Pablo Andújar o ver la luz tras dos años en un túnel

Madrid/París, 26 may (dpa) – Tres operaciones del codo en 13 meses, más de dos años sin saborear una victoria en el circuito profesional y, al final del todo, Pablo Andújar vio la luz.

Andújar es un tenista español de 32 años que ha ganado cuatro títulos en su carrera. Aunque suene a cliché -y como le ocurrió a Juan Martín del Potro con la muñeca-, no es exagerado decir que el triunfo más importante de su carrera no fue en una cancha, sino el que le ganó al codo derecho, una articulación que le tuvo por el camino de la amargura.

«Hubo momentos de mucha decepción, casi de depresión, porque ves que no mejoras», cuenta a la agencia dpa a pocos días de jugar Roland Garros. Accedió al cuadro principal gracias al ranking protegido, una regla que permite a los tenistas «congelar» su posición en la clasificación mundial en caso de una lesión de larga duración.

Y la de Andújar fue especialmente larga. El español, que debutará en París ante el italiano Fabio Fognini, se lesionó en julio de 2015 en el torneo de Gstaad. Primero intentó un tratamiento conservador, pero no resultó y se operó en marzo de 2016.

Reapareció en septiembre y jugó tres torneos «challengers» -la categoría más baja de la ATP- y otros cuatro del circuito normal. «Pero las sensaciones no eran buenas y me vuelvo a operar en noviembre», recuerda. «Y con esta operación me fue todavía peor. Hacía seis o siete saques y se me caía el brazo del dolor».

Así que en abril de 2017 entra otra vez en el quirófano. Fue la definitiva. «Ahí decidimos no tocar el tendón y cambiar el pase del nervio cubital». Aunque esta vez salió bien, apenas pudo competir en todo el año: jugó tres partidos en dos torneos «futures», donde suelen foguearse las jóvenes promesas.

«Pasas por momentos buenos y malos. La primera fase era de optimismo, pensar que lo vas a sacar. Aunque es muy duro estar en casa, sin poder competir, viendo los partidos por la tele. La segunda fase es más de decepción», asegura Andújar, que llegó a plantearse colgar la raqueta.

«Estaba sufriendo yo, mi familia, la gente de alrededor mío. Me ven que lo estoy intentando, que estoy haciendo todo lo posible y que no mejoro. Esas decepciones te van mermando».

Meses después de operarse por tercera vez, fue padre. «Al nacer el nene (Pablo, como él), te das cuenta de que la vida no es sólo el tenis. Te ayuda a pasar mejor ciertas situaciones que son difíciles».

Su reaparición fue en enero de 2018 en India, donde perdió en primera ronda. Viajó al Abierto de Australia y cayó en la fase previa. Después cruzó medio mundo y aterrizó en Quito, pero tampoco hubo suerte: derrota a las primeras de cambio. No estaba siendo un regreso sencillo, pero la alegría estaba cerca.

El 20 de febrero, en Río de Janerio, venció al austríaco Gerald Melzer y celebró su primer triunfo desde enero de 2016. Tras la victoria, se sentó en la silla, se puso una toalla en la cara y empezó a llorar de emoción.

En ese momento ocupaba el puesto 1.821 del ranking mundial. Su mejor posición había sido en julio de 2015, cuando era el número 32 tras haber alcanzado la final de Barcelona. Pero esos tiempos eran ya muy lejanos.

El ranking, de hecho, no le preocupa lo más mínimo. «Suficiente presión me he metido en estos dos años como para exigirme ahora en cuanto al ranking. No sería justo para mí y no me lo merecería».

Si la victoria en Río de Janeiro ante Melzer fue emotiva, lo que le ocurrió en Marrakech fue como un cuento de hadas. Tras ganar un challenger en Valencia, donde reside, viajó a Marruecos para codearse con algunos de los mejores del mundo. Estaba Albert Ramos, Richard Gasquet, Philipp Kohlschreiber o Kyle Edmund, al que derrotó en la final para coronar una semana inimaginable.

«Después de tanto tiempo sin competir, ganar un torneo ATP es algo que no pasaba por mi cabeza. No creía, de verdad, que fuera a ganar un ATP», señala. Pero lo ganó y saltó más de 200 puestos en el ranking.

Ahora, tras dos años de calvario físico -dos años también sin ingresar prácticamente nada- llega a Roland Garros dispuesto a seguir escalando en su regreso a la elite.

«Yo siempre confiaba en ver la luz al final del túnel».

Por Ignacio Encabo (dpa)