales especiales y las ofrendas de arroz, flores, fruta e incienso aromático son omnipresentes.
Menos conocido es que las tortugas marinas son una parte importante de las ceremonias religiosas y debieron morir por los dioses. Esto se debe a que estos animales en peligro de extinción, que habitan el planeta desde hace 150 millones de años, desempeñan un papel fundamental en la mitología hindú.
Durante los rituales, las tortugas eran degolladas vivas y las partes de sus cuerpos enterradas en los cimientos de los templos.
El hecho de que hoy en día ya no se pesquen especímenes en el mar para estas prácticas y de que los animales proporcionados para la ceremonia ahora casi siempre permanezcan vivos se debe principalmente al TCEC.
Desde 2006, el centro de la pequeña isla de Serangan, conectada a Bali por una presa, atiende a animales heridos que son rehabilitados aquí. Pero, sobre todo, ha conseguido sensibilizar a la población y a los turistas sobre estos animales.
«Las tortugas marinas están bajo distintos tipos de amenazas», afirma Eddy Wayan, que colabora como voluntario en el centro desde 2009.
«Se cazan sobre todo por su carne, con la que se preparan sopas, kebabs y lawar, un plato típico a base de verduras, especias y carne», explica este hombre de 40 años.
Pero los caparazones, en particular de las tortugas carey, también se utilizan para fabricar souvenirs, como joyas, gafas de sol, instrumentos musicales, peines, botones o fundas para smartphones.
Además, las hélices de los botes y los anzuelos suelen causar heridas graves a estos reptiles que, si tienen suerte, son hallados y llevados al TCEC.
«Tenemos una línea telefónica 24 horas, en la que nos pueden informar sobre animales heridos y su ubicación», dice Wayan, con una amorosa mirada a uno de sus «pacientes», que saca la cabeza del agua hacia él.
El centro cuida a tres de las siete especies que aún existen: tortuga verde, tortuga carey y tortuga golfina. En sus tanques encuentran descanso y se recuperan, controladas regularmente por un veterinario.
A algunas les faltan partes enteras del caparazón debido a accidentes en el océano. A otras tuvieron que extirparles los extremos de las aletas heridas. Otros animales han muerto por comer plástico.
Hasta hace unos años, Serangan era el centro del comercio ilegal de tortugas. Ida Bagus Windia Adnyana, más conocido por su apodo Gus Win, ha contribuido en gran medida a que esto ya no sea así.
Este veterinario, de 57 años, es profesor de medicina veterinaria en Denpasar, la capital balinesa, e imparte regularmente cursos de formación sobre la gestión de la conservación de las tortugas marinas.
Desde finales de la década de 1990, Gus Win trabajó para WWF Indonesia, donde dirigió hasta 2015 la campaña de protección de las tortugas marinas para acabar con el comercio ilegal de estos animales, especialmente en Bali. El TCEC se creó con este fin.
«El centro aprovecha el potencial de la educación, el ecoturismo, la conservación y la investigación para dar a las tortugas en peligro otra oportunidad en Serangan», afirma. Clases enteras vienen de las escuelas a aprender sobre los animales.
Mientras tanto, los resultados son impresionantes. El comercio ilegal de tortugas marinas ha disminuido considerablemente en Bali, y la mayoría de los balineses sabe ahora que las tortugas no deben consumirse.
El punto especialmente importante es que el TCEC proporciona tortugas para determinados rituales en consulta con sacerdotes hindúes. Todo está estrictamente regulado, y los animales no deben morir en el proceso.
El TCEC también dispone de una zona separada para los huevos de tortuga rescatados de las playas, donde las crías pueden eclosionar con seguridad. Al cabo de unos días, se liberan en el mar.
El centro se financia mediante donaciones. Los visitantes pueden «adoptar» simbólicamente una cría de tortuga por unos pocos euros y liberarla en la naturaleza. «Pero muchas no sobreviven, hay muchos enemigos naturales, como peces depredadores», explica Wayan.
Todos los demás pacientes acorazados también regresan al mar cuando vuelven a estar lo bastante fuertes, lo que literalmente es tarea pesada para los ayudantes.
«Hacen falta cinco o seis hombres fuertes para levantar un ejemplar» dice Wayan. Una tortuga verde adulta puede pesar unos 180 kilogramos.
Las tortugas marinas se denominan «especies clave». Gus Win subraya que si se elimina una especie clave de un hábitat, se altera el orden natural.
Las tortugas carey, por ejemplo, ayudan a los arrecifes comiéndose las esponjas que compiten con los corales por el espacio. Cuando anidan, las tortugas marinas ayudan a las playas porque los nutrientes que dejan los huevos y las crías que no sobreviven son importantes para la vegetación costera. Y las propias crías son alimento para muchos peces y aves.
«Todos los animales son especiales, pero la tortuga marina es el único animal del mundo que conecta el océano abierto con la tierra», señala Gus Win.
«Estos animales desempeñan un papel importante porque todo en el mundo está conectado. Océanos sanos necesitan tortugas marinas», afirma el experto.
Por Carola Frentzen (dpa)