BERNA/BRUSELAS (dpa) – Suiza es un vecino apreciado e importante para la Unión Europea (UE), pero también difícil. Ni siquiera es miembro del Espacio Económico Europeo (EEE) -que fue rechazado por los suizos vía referéndum en 1992-, pero tiene una relación más estrecha con el bloque que países como Islandia, Liechtenstein o Noruega, gracias a una red de unos 120 acuerdos entre Berna y Bruselas.
En Suiza viven 1,2 millones de ciudadanos de la UE y cerca de 270.000 van diariamente a trabajar a Suiza y después regresan a sus casa, según estimaciones de la Comisión Europea. En la UE viven unos 430.000 suizos. Además, la UE es el mayor socio comercial de Suiza, mientras que la nación de los Alpes es el cuarto socio comercial de la UE después de Estados Unidos, China y Rusia.
Las relaciones de Suiza con la UE se basan en acuerdos bilaterales. Todo comenzó en 1972 con un acuerdo de libre comercio. Y en 1999, Suiza cerró siete acuerdos sobre libre circulación, tráfico aéreo, contratación pública, normas y permisos conjuntos, tráfico por carretera y ferroviario, productos agrícolas y cooperación científica con la UE.
Para Suiza se abría así un mercado interno de 500 millones de consumidores. Pero entonces se acordó que en el caso de que uno de esos siete acuerdos fuese tumbado por una decisión soberana adoptada vía referéndum, los otros acuerdos tampoco podrán seguir en vigor.
Es por ello que ahora domina la incertidumbre con respecto a las futuras relaciones entre Berna y el bloque comunitario, ya que el gobierno suizo deberá gestionar las consecuencias de la aprobación por referéndum de imponer cuotas a la inmigración en el país.
Los suizos tendrán que explicar claramente en Bruselas la «voluntad popular», insistió Christoph Blocher, del Partido Popular Suizo (SVP), impulsor de la consulta popular.
Pero en la actualidad, Berna no parece tener mucho margen de maniobra. «Esto va a causar muchos problemas para Suiza», dijo el ministro de Finanzas alemán, Wolfgang Schäuble, en nombre de muchos colegas de toda Europa.
Tras la decisión histórica del domingo, el gobierno en Berna busca ahora un rumbo que se corresponda con la voluntad de los suizos que en una consulta popular se manifestaron, por una ajustadísima mayoría del 50,3 por ciento, «contra la inmigración masiva».
Sobre todo desde la perspectiva económica la situación es muy preocupante, pues la aplicación concreta de la iniciativa sigue generando muchos interrogantes.
Suiza emprenderá la próxima semana una primera iniciativa diplomática. El objetivo es mantener loa acuerdos existentes, dijo el ministro suizo de Asuntos Exteriores, Didier Burkhalter. «En Suiza no hay ninguna voluntad política de disolver del acuerdo de libre circulación».
La UE, por su parte, intenta mantener la cautela sobre las futuras relaciones con Suiza. «Ahora la pelota está en su tejado», dijo una diplomática. Pero sea lo que sea, será extremadamente complejo.
En tanto en el país todavía se busca la causa del «sí» a la propuesta de limitar la inmigración. «La base fue la falta de temor a las consecuencias de la decisión», señala el politólogo Michael Hermann, de la Universidad de Zúrich. Rara vez Suiza sintió las consecuencias internacionales. «De alguna manera siempre se sale», es la experiencia básica y también la creencia de que el crecimiento económico en el país es firme.
Sin embargo, tras el terremoto político, se profundizó sin duda la grieta que atraviesa el país entre la Suiza de habla alemana y la Suiza de habla francesa.
Mientras que en los cantones francófonos la amplia mayoría estaba en contra de la iniciativa de poner límites a la inmigración, los suizos-germanos votaron mayoritariamente a favor de una limitación.
Una situación bastante delicada, pero que esta vez no dará lugar a las profundas divisiones como hace 22 años, aseguró el analista político Lukas Golder, del Instituto de sondeo gfs.bern. «No es de esperar que ocurra una parálisis política como lo fue entonces», dijo refiriéndose a cuando en 1992, los suizos rechazaron también por una estrecha mayoría formar parte del EEE.
La Romandía europeísta se sintió engañada y se comenzaron a escuchar voces de autonomía, de separación del centro de Suiza antieuropeo. Los cantones occidentales estaban profundamente frustrados. Sólo a mediados de la década de 1990, Suiza se movió de nuevo lentamente hacia Europa. Y tan sólo al final de un proceso de casi 20 años se fueron conformando los contratos bilaterales que, por el momento, vinculan a Suiza con la UE.
Por Dieter Ebeling y Matthias Röder