Manolo Santana: el pionero del tenis español cumple 80 años

Madrid, 10 may (dpa) – El tenis mundial se rinde hoy ante Rafael Nadal, pero la figura del jugador español probablemente no existiría si un niño llamado Manolo Santana no hubiera tenido la ocurrencia de convertir el respaldo de una silla en una raqueta. Era la década de 1940.

«Le hice una hendidura con una especie de puño y empecé a darle contra la pared. No había cuerdas, ni nada», recordó hace tiempo Santana, que hoy sopló las velas de su 80 cumpleaños en el torneo de Madrid.

El año que viene dejará su puesto director del torneo. Lo que no perderá nunca es su condición de leyenda, campeón de cuatro Grand Slam y pionero del tenis en España.

«Lo difícil es hacer las cosas por primera vez, ser un pionero. Los que venimos detrás lo tenemos más fácil, porque alguien ha tenido que abrirnos el camino y hacernos ver que es posible», señaló esta semana Nadal, número uno del ranking y ganador de 16 grandes.

«España no ha podido tener mejor embajador que Manolo. Lo único que podemos decirle es gracias, desearle feliz cumpleaños y que cumpla muchos más».

Como en casi todas las historias de deportistas que rompen moldes, los inicios de Santana estuvieron lejos del glamour y los flashes.

Nació en Madrid el 10 de mayo de 1938 en el seno de una familia humilde y su relación con el tenis comenzó de forma accidental. Su hermano Braulio era recogepelotas en el Club de tenis Velázquez para llevar a casa unas monedas que nunca sobraban. Eran los duros años de la posguerra en España.

«En mi casa había tantos problemas… Llevar algo de dinero a mi casa para mi madre era fundamental. Mi padre murió a mis 13 años, de una enfermedad que había cogido en la cárcel, donde estuvo preso durante la Guerra Civil», señala Santana.

«Un día que mi hermano se olvidó la comida, mi madre me dijo que se la llevara al club. Me quedé maravillado de ver a las señoras con unas faldas largas, a los señores con pantalones largos y una red de por medio. Cuando llegué a casa esperé ansioso a que viniera mi hermano para decirle: ‘oye, ¿yo podría volver a llevarte la comida el domingo otra vez?’»

Santana volvió y acabó consiguiendo un trabajo de recogepelotas él también. Le pagaban seis pesetas. «Cuatro eran para mi madre y dos me las guardaba para mí».

Pero su talento no era para estar alcanzando pelotas, sino para golpearlas con la raqueta. Pronto empezó a despuntar. Pasó de «Manolín», como le llamaban en el Club Velázquez, a Manolo y después a «SuperManuel».

Con 20 años ganó el Campeonato de España y de ahí se lanzó a la conquista del mundo. En 1961 ganó su primer Roland Garros, logro que repetiría tres años después. En 1965 se alzó con el US Open y en 1966 llegó su mayor hazaña: se coronó en Wimbledon. Lo hizo además vistiendo una camiseta con el escudo del Real Madrid en el pecho.

Santana fue un hombre que se adaptó a todas las superficies y a todos los estilos. De hecho, puede presumir de haber ganado tres de los cinco partidos que disputó ante el australiano Rod Laver, considerado como uno de los mejores de todos los tiempos.

«Manolo es un gran, gran campeón», dijo «The Rocket» en una entrevista con «El País» en 2010. «Con él y en esa época cambió el juego y la forma en la que se jugaba a este deporte».

También cambió el tenis en España. Como Severiano Ballesteros en golf y Ángel Nieto en motociclismo, Santana creó una cultura de tenis en un país futbolero como pocos. Sin sus éxitos no se entendería lo que es hoy el tenis en España, que lleva dos décadas con jugadores metidos siempre en los puestos más altos del ranking mundial.

Hasta hace unos años, de hecho, era considerado el mejor tenista español de todos los tiempos. La historia cambió a principios del siglo XXI con la irrupción de Nadal en el circuito.

Padre de cinco hijos y casado varias veces, Santana está afincando hoy en Marbella y no pierde la sonrisa pese a los achaques de la edad. Su tono de voz cada día es más tenue y sus movimientos son suaves y leves. Poco queda de aquel tenista de derecha demoledora que jugaba con una raqueta de medio kilo de peso.

«Yo usaba una Slazenger de madera, con un marco mucho más pequeño y una empuñadura enorme. Pesaban 540 gramos. Ahora pesan como máximo 300, y ya es pesada. Los jugadores de ahora se hubieran adaptado mucho menos que nosotros a la inversa», opinó hace unos años. «Si tienes un Fiat te puedes adaptar a un Mercedes o un Lexus. Al revés es totalmente distinto».

Lo que no pierde todavía es el sentido del humor. Pocos días antes de que arrancara el torneo, señaló: «Voy a ser jugador de tenis e hincha del Real Madrid hasta que me vaya al otro lado».

Por Ignacio Encabo (dpa)