Barcelona, 27 abr (dpa) – Independientemente del arte que crea con sus pies, Andrés Iniesta posee la extraña cualidad de despertar admiración entre propios y extraños.
Lo alaban sus fans, cosa normal. Pero también los hinchas rivales y sus adversarios. Y todos los entrenadores que, en algún momento, intentaron contener «la magia» del genio español.
«Yo, que fui centrocampista, soy un enamorado de Iniesta, un jugador con una creatividad impresionante», confesó semanas atrás Eusebio di Francesco, entrenador de la Roma.
Enamora su fútbol, sin duda, pero, sobre todo, su personalidad; esa humildad con la que siempre se manejó en la cancha y fuera de ella.
En tiempos en los que los futbolistas adoptaron hábitos de estrellas de rock, Iniesta se mantuvo al margen de esa corriente y siguió comportándose como el muchacho que a los 12 años salió de un pequeño pueblo de la Mancha y se instaló en la gran ciudad con el objetivo de mejorar el futuro económico de su modesta familia.
Josep Guardiola, que lo vio crecer en La Masia azulgrana y lo entrenó en la época más brillante del Barcelona, lo resumió así: «Andrés come aparte. No lleva pendientes, no se pinta el pelo, no se queja… es el ejemplo. Yo siempre le digo a los jóvenes: ‘fijaos en Iniesta'».
Efectivamente, mientras sus compañeros de profesión se tatuaban todo el cuerpo, vestían de manera extravagante y se emparejaban con chicas exuberantes para llamar la atención fuera de las canchas, Iniesta siguió distinguiéndose únicamente por lo que hacía dentro de ellas.
El manchego, de hecho, se casó con una discreta peluquera que nunca buscó el primer plano y, a punto de cumplir 34 años, exhibe la piel tan blanca como cuando dieron en llamarle «Gusiluz» porque, como el muñeco, parecía que pudiera iluminar con su blancura.
«Andrés tiene una luz que los demás no tienen. Es especial», dijo de él Víctor Valdés, ex arquero del Barcelona y gran amigo suyo.
Puede que Iniesta naciera con esa luz. O puede que la adquiriera por todo lo que superó y aprendió en La Masia, donde, según él mismo confesó, pasó también los peores momentos de su vida.
«El peor día de mi vida lo pasé en La Masia […]. Tuve una sensación de abandono, de pérdida, como si me hubiesen arrancado algo de dentro, en lo más profundo de mí. Fue un momento durísimo», reveló el «mago» azulgrana en «La jugada de mi vida», el libro que detalla su carrera deportiva hasta 2016.
«Yo quería estar allí, sabía que era lo mejor para mi futuro, por supuesto. Pero pasé un trago muy amargo, tuve que separarme de mi familia, no verlos todos los días, no sentirlos cerca… Es muy duro», explicó, en una muestra de la importancia que la familia siempre tuvo para él.
En torno a ella y en su pueblo de origen, Fuentealbilla, el hombre que Xavi Hernández definió como «el mayor talento del fútbol español» creó una empresa vinícola que genera empleo en la zona al tiempo que contribuye a popularizarla.
«Prefiero que Fuentealbilla sea Patrimonio de la Humanidad a ganar un Balón de Oro», aseguró en una ocasión Iniesta, quien optó en varias temporadas al prestigioso galardón.
No se lo llevó nunca. Su tiempo coincidió con el de otro astro, el argentino Lionel Messi, que conquistó cinco trofeos gracias en parte a su genial alianza con Iniesta.
«Si el partido se pone raro, duro, áspero, entonces le digo: ‘Acércate, vénte, ponte a mi lado’. Andrés es un jugador mágico. Nos parecemos más en lo de hablar poco; él suele estar en un rincón del vestuario y yo en el otro», confesó Messi en «La jugada de mi vida».
«Nos cruzamos, nos reconocemos, nos juntamos. Con una mirada ya sabemos. No hace falta decir nada más. Es una persona modesta y todo lo que hace con la pelota es increíble», agregó quien Iniesta define como el mejor futbolista de la historia.
Tanto es así que el pasado martes «France Football», la revista francesa que concede el Balón de Oro desde 1956, pidió públicamente disculpas al mago español por no habérselo concedido nunca.
«Iniesta no es un jugador, es El Jugador… Entre las grandes ausencias en el palmarés, la suya nos resulta dolorosa», escribió la publicación gala en su editorial, en lo que supuso una suerte de Balón de Oro simbólico.
A Iniesta, en cambio, lo que más doloroso le resultó en todos estos años fue la repentina e inesperada muerte de uno de sus grandes amigos, el capitán del Espanyol Dani Jarque.
Para él fue la dedicatoria del gol más importante en la carrera del «mago» azulgrana, el que convirtió a España en campeona del mundo por primera y única vez en Sudáfrica 2010.
«Dani Jarque siempre con nosotros», se pudo leer en todo el mundo cuando Iniesta se sacó la camiseta oficial para festejar el histórico tanto.
El gesto ilustró la grandeza de un futbolista que, a partir de entonces, algunos pasaron a llamar «Iniesta de mi vida» y otros, simplemente, «Don Andrés».
Por Noelia Román (dpa)