LIMA (dpa) – La idea del ex presidente Alan García de que icen las banderas del Perú el lunes 27, cuando la Corte Internacional de Justicia de La Haya (CIJ) dé el fallo en la demanda contra Chile por los límites marítimos, no solo no tuvo acogida, sino que fue rechazada hasta el hartazgo en las redes sociales.
García, que ha mantenido la propuesta pese a las críticas, ha sido acusado de recurrir al «patrioterismo» por provecho político. Para completar, un poema suyo de tono épico-nacionalista publicado el domingo se convirtió más bien en motivo de burlas por la supuesta pobreza literaria.
Aunque según los expertos, eso no es menor: en un país históricamente «antichileno», ya no parecen dar réditos los discursos contra el vecino. Si bien el recelo hacia Chile parece aún sentirse en el ambiente, en la práctica está limitado a sectores marginales y explota solo, por ejemplo, frente a un partido de fútbol.
Para académicos como Carlos Alza, de la Universidad Católica de Lima, el «antichilenismo» peruano ha ido decreciendo en medio de una no siempre disimulada admiración a un país que ha sido más sólido en el desarrollo económico y en estrategias comerciales que incluyen una intrépida penetración en los mercados nacionales.
Una encuesta nacional de la firma Ipsos publicada el domingo aporta un elemento demostrativo: Un 85 por ciento de los consultados respondió que el Perú debe cumplir el fallo de la CIJ aunque sea en contra, frente a un 11 por ciento que preferiría la rebeldía.
Claro que, advirtió el director de Ipsos, Alfredo Torres, eso se da en un marco optimista en el que, según el mismo sondeo, un 55 por ciento piensa que la CIJ le dará toda la razón al Perú y un 27 por ciento que se la dará parcialmente, contra un ocho por ciento que prevé una derrota total.
Al margen de la supuesta búsqueda de protagonismo García, quien en su gobierno fue criticado por «complaciente» con Chile, la muy dividida clase política peruana ha coincidido en una posición cauta que apunta más a construir una buena relación bilateral a futuro que a recordar heridas.
Las relaciones comerciales entre los dos países, socios en la estratégica Alianza del Pacífico, son muy dinámicas, así como la interacción social en la frontera. Chile además se ha convertido en uno de los principales receptores de emigrantes peruanos, sin que falten esporádicas denuncias de supuesta xenofobia, así como recelos de Lima por el armamento supuestamente excesivo de la nación sureña.
Otro dato notable resaltado por los expertos en el aparente nuevo cuadro es que, salvo dos matutinos de baja circulación y posiciones de derecha radical, la prensa de Lima está lejos de posiciones que pudieran tildarse de hostiles a Chile.
Las heridas en la relación entre los dos países datan de la Guerra del Pacífico (1879-1883) en las que Chile ganó territorio del Perú y de su aliado Bolivia. Por causas que han recibido diversas interpretaciones, los recelos se mantuvieron por décadas, incluso después de que en 1929 quedaran acordados los límites territoriales.
Para el Perú, los límites marítimos quedaron sin acordar y por eso, tras fracasar en intentos de un diálogo bilateral, recurrió a la CIJ en 2008. Chile considera que los límites vigentes sí están definidos mediante dos acuerdos suscritos en la década de 1950.
La CIJ tendrá que determinar si los tratados son delimitatorios, como sostiene Chile, o solo tienen alcance pesquero, como dice el Perú. Si decide lo primero, se mantendrá el status quo, pero si no la propia Corte tendrá que establecer por dónde va la división.
En ese caso, Chile quiere una línea paralela, es decir, tal como está ahora, pero el Perú plantea una equidistante en relación con la geografía de sus costas. Esta última opción genera un triángulo de mar territorial de unos 38.324 kilómetros cuadrados, a lo que se podría sumar desde la óptica peruana un triángulo externo de unos 28.356 kilómetros cuadrados que Chile considera alta mar.
El hermetismo de la CIJ impide saber en qué dirección podría ir el fallo y lo que abundan son las especulaciones. El lunes, cuando se dicte la sentencia, se podrá saber cuánto es en verdad lo que ha avanzado el reacercamiento entre ambos países.
Aunque algunos sectores peruanos quieren celebrar una victoria, en los cautos predios oficiales se estima que, independientemente de cuál sea el fallo, será un enorme avance que el tema quede zanjado y que se pueda abrir la agenda con menos temores.
Por Gonzalo Ruiz Tovar