El legendario Uli Hoeness cumple 40 años al mando del Bayern

Múnich (dpa) – Uli Hoeness aún recuerda muy bien su primer día de trabajo como mánager del Bayern Múnich. «Tenía muchas ganas de hacer cosas y estaba muy motivado cuando llegué con mi saco gris con una libreta debajo del brazo», relata Hoeness sobre aquel 1 de mayo de 1979.

Hoeness ocupó la oficina de su antecesor Robert Schwan. «Había un escritorio y un aparador con un teléfono. Eso era todo. No tenía secretaria. Estuve dos horas hablando por teléfono y me volví a mi casa».

Así comenzó una de las historias más exitosas del fútbol alemán. Hoeness, que entonces tenía 27 años, se reveló rápidamente como un visionario. Y hasta hoy es un hombre de acción que genera reacciones encontradas.

Hoeness era ese mánager con la valija de dinero, que compraba los mejores jugadores de los equipos rivales. Por eso era atacado en los partidos que se jugaban fuera de Múnich. En la memoria persiste aquella vez a fines de los 1980 cuando en lanzaron monedas en el estadio del Sankt Pauli en Hamburgo.

«Quería llegar a la cima con el Bayern», dice Hoeness en entrevista con dpa con motivo de su 40 aniversario. En aquel entonces el club no era tan rico como ahora. Por eso en los años iniciales luchó «mucho con el codo».

Describe como «legendarios» sus desencuentros con Helmut Grashoff, del Borussia Mönchengladbach, y Willi Lemke, del Werder Bremen.

Explica que eso formaba parte de la política del club. «Esa polarización hizo del Bayern un club mucho más interesante que la mayoría de los demás clubes», dice Hoeness.

Afirma que hoy en día los rivales en la Bundesliga miran hacia Múnich para ver «lo que hace el líder del mercado» y que intentan «copiar lo mejor». Pero a Hoeness eso no le molesta. Le produce orgullo.

Aquel mánager novato de 1979 no es comparable con el presidente del club más laureado de la Bundesliga que es hoy a los 67 años. «En aquel entonces era más salvaje. Hoy soy mucho más indulgente en una discusión».

El Bayern es la obra de vida de Hoeness. «Una historia de éxito como no hay otra en el fútbol alemán», escribió hace poco el presidente de la junta directiva del club, Karl-Heinz Rummenigge, en la revista de club.

Cuando Hoeness debutó como gerente tras el prematuro fin de su carrera como futbolista por problemas crónicos de rodilla, el Bayern facturaba 12 millones de marcos al año y empleaba a 20 personas. Cuarenta años después, factura casi 700 millones de euros (casi 790 millones de dólares) y tiene mil empleados.

Hace tiempo que Hoeness podría estar descansando en su casa junto al lago Tegernsee. Pero está haciendo justo lo contrario. Quien lo visite en su oficina con vista a los campos de entrenamiento en la calle Säbener se encuentra con un jefe que rebosa de energía y espíritu emprendedor. «Hay tanto para hacer», afirma.

Como tareas pendientes menciona el multimillonario reemplazo de Audi por BMW como patrocinador, la formación de un equipo nuevo y joven y el inminente cambio de personal en puestos directivos del club, entre otras cosas.

A fines de junio decidirá volverá a postularse como presidente en la asamblea de socios en noviembre. Pero parece que sólo es posible una respuesta: ¡Por supuesto!

Aún no está todo terminado para Uli H. Y más cuando tocaron su orgullo esta temporada con numerosas críticas, por ejemplo, al presunto fracaso de la renovación del plantel o a la supuesta solución de emergencia que supuso contratar a Niko Kovac como entrenador. Eso le molestó muchísimo, admite Hoeness. Y responde.

En el caso de Kovac, pide «paciencia». Los cambios de entrenador, para Hoeness, no son una señal de fortaleza. «Los peores años del Bayern siempre fueron aquellos en los que tuvimos grandes fluctuaciones en el puesto de técnico», recuerda.

Kovac aún puede ser campeón de Liga y de Copa en su primer año en la dirección técnica de Bayern. «Me gustó cómo sacó al equipo del difícil trance de noviembre», dice Hoeness sobre el sucesor de Jupp Heynckes, que tuvo que lidiar con un complicado primer año.

El ex capitán del equipo Oliver Kahn, de 49 años, es el hombre al que Hoeness quiere ver como sucesor de Rummenigge, de 63. «Está previsto que empiece el 1 de enero de 2020», dice Hoeness.

A Hoeness le gusta que en puestos claves haya personas con «olor a campo», que hayan «mamado el ADN del Bayern como jugadores». Como Kahn, como Kovac y también como Hasan Salihamidzic. «Hassan hace un muy buen trabajo», sentencia sobre el director deportivo.

Hoeness se defiende de las críticas de que el Bayern no consiguió rejuvenecer al equipo y recuerda que en la victoria reciente de 3-2 de Alemania sobre Holanda hubo cinco jugadores del Bayern en el once inicial. Junto al más veterano, Manuel Neuer (33), cuatro jóvenes: Joshua Kimmich, Niklas Süle, Leon Goretzka y Serge Gnabry, todos nacidos en 1995.

«Ningún otro club aportó tantos jugadores. El club al que más se criticó por no haber logrado la transición es el que más alegrías depara en el relanzamiento de la selección nacional», señala Hoeness. Para él era una necesidad posibilitar a las leyendas Franck Ribéry (36) y Arjen Robben (35) «una salida decente» de Múnich.

Por otra parte, el Bayeren invierte como nunca antes en el futuro. El club muniqués fichó al campeón mundial francés Lucas Hernández, del Atlético de Madrid, por 80 millones de euros. Hoeness manifiesta su asombro por las críticas a ese pase millonario.

«Hace poco aún se decía que con su cautelosa política de fichajes el Bayern ya no tenía posibilidad de penetrar el frente de los clubes españoles e ingleses más importantes como del Paris Saint-Germain. Lo hicimos y la gente dice: ¿Cómo se pueden gastar 80 millones en un jugador? ¿Qué habrían dicho si comprábamos a Kylian Mbappé?».

Hoeness tiene devoción por el joven astro del París Saint-Germain: «Lo compraría de inmediato. Es genial. Pero para eso nos falta el dinero necesario».

En sus cuatro décadas al frente del Bayern, Hoeness destaca como hitos la vertiginosa evolución del patrocinio y el merchandising así como la reunificación alemana, que le deparó al club una nueva ola de hinchas y socios de la ex República Democrática Alemana.

Lógicamente también menciona la inauguración del Allianz Arena en 2005. «El estadio llevó al Bayern a un mundo completamente nuevo. Los partidos de fútbol se convirtieron en un evento», se felicita Hoeness. El estadio es una mina de oro.

Hoeness dijo hace poco que no cometió «errores graves» a excepción del tema del fraude fiscal. El directivo fue condenado en 2014 por la justicia alemana a tres años y medio de cárcel por evadir impuestos por unos 28,5 millones de euros (31 millones de dólares) a través de cuentas en Suiza.

La sentencia lo llevó a renunciar por un tiempo a sus cargos en el Bayern. Durante su estadía en prisión, fue Rummenigge el que asumió como hombre fuerte del club y contribuyó sobre todo a una mayor internacionalización.

Tras el regreso de Hoeness, la relación entre ambos jefes tuvo que superar varias pruebas. Para el más racional Rummenigge llegó la hora de despedirse. Para el más impulsivo Hoeness aún no. Aunque tiene en claro: «Alguna vez Karl-Heinz y yo tenemos que liberar estos puestos. No hay que creer que uno es irreemplazable».

Por Klaus Bergmann y Christian Kunz (dpa)

Foto: Sven Hoppe/dpa