Abadán (sur de Irán, frontera con Irak), 19 mar (EFE).- Con la cara lavada y cubiertas con un chador negro ellas y con ropas humildes y descalzos ellos, miles de iraníes peregrinan antes del Nouruz (el año nuevo persa) a los campos de batalla que fueron escenario de la guerra entre Irán e Irak (1980-1988).
La exaltación de los mártires y la evocación de su recuerdo es máxima estos días en el sur y este de Irán, donde cientos de personas viajan para honrar la memoria de sus muertos.
Enormes carteles con fotos de los mártires, banderines en señal de duelo, eslóganes islámicos y nacionalistas e imágenes de los ayatolás Ruholá Jomeiní y Alí Jameneí adornan por doquier los principales lugares de peregrinación, donde cientos de autobuses llevan a los fieles de un lugar a otro en un duelo que parece no tener fin.
El cuerpo de Voluntarios Islámicos Basiyi y la empresa de viajes estatal «Raahian Nour» (Camino de la Luz) organizan para los visitantes el transporte, alojamiento en albergues y actividades, todas ellas enfocadas a la sublimación del martirio y los valores islámicos.
«Vamos descalzos porque esta tierra es sagrada. Aquí se vertió la sangre de nuestros mártires y caminamos sin zapatos en señal de respeto», explica a Efe sonriente el estudiante basij Mohamed Karimí.
Algunos visten uniformes militares, aunque no lo sean, o cubren sus coches de barro, en recuerdo del camuflaje de los caídos en una lucha que se llevó por delante entre 1980 y 1988 a cerca de un millón de personas de ambos bandos.
«La guerra es un lugar de oscuridad, sin embargo, los mártires son para nosotros la luz. Una luz que nos guía y nos ayuda a ser mejores», comenta el veterano Hadi Huseini.
Para él, volver a la localidad de Shalamcheh, uno de los principales campos de combate, en el que luchó y donde cayeron miles de sus compañeros, no produce tristeza sino, muy al contrario, alegría y orgullo.
«Es importante para nosotros volver aquí, recordarlos y tener buenos sentimientos hacia ellos. Nos ayuda a crecer», señala, al tiempo que explica que, para el islam, los mártires no están muertos, sino que «están vivos y señalan el camino a seguir».
Ahora bien, seguir ese camino, aclara rápidamente, no quiere decir ir a la guerra, sino defender los ideales propios y, sobre todo, la Revolución Islámica y sus principios y valores.
En Shalamcheh, entre restos de tanques y vehículos armados, trincheras y alambre de espinos que acota campos de minas, pasean parejas de recién casados, familias con niños o grupos de estudiantes o vecinos, todos ellos religiosos y vestidos de luto.
Algunos se sientan en grupos alrededor de veteranos con micrófono que relatar las operaciones con las que lograron evitar la ocupación iraquí de Irán, poniendo siempre énfasis en el valor y la valía de los que perdieron su vida.
Otros se aislan y rezan en silencio en el solitario paraje.
De fondo, suena música religiosa y de duelo.
Otro punto en la ruta de exaltación del martirio es en el río Arvand (o Chatt al Arab) que 30.000 soldados iraníes atravesaron en febrero 1986 para capturar la península Fao, única salida de Irak al Golfo Pérsico, un golpe estratégico que inclinó la contienda a favor de Teherán.
Más de 80.000 hombres de ambos bandos murieron en una guerra de trincheras en esa zona pantanosa, donde hoy se conservan restos de carros armados y se levanta una mezquita.
El comandante Aliasjare Golampur, piloto de helicóptero Cobra de 63 años que participó en la ofensiva, asegura a Efe que derribó cuatro aviones Mig iraquíes y explica que los peregrinos que hoy visitan el lugar vienen para «sentir lo mismo que sentimos durante la lucha».
Los mensajes de quienes atienen a los visitantes no se ceban con el enemigo, entre otras cosas porque no culpan directamente a Irak de la que fue la guerra más larga del siglo XX, sino a «las potencias occidentales que lo impulsaron y apoyaron: Estados Unidos y varios países europeos», dice el militar.
El cementerio de Jubeizé, donde reposan los restos de 72 mártires, es otra de las paradas obligadas en el tour espiritual.
Ali Yusefi, uno de los guías, explica que «EEUU trata de convencer a los estudiantes para que se alejen de los mártires, pero con estos viajes les explicamos quienes eran para que sigan su camino. Eso no significa ir a la guerra, sino seguir el liderazgo y obedecer en todo a (el líder supremo) Alí Jameneí».
El líder animó recientemente a la población mantener «la tradición del peregrinaje y el conocimiento» porque «el olvido y la distorsión son dos grandes peligros», y llamó a profesores y militares a «transmitir la épica» de la aquí denominada «sagrada defensa» o «guerra impuesta».
Entre otras actividades que Jameneí anima a realizar estos días están ver películas sobre la contienda, y leer las cartas y testamentos de los mártires, para entender mejor su «gran sacrificio», un plan muy alejado de las celebraciones y fuegos artificiales a los que la población menos religiosa se entrega estos días de celebración por la llegada el viernes del año nuevo.
Por Ana Cárdenes