(dpa) – Un viaje por Arabia Saudí suena bastante a aventura. El periodista y escritor Stephan Orth recorrió el reino durante nueve semanas. Como «couchsurfer» (*) en casa de locales, tuvo un acceso especial a las personas y experimentó la vida en una nación en pleno cambio. Pero parece que no todo será para mejor.
dpa: ¿Qué te atrajo tanto de Arabia Saudí?
Stephan Orth: Me interesó el cambio, porque justo en los últimos tres años bajo Mohamed bin Salman, el actual príncipe heredero, pasaron una cantidad de cosas increíbles. Está teniendo lugar una modernización masiva, pero que también tiene sus límites. En mi viaje quería descubrir qué parte era puro show y qué una reforma real.
dpa: ¿Dónde viste que este proceso va en serio y dónde sirve más a la propaganda estatal?
Orth: Se invierte mucho dinero en el turismo y se está realizando un programa de entretenimiento por miles de millones de dólares, con conciertos de los mayores astros. Yo estuve en un festival electrónico con cientos de miles de asistentes en el desierto, donde hombres y mujeres bailaban y David Guetta era el disc jockey.
Siempre tuve la sensación de que las personas jóvenes no saben muy bien dónde están los límites, qué está permitido y qué no. Porque de repente son posibles cosas que por razones religiosas estaban totalmente prohibidos hace dos o tres años. Y porque a veces las reglas dentro de la familia son más estrictas que las estatales.
dpa: ¿Qué sigue siendo tabú?
Orth: Ni bien se trata de más sociedad civil y democracia, de una posible reducción del poder de la casa real, se termina lo de las reformas. Hablé con un empleado de la organización de derechos humanos ALQST que opinaba que actualmente es más peligroso manifestar críticas a los gobernantes que hace cinco o diez años. Se procede con gran brutalidad contra los críticos, como se vio con el asesinato del periodista Jamal Khashoggi o la larga pena de prisión impuesta al bloguero Raif Badawi.
dpa: ¿Podías moverte libremente como turista por el país o eras controlado de alguna manera por el Estado?
Orth: En general, era libre y podía viajar a donde quisiera, como quisiera. Para algunos lugares, hace falta una especie de registro, por ejemplo, para la Ciudad Económica Rey Abdalá en Yida. Es un proyecto de ciudad de construcción nueva, una ciudad satélite. Ahí todos necesitan un permiso, pero que se puede conseguir sin problemas. Como sea, no me sentí observado ni perseguido de viaje.
dpa: ¿Cómo te recibieron las personas en el país?
Orth: De manera cordial y hospitalaria. Constantemente me invitaban a tomar café, té con dátiles. Al mismo tiempo, me topé con que la gente está muy entusiasmada con las redes sociales. Muchas veces ya en el saludo me ponían el móvil en la cara y me filmaban para Snapchat y Instagram. Nunca en un viaje me había sentido tanto el centro de atención. De profesión, soy un recopilador de historias, pero aquí yo mismo me convertí en una historia.
dpa: ¿Qué cliché sobre Arabia Saudí es el menos atinado?
Orth: El cliché de que es un país no hospitalario, en el que uno se siente constantemente en peligro. En la cotidianidad del viaje, por ejemplo, no se tiene la sensación de que se puede sufrir un atraco. Seguramente tiene un efecto disuasorio el hecho de que, según la ley de la sharia, a los ladrones se les cortan las manos.
dpa: ¿Y qué prejuicio pudiste confirmar?
Orth: Arabia Saudí es uno de los países más religiosos que he visto jamás en mis viajes. Hay unas 94.000 mezquitas en el país de 34 millones de habitantes. Los cinco horarios de oración son respetados consecuentemente por la mayoría. La religión tiene un papel central en la vida cotidiana y en el pensamiento de las personas.
No tuve ni una sola conversación en la que alguien haya criticado al islam. Uno se siente en un papel especial en el mundo islámico, debido a los centros espirituales del islam Meca y Medina.
dpa: Fuiste un pionero en materia de turismo en Arabia Saudí, con un acceso especial. En tu experiencia, ¿para qué tipo de viajeros vale la pena hacer esta experiencia?
Orth: Son espectaculares las excursiones al desierto. En el este está el Rub al Jali, uno de los mayores y menos explorados desiertos del mundo. Pero allí sí o sí hay que ir con otras personas que conozcan el lugar, porque ya hubo casos de vehículos todoterreno desaparecidos.
En el oeste, está la antigua ciudad saudita de Hegra, que es una de las principales atracciones del país con sus tumbas monumentales y que puede perfectamente competir con Petra en Jordania. Por otro lado, sí me parece que hay que plantearse si está bien pasar en Arabia Saudí unas vacaciones de cinco estrellas, si eso nos parece correcto en vistas de que gobierna una dictadura. Yo no me puedo imaginar pasar allí unas vacaciones para relajarme.
Stephan Orth, nacido en 1979, es periodista freelance y escritor. Ya publicó numerosas guías de viaje sobre «couchsurfing» en Irán, Rusia y China.
Por Philip Laage (dpa)