(dpa) – Se nos pasa una fecha de entrega; no nos sale tan bien la presentación; o hacemos absolutamente todo lo que podemos por ganar una licitación y el proyecto se cae… ¡cuánto podemos frustrarnos en el trabajo! ¡Y qué impacto pueden llegar a tener estas cuestiones en nuestra autoestima! ¿Cuál es el mejor modo de manejar estas cuestiones?
«De los errores se aprende». Llevarlo a la realidad no es nada fácil, pero es cierto que podemos aprender hasta de las frustraciones más pequeñas. Consultamos a un asesor de ejecutivos, Ben Schulz, sobre cómo lidiar con estos aspectos.
Pregunta: Señor Schulz, ¿qué es el fracaso?
Rta: No se puede dar una definición general. Depende mucho de cada uno. Hay personas que entienden un traspié como un gran fracaso y otras que no.
Pregunta: ¿Qué tipo de personas son las que se toman un error pequeño como un fracaso personal?
Rta: Suelen ser personas que se ponen mucha expectativa. En psicología se dice que todos tenemos un motor que nos impulsa y ciertos dogmas. Si tengo como motor el «debo ser fuerte», seguramente reaccionaré de un modo más susceptible si fallo. Para los perfeccionistas, los errores son inadmisibles.
Pregunta: ¿De qué modo impacta esto en la práctica?
Rta: Cuanto más pienso así, peor es mi forma de reaccionar ante los errores. En muchas empresas se habla de «la cultura del error», y consiste en saber dónde están los límites, qué se «perdona» y qué no y qué dispara una situación de estrés. Es muy útil saber cuál es «la cultura del error» que tiene cada uno, más allá de cómo se manejan estos temas en la sección en la que uno trabaja.
Pregunta: ¿Pero es malo ser perfeccionista? ¿No tiene un costado positivo?
Rta: Depende del trabajo y de qué lado del mostrador estés. Si eres empleador, por supuesto que querrás contratar a un contador perfeccionista. Más vale no tener a alguien que se tome las cosas con mucha liviandad.
Pregunta: ¿Hay grupos que son más vulnerables a sufrir con los errores que otros?
Rta: A nadie le gusta fracasar. Uno vive cierta presión social que lleva a que nos tomemos muy a mal los fracasos, sobre todo los hombres. Si uno pierde el trabajo, suele sentirse pésimo, no sólo por el trabajo en sí, sino también porque no cumple con su papel de ser quien alimenta a la familia. Al menos esa división tradicional del trabajo sigue existiendo en muchas concepciones, más allá de la búsqueda de la igualdad de género. Y esos estereotipos anticuados llevan a que muchos hombres sientan «la debilidad» como un gran problema.
Pregunta: Me recuerda a la frase «los hombres no lloran».
Rta: Exactamente. Se dice muy rápido, sin pensar que esconden estereotipos de masculinidad.
Pregunta: ¿Cómo es la situación inversa, si no me tomo nada a pecho los errores?
Rta: Eso también es muy individual. Hay personas a las que les da igual el reconocimiento de los demás y metabolizan muy rápidamente lo que para otros sería una catástrofe. En cambio, también hay otras personas que le tienen tanto miedo al fracaso y de ese modo se obstaculizan y lo único que logran es no aprender.
Pregunta: ¿Se puede entrenar un modo de «fracasar bien»?
Rta: Todo se puede aprender cuando uno está dispuesto a hacerlo. Es una cuestión de personalidad. Ante todo, hay que conocerse a sí mismo y elegir lo que vaya mejor con uno. Si uno no tiene un buen manejo de los fracasos, no debería meterse en un trabajo en el que las cosas no siempre salgan bien, como ser start-ups, por ejemplo. Hay personas que no sobrellevan esas situaciones ni medio año.
Por Tobias Hanraths (dpa)
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