Moscú (dpa) – El joven apicultor Mijáil Aleksandrov está alarmado por la muerte de millones abejas en Rusia, algo que lo afectó a él personalmente, y que en el país más grande del mundo es un grave problema.
El Gobierno ruso estima que hasta finales de julio murieron más de 39.600 panales, un 1,5 por ciento de las que hay en todo el país, lo que equivale a miles de millones de estos insectos.
«Las estadísticas no oficiales reflejan cifras todavía mayores», dice Yelena Saltikova, del Instituto de Bioquímica y Genética. «La muerte de cada colonia de abejas es una gran tragedia» para los apicultores, indica, recalcando que a menudo se trata no solo de un ingreso adicional, sino el único ingreso para muchas familias.
Aleksandrov lleva casi diez años criando abejas. Le quedan 30 panales con más de 600.000 insectos. Aplica tratamientos protectores varias veces al año a sus colmenas, dice este joven de 22 años, para combatir plagas como la del el ácaro Varroa, una de las causas de mayor mortalidad entre las abejas.
Este ácaro produce la parálisis de los animales y la muerte de las larvas. Se trata de una de las varias causas de mortalidad que afecta a las abejas en todo el mundo. El tema suscita una atención enorme, sobre todo desde la publicación de la novela «La historia de las abejas» de la escritora noruega Maja Lunde.
Otto Boecking, del Instituto de Investigación de las Abejas de Celle, en el Norte de Alemania, propone un enfoque diferente. «El nombre ‘abeja’ se limita a menudo a la abeja melífera, pero solo en Alemania hay otras 560 especies de abejas silvestres, que son importantes para la polinización pero no producen miel», asegura.
Boecking explica que en Alemania, la pérdida de abejas melíferas se produce en invierno, algo que se puede atribuir principalmente a enfermedades como la producida por el ácaro Varroa. Pero en verano se ven afectadas tanto las abejas melíferas como las silvestres, y responsabiliza al «uso incorrecto de agentes fitosanitarios».
Los apicultores rusos también ven la agricultura como una gran amenaza, sobre todo por el uso de pesticidas. «De mis 40 colonias de abejas, solo sobreviven el 30 por ciento», se lamenta un apicultor de la región de Riazán, al sudeste de Moscú.
«Se dice que este año se utilizó una dosis muy alta de un nuevo pesticida que lo mata todo», dijo a diversos medios de comunicación de la región.
«El problema es que no producimos nuestros propios pesticidas», explica la bióloga Saltikova. La mayoría vienen del extranjero. «Aquí no tenemos controles exhaustivos», asegura. «Las regiones meridionales y del centro de Rusia son las que más sufrieron, y se trata de zonas de agricultura intensiva», agrega Saltikova.
«Nos avisan cuando empiezan a rociar los campos», indica, por su parte, Vladimir Kortashev, de Vladivostok, en el extremo oriental de Rusia. Se llevan a las abejas, «sino, morirían», dice en la feria de la miel de Moscú, donde se reúnen apicultores de todo el país.
En este certamen queda claro lo apreciada que es la miel para los rusos, que se la llevan a casa por cajas. Entre sus propiedades se cuenta el fortalecimiento del sistema inmunológico durante el largo y duro invierno, además de endulzar la vida diaria.
Los expertos estiman que esta temporada la recolección de miel fue baja, y algunas fuentes hablan de un 20 por ciento menor. Según las estadísticas, se producen alrededor de 100.000 toneladas anuales en toda Rusia, todavía por debajo del mayor productor mundial, China.
Sin embargo, la Asociación Rusa de Apicultores dice no temer escasez de miel en el país a causa de la mortalidad de las abejas. Sin embargo, destaca que las abejas polinizan las plantas y son consideradas la mano de obra más importante para los agricultores.
Boecking dejó clara la importancia de las abejas para países como Alemania, con un valor económico anual de unos 1.600 millones de euros (1.765 millones de dólares). «Esto significa que las abejas están justo detrás de la industria vacuna y porcina», afirmó.
El experto en enfermedades de las abejas señaló que la extinción solo afecta a las abejas silvestres. Pero dado que que más del 40 por ciento de las especies están en peligro de extinción, advirtió: «De hecho esto es dramático, porque necesitamos biodiversidad».
Por Christian Thiele (dpa)