Categoría: Gastronomía

  • De una granja de insectos a un restaurante francés con estrella

    De una granja de insectos a un restaurante francés con estrella

    Vom Dschungelcamp auf den Teller:Insekten als Nahrung der ZukunftTOULOUSE, Francia (dpa) – El dueño de esta granja de insectos podría ser también el gerente de un bar. Vestido con ropa informal, este encantador y sonriente treintañero recibe a los visitantes en su finca cerca de Toulouse, en el sur de Francia, donde junto a un pequeño equipo cría grillos y gusanos.

    Quien esté pensando en comida para mascotas, se equivoca profundamente. El joven empresario Cédric Auriol se dedica a la cría de insectos para el consumo humano. Y según afirma, es el primero en Europa. «Estoy convencido de que será una parte de la alimentación en el futuro», afirma Auriol, subrayando el potencial nutritivo de los insectos y su producción respetuosa con el medio ambiente.

    En su opinión, el recelo que comer insectos genera entre muchos europeos frente a otras culturas está «totalmente injustificado». Estos insectos, una vez secos, tienen un sabor entre especiado o a fruto seco. Pero además, Auriol también ofrece bombones y galletas a base de insectos.

    El joven empresario, que hasta entonces se dedicaba al embalaje, se lanzó al negocio gracias a la Organización de la ONU para la Agricultura y la Alimentación (FAO). Por casualidad, cayó en sus manos un estudio sobre los riesgos del crecimiento mundial de la población y, entre las soluciones al problema, estaba la entomofagia: el consumo de insectos.

    «Hasta entonces jamás había comido un grillo o un gusano, recuerda Auriol, pero tenía curiosidad». Y de aquella curiosidad nació pronto un proyecto: Auriol se comió su primer insecto, se reunió en Asia con pequeños productores y sentó las bases de su negocio con grillos y gusanos, pues éstos son comparativamente más fáciles de alimentar.

    Actualmente, en las salas de su criadero saltan y se arrastran en torno a dos toneladas de insectos. ¿Cuántos suman ese peso? «De momento, millones», señala Auriol, «Pero a finales de este año tendremos más de mil millones.»

    Al contrario que las granjas de gallinas ponedoras, los criaderos de Auriol son un espacio agradable. Los grillos crecen en unas cajas ventiladas y tienen también su espacio en una especie de «rascacielos» a base de hueveras de cartón. En cambio, los gusanos viven en unas cajas negras de plástico con paja, en una zona con más humedad.

    Para alimentarlos utiliza harina de trigo, cebada, verdura y fruta, todo procedente de cultivos biológicos. «Eso hace que para muchos consumidores sea más fácil aventurarse a probar algo así», afirma el empresario. Aunque por el momento, muchos de sus clientes son fans de los insectos o paladares aventureros.

    Aunque esto cambiará pronto. Auriol se ha asociado con David Faure, el joven dueño del restaurante «Aphrodite» en Nizza. Se trata del primer local con una estrella que ofrece un menú a base de insectos. Faure introduce gusanos en cubitos de puré de guisantes con espuma de zanahoria y elabora una crema de maiz con foie al horno y grillos crujientes. En otros platos, utiliza insectos para aderezar el bacalao o en bolitas de gelatina de whisky.

    «Siempre quise sorprender, desconcertar y llamar la atención con nuevos alimentos y nuevas técnicas», explica el chef. Pero a la hora de utilizar estas «divertidas pequeñas bestias» no se trata de saltar a los titulares, sino de descubrir nuevos sabores, añade.

    Según Faure, hacía años que tenía intención de elaborar un menú de insectos, pero a la hora de importarlos no podía garantizar que la producción cumpliera los estándares de higiene europeos. Ahora, con Micronutris, la empresa de Auriol, tiene la solución.

    Habrá que esperar a marzo para ver si Faure mantiene su estrella Michelin con insectos en el menú. «Por supuesto que David teme por su imagen», señala Auriol. En su caso, el riesgo es mucho mayor que en un restaurante mexicano que ofrezca tapas con insectos, añade. Pero por otro lado llegan nuevos clientes atraídos por el menú de 59 euros (80 dólares) llamado «Alternative Food».

    Fuera de Europa, los insectos contribuyen a la alimentación de unos 2.000 millones de personas, según los cálculos de la FAO. En grandes ciudades como Kinsasa o Bangkok se consumen al año toneladas de insectos. «Son muy nutritivos, con alto contenido en proteínas, grasas y minerales», señalan los expertos de la organización de Naciones Unidas.

    Las pasadas Navidades, Auriol hizo negocio con sus bombones de grillos y su pack gourmet, que se agotaron días antes de las fiestas. Pero aún queda un tiempo para que la producción sea rentable. Según calcula, actualmente producir un kilo de insectos cuesta siete veces más que un kilo de carne: secar 40 grillos le cuesta 12,50 euros.

    En el futuro, la producción se centrará en obtener polvo y pasta a base de insectos, por ejemplo para barritas de muesli o galletas, añade. Ahí, además, la barrera psicológica de los consumidores es menor.

    Por Ansgar Haase

  • Comerse la naturaleza a bocados

    Comerse la naturaleza a bocados

    5763409wMadrid, 30 nov (EFE).- Comerse la naturaleza en estado puro para conservar los bosques es la opción que propone la entidad sin ánimo de lucro PEFC con el fin de impulsar la economía verde y el desarrollo rural en España, uno de los países europeos con mayor superficie forestal.

    Piñones, castañas, miel, plantas aromáticas, trufas o setas son algunos de los productos a los que PEFC pretende dar valor con su certificación forestal, un sistema al que se ha adherido un millar de empresas españolas de la mano de esta organización internacional, con sede en Madrid desde 1999.

    El proyecto «Sabores de Bosques Sostenibles», afirma a Efe la secretaria general de la entidad, Ana Belén Noriega, hace énfasis en los productos comestibles del bosque: «Es interpretar el bosque a través del sabor, olor y aromas», en vez de ceñirse a lo obvio (madera, leña, papel…).

    En definitiva, se apuesta por la sostenibilidad forestal desde todos los posibles aprovechamientos, añade Noriega durante un viaje de prensa al municipio de Ágreda (Soria), situado en la Red Natura 2000 a los pies del Moncayo, la máxima cumbre del Sistema Ibérico en cuyo entorno destaca la riqueza de sus frutos del bosque, incluidas las valiosas trufas e innumerables tipos de setas.

    Hoy la mitad del territorio nacional es forestal, del que el 50 % es arbolado y de éste 1,6 millones de hectáreas están certificadas por PEFC. Un porcentaje aún «bajo», ya que supone el 8 % de las quince millones de hectáreas arboladas del país.

    Certificar significa contar por qué un bosque está bien gestionado a través de indicadores relativos a la biodiversidad, los aspectos sociales de las personas que trabajan en el monte y el bienestar de los animales (caso de los cerdos ibéricos de las dehesas).

    De hecho, el jamón ibérico es el primer producto certificado con el sello PEFC que ya se comercializa y en breve se añadirán otros, avanza Noriega.

    Hace unos años, un grupo de propietarios forestales decidieron certificar, además de las dehesas, toda la cadena de producción de sus chacinas y embutidos (desde los mataderos, saladero y secador hasta el propio bienestar de los animales).

    De acuerdo con Noriega, su organización «pretende que los montes sean un motor de economía verde, de desarrollo rural: hemos estado envueltos en una crisis virtual y queremos una economía ligada al medio y al recurso natural».

    Aglutinar los productos del monte bajo el sello PEFC, asegura, ayudará a entender que hay una economía y un modo de vida basado en el medio rural, así como a asegurar la riqueza de la flora y fauna.

    Además, el consumidor tiene la garantía de que lo que llega a su mesa ha tenido una gestión adecuada y podrá seguir su rastro desde su origen (la llamada trazabilidad).

    «Sabores de Bosques Sostenibles» quiere llevar estos productos al mercado gourmet. De hecho, una encuesta de PEFC a chef españoles reflejó que ya los incorporan de forma habitual en sus cocinas, entre otras razones porque les sugiere «calidad, sabor, alta gama».

    En declaraciones a Efe, la chef Charo del Val, nacida en Ágreda, coincide en que este proyecto es una vía para ayudar a los pequeños productores para que «puedan abrirse un camino en un mercado muy competitivo y complicado».

    «Agruparlos, unirlos, darles unas expectativas de negocio y guiarles para que sepan cómo llegar al mercado», resume la cocinera, autodidacta de formación, que asevera que estos productos del bosque «siempre se han usado en la cocina, no es algo que se haya inventado ahora, pero hay que enseñar a las nuevas generaciones».

    La alta cocina «no significa cocinar con productos caros sino con productos en su mejor momento. Poseen sabores y aromas muy difíciles de encontrar en cualquier otra materia prima, porque es Naturaleza».

    España es uno de los países europeos pioneros en la certificación forestal de producto comestible y tiene múltiples beneficios.

    Sirve a los propietarios como prueba independiente de que sus bosques están bien gestionados; ayuda a mejorar la imagen de la industria y fomenta la compra de estos productos, lo que se traduce en un apoyo directo de los consumidores finales a la selvicultura sostenible.

    La certificación consta de dos procesos independientes, pero enlazados: la certificación forestal que asegura que los bosques son gestionados bajo unos requisitos ambientales, sociales y económicos, y la certificación de la cadena de custodia, que permite la trazabilidad de la madera y otras materias primas de origen forestal, desde su origen hasta el producto final.

    Marina Segura Ramos.