Categoría: Entrevistas

  • Leyendas de la comunicación: Pablo Barrón

    Leyendas de la comunicación: Pablo Barrón

    Siempre es un placer hablar con leyendas del mundo de la comunicación, y en está ocasión lo hemos hecho con Pablo Barrón, una persona con una gran trayectoria profesional a sus espaldas y además una enciclopedia viviente, tanto del pasado y presente. Cada jornada nos ofrece en diferentes formatos exclusivas, programas y análisis de actualidad.

    Barrón

    Barrón es un todoterreno, una persona con la que realmente se puede hablar y aprender, amigo de sus amigos, fiel a sus ideas y además de saber hablar y comunicar también tiene la capacidad de saber escuchar, innovar y seguir sorprendiendo cada día a miles de personas en todo el mundo.

    Pueden escuchar la entrevista en el siguiente podcast.

     

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  • Adiós al chupete: cómo sacárselo a los niños sin que sea un trauma

    Adiós al chupete: cómo sacárselo a los niños sin que sea un trauma

    (dpa) – Los especialistas recomiendan que los niños dejen de usar el chupete a los dos años, a más tardar, para evitar malformaciones en los maxilares y los dientes. Pero eso es más fácil de decir que de implementar. ¿Cómo pueden entonces ayudar los padres a sus hijos en este proceso? ¿Y por qué es importante que sean cuidadosos a la hora de quitarles el chupete?

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    Un chupete, junto a un bebé. Foto: Sebastian Gollnow/dpa

    «La presión genera resistencia, eso siempre vale en los niños», dice Nicola Schmidt, autora de varios libros sobre educación infantil en Alemania. «En cuanto al chupete, la presión también genera miedo, vergüenza y estrés, lo cual es doblemente desaconsejable, dado que el niño debe justamente aprender a calmarse sin chupete. Cuanto menos se lo presione, mejor irá todo», explica esta madre de dos niños.

    Schmidt sabe muy bien que para los más pequeños puede ser difícil separarse definitivamente del chupete.

    Pregunta: ¿Por qué muchos niños dependen tanto del chupete?

    Nicola Schmidt: Por un lado, el chupete es una costumbre y nuestro cerebro ama las costumbres y las deja de lado solo bajo protesta. Por el otro, el chupete es un consuelo para muchos niños y los ayuda a la hora de dormir. Esto crea un vínculo estrecho con el chupete, especialmente cuando está siempre disponible. Cuando no está a mano, genera una sensación de vulnerabilidad y pérdida de control en el niño.

    Pregunta: ¿Cuál es el mejor momento para que el niño se desacostumbre y qué situación deben esperar los padres?

    Schmidt: Los asesores en lactancia materna recomiendan empezar en torno al octavo mes, mientras que los dentistas se preocupan por los dientes a partir del segundo año de vida, así que lo mejor es empezar lo antes posible.

    Además, debemos hacernos a la idea de que desacostumbrarse es para muchos niños algo que lleva no solo tres días o dos semanas. Puede llevar bastante tiempo.

    En determinadas situaciones muy movilizantes, como las mudanzas, el nacimiento de un hermano o la separación de los padres, incluso conviene esperar un momento mejor, ya que en estos casos el chupete se puede volver más importante que antes. Lo mejor es darle algo de tiempo a toda la situación.

    Pregunta: ¿Cuál es la mejor manera de manejarse para los padres?

    Schmidt: Lo ideal es haber desarrollado ya una especie de rutina. Esto significa que el niño recibe el chupete en determinados momentos, como por ejemplo en el auto, o a la hora de dormir, que este tiene un lugar de guardado fijo y ningún sobrenombre. Es decir, la idea es que el chupete no esté siempre a mano. De esta forma, el niño aprende que hay otras formas de calmarse sin necesidad del chupete.

    El desacostumbramiento en sí se produce luego en tres pasos:

    Primero hay que aclararle al niño por qué debe despedirse del chupete, reconociéndole que comprendemos que no le guste demasiado el plan. Algo así como: «Es importante que lo hagas por tus dientes, aunque entiendo que estés triste».

    En segundo lugar, debemos aceptar que nuestro hijo estará en un primer momento triste y enojado y que quizá sea difícil calmarlo. Eventualmente, deberá aprender un nuevo modo de regulación, que hasta ahora recaía por completo en el chupete.

    En tercer lugar, es útil buscar ejemplos a seguir y rituales. ¿Hay otro niño que también esté dejando el chupete? Los rituales activos son buenos para los niños. Esto significa que es mejor que sea él mismo quien cuelgue el chupete en el «árbol de chupetes», por ejemplo, en vez de que un «hada de los chupetes» se lo saque de un día al otro sin aviso previo.

    Finalmente también es importante tenernos en cuenta como padres en esta ecuación. ¿Lograremos brindarle un consuelo sincero al niño? ¿Somos capaces de decir: ‘Te entiendo, estás enojado y triste. Ven, vamos a ver qué te puede ayudar ahora’? ¿O estamos atravesando justamente un momento de estrés y nos costará pasar por algo tan movido, soportar llantos y gritos? También hay que tener en cuenta estas cosas. A fin de cuentas, el que debe desacostumbrarse al chupete no es solo el niño, sino también nosotros como padres.

    Por Isabelle Modler (dpa)

  • Sentir, pensar, actuar: cómo lograr la felicidad

    Sentir, pensar, actuar: cómo lograr la felicidad

    (dpa) – Algunos creen que se puede comprar, otros que depende del destino de cada uno, pero nada más alejado de eso. La felicidad es alcanzable, pero por otras vías. Y es posible hacerlo con la propia intervención, asegura Florian Becker, profesor de psicología que investiga y enseña desde hace más de 25 años sobre los principios del éxito y se ocupa de las causas y consecuencias de la felicidad.

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    Una mujer y un hombre, sentados juntos en la hierba de un parque (escena posada). El objetivo de muchas personas en la vida es ser felices. Foto: Mohssen Assanimoghaddam/dpa

    En esta entrevista, explica por qué debemos cambiar totalmente nuestra forma de pensar al respecto.

    Pero, antes, Becker aclara: «La felicidad psicológica se compone de tres elementos: sentir, pensar y hacer. Se trata de la dimensión de las emociones positivas percibidas momentáneamente, es decir, de nuestro sentir», dice.

    Para él se trata también de cómo uno valora su vida, si tiene sentido, si uno mira con optimismo al futuro o si tiene tareas que cumplir que lo llenan y le generan felicidad.

    dpa: Se dice que cada uno forja su propia felicidad. ¿Es eso cierto?

    Florian Becker: En parte. Sabemos que una clara parte del «ser feliz» viene de nacimiento. Algunas personas suelen sentirse más frecuentemente infelices, aun cuando su situación objetiva es buena, y otras, felices.

    Y lógicamente también hay características de cada situación que no podemos cambiar realmente: es decir, en qué familia nacimos, en qué sociedad, en qué situación de salud o política. Pero tenemos en nuestras manos un tercio sobre el que sí podemos influir.

    dpa: ¿Qué podemos hacer para ser más felices?

    Becker: Suena a lugar común, pero suficiente sueño, suficiente movimiento, especialmente en el verde, meditación y alimentación saludable forman parte y está demostrado que tienen efectos positivos sobre el sentimiento de felicidad.

    Deberíamos hacer mucho de las actividades que nos hacen bien. Y dejar las que no nos hacen bien. Por ejemplo, delegándolas o reorganizándonos. Si me pone nervioso hacer la declaración impositiva, se la doy a un contador. O si odio el camino al trabajo y constantemente quedo atrapado en el tránsito debería intentar hacer más teletrabajo.

    dpa: ¿Puedo influir en mi felicidad con el pensamiento y los sentimientos?

    Becker: También en ese sentido es mucho lo que está en mis manos. Por ejemplo, si me entrego a sentimientos negativos como la envidia, la rabia o la venganza o si, por el contrario, impido ese tipo de emociones. Al pensar, es importante cómo veo mi vida: si me concentro en lo que va bien o en lo que no va tan bien.

    dpa: ¿Puedo hacer algo mal en el intento de ser feliz?

    Becker: Sí, ¡si partimos de creencias equivocadas! Por ejemplo, si se cree que la felicidad es un subproducto del éxito o del tener mucho dinero. La prosperidad, el éxito en una carrera o un matrimonio influyen en nuestra felicidad, pero solo marginalmente, demuestran los estudios. Pero muchas personas lamentablemente creen en su interior: «Quien dice que la felicidad no se puede comprar es que no conoce el lugar correcto para comprar».

    dpa: Pero si después de mucho ahorrar me puedo comprar por fin el coche de mis sueños o esos zapatos nuevos, ¡entonces me siento feliz!

    Becker: Eso es cierto. Pero solo a corto plazo. Lo interesante es que ese sentimiento se desgasta rápidamente. Se llama rutina hedonista. La alegría no dura mucho y después tenemos que comprar otra cosa nueva. Y una y otra vez. Es un círculo vicioso.

    dpa: ¿También se desgasta el ganar la lotería?

    Becker: ¡Sí! Hay estudios en los que se investiga a personas que juegan a la lotería y no ganaron y a aquellas que jugaron y ganaron. Poco después de ganar, lógicamente, hay una enorme diferencia. Los ganadores están completamente felices. Pero lo interesante es que tras aproximadamente un año ya no hay diferencia en cuanto a la satisfacción vital y la felicidad que las personas describen. Repito: más dinero no es la solución.

    dpa: ¿Y qué aprendo de ello?

    Becker: Tenemos que cambiar completamente la forma de pensar sobre la felicidad. Aun cuando en principio parece disparatado para muchos: la felicidad no es tanto un subproducto del éxito y de las buenas condiciones de vida, sino más bien la causa de estos. Quien es feliz es, como consecuencia de ello, más querido, más sano, más exitoso en lo profesional y tendrá mayor probabilidad de tener citas.

    dpa: ¿La felicidad también es contagiosa?

    Becker: ¡Por supuesto! No podemos comprar la felicidad, pero hay un montón de posibilidades de enriquecer nuestra felicidad. Una relativamente sencilla es realmente encontrarse más seguido con gente que es feliz y que irradia felicidad.

    Y la segunda es: si nosotros mismos somos felices y estamos de buen humor, ¡eso es reflejado! Cuando le sonreímos a alguien, esa persona muchas veces también nos sonríe. Así entramos en un circuito positivo, una dinámica positiva y realmente podemos hacernos más felices a nosotros mismos y adicionalmente también a los demás.

    dpa: ¿Qué me puede ayudar a ver cada día de manera más positiva?

    Becker: Una medida sencilla es llevar una especie de diario de agradecimiento y, por ejemplo, pensar antes de dormir tres cosas nuevas y preguntarse: ¿por qué estoy agradecido hoy? Puede ser algún acontecimiento en el trabajo, un bonito encuentro, la vista de una flor, lo que sea. Quizá una puede ser que ese día haya leído una entrevista interesante sobre la felicidad y me haya inspirado a través de ella.

    Toda persona encuentra cosas que fueron buenas. Se trata de acostumbrar a nuestro cerebro a esta nueva perspectiva. Muchos están acostumbrados a preguntar: «¿qué molesta, qué funciona mal, dónde hay un riesgo, qué me fastidia?». Lo ideal es aprender a dirigir nuestro pensamiento hacia aquello que es positivo. Este ejercicio debería volverse una costumbre, que entrenemos nuestro cerebro para prestar atención a cosas que son buenas. Así también veremos más oportunidades en las relaciones y en el trabajo.

    dpa: ¿Y entonces también nos sentiremos felices?

    Becker: ¡Definitivamente! Y el resto nos resultará más fácil: más salud, mayor bienestar y relaciones más satisfactorias.

    Por Katja Sponholz (dpa)