dpa – En todos los hogares hay aparatos que devoran electricidad y que en secreto sacan dinero de los bolsillos de los usuarios. Si se logra identificar y controlar esos devoradores, la próxima factura de electricidad será menos abultada, sin que sea necesario, generalmente, renunciar al confort.
«Muchas veces la gente ni siquiera sabe dónde se está consumiendo energía inútilmente», dice Birgit Holfert, experta alemana en asesoramiento energético. «Por ejemplo, cuando en el baño sigue trabajando durante todo el verano el secador de toallas porque uno se ha acostumbrado a tener unas toallas calientitas». O cuando el calentador eléctrico se enciende día y noche por la regulación de la temperatura, aunque solo se necesita agua caliente por la mañana y por la noche. «Son sobre todo los aparatos que están empotrados en algún lugar o que están escondidos en el sótano los que muchas veces están olvidados y funcionan permanentemente», dice Holfert.
Ya se puede ahorrar bastante energía verificando de vez en cuando la programación de los aparatos. «Por ejemplo, cuando se pone en funcionamiento un frigorífico, muchas veces se elige una temperatura que en realidad es demasiado baja», dice la ecologista Irmela Colaço. «Sin embargo, por costumbre no se cambia la temperatura, aunque en un frigorífico no es necesario que sea de cero grados. Una temperatura de siete u ocho grados es totalmente suficiente y permite ahorrar energía».
Como los frigoríficos consumen energía las 24 horas del día, vale la pena aprovechar las fuentes de ahorro disponibles, especialmente en los modelos más antiguos. «Muchas veces ya basta con cambiar las costumbres», señala Claudia Till, experta de la asociación alemana para la defensa de los consumidores Stiftung Warentest.
Los alimentos no deben meterse demasiado calientes en el frigorífico, porque entonces necesitan demasiada energía para enfriarse. Por ejemplo, si 45 minutos después de un copioso desayuno se vuelve a meter la mantequilla, el queso y la salchicha en un frigorífico de la clase de eficiencia energética A++, su consumo de energía aumenta en un 11 por ciento, según un estudio realizado por Stiftung Warentest. El consumo de energía es aún mayor cuando se meten en el frigorífico platos de comida caliente. En el laboratorio de pruebas de la asociación alemana, el frigorífico necesitó un 14 por ciento más de electricidad para enfriar una sopa a 50 grados que una a temperatura ambiente.
Se puede ahorrar bastante energía, y por ende dinero, dejando que la ropa lavada se seque al aire libre cuando hace buen tiempo en vez de meterla en la secadora. «El tendedero de toda la vida sigue siendo la mejor solución», dice Claudia Till. Si usted necesita ineludiblemente la ayuda técnica, debería usar una secadora de ventilación con bomba de calor, que solo consume la mitad de electricidad que una tradicional.
Sin embargo, no siempre el trabajo manual es la variante que más energía ahorra. El lavavajillas no sólo ahorra el molesto trabajo de lavar los platos, sino que también tiene una mayor eficiencia energética. «En el programa automático, los aparatos que consumen poca energía lavan los trastes por unos 30 céntimos de euro (37 centavos de dólar). En el programa de ahorro, los buenos modelos incluso hacen ese trabajo por 25 céntimos», dice Till. «Lavar la misma cantidad a mano cuesta como promedio 40 céntimos si el agua se calienta con electricidad».
También suben la factura de electricidad, inadvertidamente, los cargadores para celulares que están conectados al enchufe todo el día. «Se calientan mucho, lo que indica que consumen energía», dice Holfert. Los cargadores para el celular, cámaras fotográficas, los cepillos de dientes eléctricos, las máquinas de afeitar y otros aparatos deben desenchufarse.
Antes, el frigorífico, el congelador, la lavadora, la secadora y la iluminación aportaban la parte del león del consumo de electricidad en el hogar. Ahora, sin embargo, la tecnología de la computación y el entretenimiento son los nuevos devoradores de energía, que ya suponen la quinta parte del consumo total. A muchas familias les extraña que su consumo de electricidad siga siendo tan alto como antes, o incluso más, a pesar de que han comprado nuevos frigoríficos, lavadoras y televisores de bajo consumo eléctrico y han desterrado las clásicas bombillas incandescentes.
«Esto se debe a que los aparatos que han comprado no necesariamente consumen menos energía», explica Holfert. Porque muchas veces la gente piensa que si compra un aparato de bajo consumo eléctrico, ese aparato puede ser más bonito y más grande, por lo que al final no ahorra absolutamente nada. «Si usted tira a la basura su viejo televisor de tubo de rayos catódicos sustituyéndolo por una gran televisor de plasma, al final está consumiendo casi tanta energía como antes».
Lo peor es comprar aparatos de nueva tecnología sin tirar a la basura la vieja. «Un ejemplo clásico es el frigorífico», dice Irmela Colaço. «Se compra un modelo de una clase alta de eficiencia energética mientras que se traslada al sótano el viejo modelo que devora energía». Al final, el consumo de electricidad es mayor que antes.
Lo mismo ocurre con el equipo de música o el televisor desechado. «Si esos aparatos los dejamos en modo stand-by, la factura sube por las nubes», advierte Colaço. «Tan solo el equipo de música cuesta fácilmente 20 euros (25 dólares) al año, porque los aparatos viejos consumen más de diez vatios en el modo stand-by. Desde el año 2013, los nuevos aparatos solo pueden consumir menos de medio vatio.
Muchas veces es posible configurar en los aparatos un modo ahorro de energía o desactivar funciones que no se necesitan. «Por ejemplo, si usted usa el laptop con batería, automáticamente activa la función de ahorro de energía», explica Holpert. Los routers y los receptores de televisión normalmente están en el modo de funcionamiento continuo, por lo que consumen todo el tiempo electricidad. «Generalmente, se puede programar un tiempo de uso para que no funcionen durante la noche, por ejemplo».
Sin embargo, el usuario debe verificar si los aparatos se pueden programar a tal efecto. «En algunos aparatos eso es difícil, porque cada vez después de apagarlos hay que programarlos nuevamente. En el smartphone se pueden desactivar funciones como el GPS, el Bluetooth o la conexión a Internet, lo que no solo ahorra energía sino también tarifas.
A los electrodomésticos inteligentes, que están de moda, también hay que tratarlos como pequeñas computadoras. Esos aparatos no solo son buenos para enfriar, cocinar o lavar, sino que también se comunican permanentemente. «Están conectados al WIFI y trabajan todo el día», dice Holfert. «Producen mensajes de estado y buscan conexiones consumiendo mucha electricidad». Por eso también deben programarse de tal forma que solo se activen cuando es necesario.
Por Katja Fischer