Ernesto Valverde, el pragmático entrenador del cambio

Madrid/Barcelona, 29 abr (dpa) – Frente a las críticas, Ernesto Valverde siempre tendrá un poderoso argumento que mostrar: ganó un «doblete» -Liga española y Copa del Rey- un año después de que el Barcelona pareciera en ruinas. Desde el pragmatismo, próximo al estoicismo, propició el cambio.

«Se trata de ser mejores, crear espíritu de equipo y estar juntos en los buenos y malos momentos. Y que se pueda emocionar a nuestra gente, que son muchos los aficionados y están por todas partes del mundo», fueron las bases de su trabajo, establecidas ya en su presentación como técnico azulgrana.

Fue en marzo de 2017 cuando Luis Enrique se decidió a anunciar su adiós al club catalán después de tres extenuantes años. Llegó al banquillo azulgrana con pelo oscuro y se marchó con canas. Se despidió con una Copa del Rey como único título que enseñar en su última temporada y con la sospecha de que llegaban años oscuros a la entidad catalana.

Valverde, de 54 años, fue la apuesta del Barcelona, un técnico con buena reputación por su trabajo en equipos como Villarreal, Olympiakos, Valencia o Athletic de Bilbao. Pero nunca había entrenado a un conjunto con la calidad y, sobre todo, la exigencia del Barcelona. Todo eran dudas.

Y éstas se acrecentaron muy pronto, en agosto, cuando el Real Madrid barrió a los azulgranas en la Supercopa de España por un global 5-1 que contribuyó a alimentar el pesimismo que estaba germinando en el entorno azulgrana.

Pero el métódico Valverde transformó las dudas en certezas sin ruido. Y su equipo -prácticamente los mismos titulares que había utilizado Luis Enrique, aunque con la notable ausencia de Neymar tras la marcha del brasileño- comenzó a alimentar una racha que todavía dura: nadie le podía ganar en la Liga española. Y resultó que en marzo ya se sabía prácticamente que el ganador sería el conjunto azulgrana.

Seguramente la Supercopa de España tuvo algún efecto en Valverde, que pronto expuso cuál sería su plan: solidez defensiva, presión automatizada y dinamita en las áreas. No extrañó que sus dos futbolistas más destacados fueran el arquero alemán Marc-André Ter Stegen y el astro argentino Lionel Messi.

Nunca lo explicó y no se sabe si Valverde fue o se hizo pragmático. Lo cierto es que su juego no sedujo ni se agarró al llamado «estilo Barça», pero los números fueron incuestionables. No había nadie que le pudiera derrotar. En muchos partidos fue como el boxeador tradicional mexicano, que toma los golpes sin pestañear para finalmente lanzar su guante más demoledor para tumbar a su rival.

Tampoco tardó en confirmar que Valverde representaba mejor que nadie la imagen del Barcelona por su caballerosidad, respeto a todos y deportividad. Nada que ver con el irascible Luis Enrique.

Su momento más difícil ocurrió el 10 de abril, cuando su equipo perdió 3-0 ante la Roma y fue eliminado de la Liga de Campeones en cuartos de final contra todo pronóstico. Fue entonces cuando arreciaron las críticas por su supuesto conservadurismo.

La bola de nieve aumentó hasta unos extremos tales que incluso se llegó a filtrar un descontento de la directiva con su entrenador y la posibilidad de un relevo al final de la temporada. Otros medios especularon con la posibilidad de que el propio Valverde se marchara. Un argumento que siguió muy vivo durante los últimos días.

«No nos tiene que impulsar lo que hemos perdido sino lo que tenemos por ganar», manifestó entonces, de nuevo con pragmatismo. Y añadió con un toque de cinismo: «Hemos tardado en tener una derrota significativa. Han sido nueve meses más o menos. Ahora ha llegado y hay que aguantar».

Su respuesta más concluyente -y la constatación de que todavía se puede ver a un gran Barcelona- apareció el 21 de abril, cuando el conjunto azulgrana goleó 5-0 al Sevilla en la final de la Copa del Rey con una exhibición inolvidable de fútbol de alta escuela.

Y más allá de los rumores sobre su continuidad, lo cierto es que Valverde ya ocupa un lugar destacado en la historia del Barcelona, pues tomó un equipo que habitaba prácticamente en la nada y lo llevó hasta el «doblete». Sus únicas asignaturas pendientes fueron el estilo y acercar más al Barcelona al título de la Liga de Campeones. Lo demás fue un rotundo éxito.

Por Alberto Bravo (dpa)