(dpa) – Los caballos salvajes parten sin prisa de la pradera hacia al bosque de pinos a través del robledal. Nadie sabe por qué de un momento a otro la tropilla decide ponerse en marcha.
Es como si se tratara de una señal secreta. «Todavía nadie ha descifrado este código. No sabemos por qué los caballos se alejan de repente», señala Friederike Rövekamp. La jefa de guardabosques recibe a un grupo de visitantes en la extensa reserva protegida de Dülmen, donde se mantienen estos caballos en estado semisalvaje.
Aproximadamente 400 caballos salvajes viven en los cuatro kilómetros cuadrados de praderas y bosques en el Merfelder Bruch, que se encuentra en la llanura de Münster, en el oeste de Alemania.
«Mi tatarabuelo Alfred comenzó a tener estos caballos en el siglo XIX. En aquel entonces, sólo quedaban entre 40 y 50 animales», cuenta Rudolph Herzog von Croÿ, el actual dueño de la manada.
«Alrededor del año 1850 se cercaron las praderas y los bosques para convertirlos en un área protegida. De esta manera lograron sobrevivir los caballos salvajes de Dülmen».
Los caballos crecen sin cuidado, sin veterinario y sin medicación. La naturaleza decide sobre la vida y la muerte de los animales, afirma Rövekamp. Cada año, alrededor de marzo y abril, nacen hasta 80 potrillos en la reserva en Merfelder Bruch.
Los caballos mantienen una distancia de unos diez metros de los humanos. «Yo tampoco puedo acercarme más, aunque todos los días me muevo por el campo», apunta la guardabosques. Esta área no es un zoológico de mascotas, aclara.
Las hembras permanecen en la manada toda su vida y pueden tener su primera cría a partir de los cuatro años. Los machos tienen otro futuro por delante, porque incluso en la reserva de caballos salvajes no habría suficiente espacio para los sementales rivales. Esto provocaría endogamia y los duelos mortales.
Por eso, cada año desde 1907, el último sábado de mayo, se captura a los sementales de un año de edad. Sólo ese día se interrumpe la paz en Dülmen. Unas 10.000 personas presencian el desfile de caballos y carruajes. El punto culminante es siempre a las tres de la tarde cuando la manada galopa hacia el óvalo de la arena.
Cuando la manada se ha calmado, unos 30 hombres fuertes de Merfeld y de los pueblos aledaños empujan a los sementales contra la banda y los separan del resto de la manada. La selección de los cazadores de caballos es muy importante.
«Cualquiera que piense que puede jugar a ser vaquero por un día está totalmente fuera de lugar», subraya Rövekamp.
Después de la captura, los sementales son marcados con un chip electrónico en señal de que pertenecen a la manada de Dülmen y son subastados inmediatamente. Son animales muy requeridos como caballos de paseo, de tiro y también de equitación. Los protectores de animales más radicales rechazan el método de captura de estos sementales salvajes.
Por Bernd F. Meier (dpa)
Foto: Bernd F. Meier/dpa-tmn