Berlín, 1 nov (dpa) – Después de criticar las escuchas masivas del régimen comunista de Alemania oriental, Alemania occidental dio en 1989 la bienvenida a los ex ciudadanos de la República Democrática Alemana al país de las libertades cívicas. ¿Es posible que ahora, en la Alemania unificada, el gobierno de Angela Merkel permita que sus servicios de inteligencia vigilen a políticos de izquierda?
Sí. Y no sólo eso. Los monitoreados son diputados. Y pertenecen a La Izquierda, la fuerza que surgió de lo que era el antiguo partido único de la RDA, tal como confirmó el gobierno ya en 2003.
En octubre de 2013, diez años después, la Corte Suprema sentenció que la inteligencia debe poner fin a esa práctica salvo en casos excepcionales. Pero el Ministerio del Interior aún no ha dado oficialmente marcha atrás.
Los principales «observados», tal el término que prefiere utilizar el gobierno, son miembros de La Izquierda. No es una facción política menor: fue la tercera fuerza más votada en las elecciones generales de septiembre -con un 8,6 por ciento superó a Los Verdes-, y en el próximo Parlamento será la principal línea opositora al ocupar 64 de las 630 bancas. Hace poco el ministro del Interior, Hans-Peter Friedrich, declaró que creía necesario continuar «observando» a algunos de sus diputados por estar vinculados a «corrientes extremistas».
Entre los seis movimientos de extrema izquierda catalogados como inconstitucionales están la Plataforma Comunista, la Izquierda Anticapitalista y la iniciativa Cuba Sí.
La primera indica en su web que trabaja por preservar y desarollar las ideas marxistas para mejorar las condiciones de vida de los menos beneficiados. La última, como indica su nombre, reivindica «el régimen socialista de Cuba» y hace de la «solidaridad material» con la isla una de sus principales banderas.
¿En qué consisten sus actividades antidemocráticas? La definición no es precisa. «Der Spiegel», citando un informe confidencial de los servicios secretos nacionales, señalaba que el hecho de que los diputados intentaran pactar con movimientos extraparlamentarios o exigieran la estatalización de empresas energéticas ya era visto como una actividad que iba en contra de la democracia. También se consideraba problemática la relación con el partido kurdo proscrito PKK.
La publicación aseguraba que 25 parlamentarios estaban siendo observados bajo la sospecha de pertenecer a este tipo de movimientos.
Lo tristemente paradójico es que todos ellos pertenecen a una fracción mayormente respaldada por las regiones de la antigua Alemania del Este. Es decir: los ciudadanos que antiguamente eran espiados votaron en 2013, en el contexto de un nuevo régimen político y financiero, a una agrupación que a su vez está siendo monitoreada.
Desde el gobierno siempre se destacó que la «observación» de políticos no recurría a «métodos de inteligencia» y que se limitaba «a analizar fuentes de público acceso», según palabras del ministro del Interior.
Pero, tal como apuntó la Corte Suprema este año, aunque no se haga más que recabar información, la estrategia podría socavar los fundamentos democráticos. «La recopilación sistemática de datos y su análisis podría influir en el comportamiento de los votantes», advirtió la máxima instancia judicial hace pocas semanas, a raíz de la demanda presentada por uno de los parlamentarios de izquierda que estaba siendo «observado» desde 1986.
En su fallo de octubre de 2013, la Corte Suprema decidió prohibir la continuidad de estas prácticas, a excepción de casos puntuales en los que «existan indicios de que el congresista abusa de su mandato para luchar contra los fundamentos libres de la democracia o para combatirlos activa y agresivamente».
No obstante, y pese a que la noticia de la observación de parlamentarios desató una ola de indignación en los principales partidos a nivel nacional, el Ministerio del Interior aún no ha puesto final oficial al seguimiento de políticos.
Tal es así que este martes La Izquierda amenazó con presentar una ola de demandas si no se anuncia la suspensión inmediata del seguimiento de sus miembros. Antiguamente, cuando existían las dos Alemanias divididas por un muro, era común hacer callar a los anticapitalistas diciendo: «Si no te gusta, crúzate al otro lado». La frase era toda una muletilla.
Hoy en día esa posibilidad ya no existe. Queda entonces por ver qué tipo de diálogo democrático propone hoy la unificada República Federal.
Por Florencia Martin