
San Pablo (dpa) – Un enorme árbol de ceiba adorna la plaza central de la ciudad de San Pablo al igual que muchos otros sitios en Guatemala. La ceiba es el árbol nacional, pero no es el que más abunda en el país centroamericano.
En esta región tropical cálida y húmeda el más común es el árbol del café o cafeto, que se ve a lo largo de innumerables plantaciones pequeñas.
En Europa hay mucha demanda de café de Guatemala. Según la Comisión de la Unión Europea (UE), el año pasado se importaron alrededor de 43.000 toneladas de café de Guatemala por un valor de 130 millones de euros (unos 142 millones de dólares).
Nombres como «Finca Berlín» nos recuerdan que algunas plantaciones fueron fundadas por alemanes expulsados del país durante la Segunda Guerra Mundial. Sus tierras fueron confiscadas y fraccionadas.
Una gran parte de los granos que se cultivan aquí se venden en tiendas alemanas como café orgánico de Comercio Justo (Fairtrade). Sin embargo, debido a la caída de los precios en el mercado mundial la situación de los caficultores de la región se ha vuelto insostenible.
«Hoy en día el cultivo del café definitivamente ya no es rentable», asegura José de León, propietario de una plantación de cinco hectáreas, una de las más grandes de San Pablo.
En Alemania el café es una de las bebidas más populares. Según la Asociación Alemana del Café, el año pasado se bebió un promedio de 164 litros de café por habitante.
Cifras de la Organización Internacional del Café (OIC) indican que el precio de este producto cayó casi un siete por ciento en agosto en comparación con julio.
Además, a 96,07 centavos de dólar por libra (454 gramos) el precio del café estuvo a más de ocho centavos por debajo del valor promedio de agosto de 2018. En abril, la libra de café costó 94,42 centavos de dólar, que fue el precio más bajo desde julio de 2006. En abril de 2011 todavía se pagaba más de 2,30 dólares por libra.
La razón principal para esta caída del precio del café es un exceso de oferta. Cada año aumentan los volúmenes de exportación, explica la OIC. Los mayores países exportadores son Brasil y Vietnam.
Desde hace cuatro años, todos los pequeños productores de café en la ciudad guatemalteca registran pérdidas, cuenta Don José, como se conoce al agricultor, de 63 años. Por esta razón, muchos han dejado de cultivar café y han emigrado por falta de alternativas, relata.
«El café es la segunda materia prima más importante que se comercializa en el mundo después del petróleo crudo», señala Katrin Knauf, del Instituto de Economía Internacional de Hamburgo, en Alemania.
El exceso de oferta no se ve compensado con un notable aumento de la demanda, especialmente de China. El café tampoco se utiliza en otros productos, como es el caso de los derivados del petróleo, por ejemplo los cosméticos, añade Knauf.
Los consumidores alemanes compran a menudo la marca de café que está en oferta. Según la empresa de estudios de mercado Nielsen, la cuota de venta que corresponde al café de filtro que está en oferta aumentó en Alemania un 61 por ciento en la primera mitad del año. En el mismo período del año anterior el incremento fue del 59 por ciento.
«El café de filtro, en particular, es un segmento en el que el consumidor tiene muy en cuenta las ofertas», detalla Christiane Stuck, experta en bebidas de Nielsen.
La cuota de mercado en Alemania del café de filtro en oferta fue del 57 por ciento en 2018. Asimismo crece la demanda del café de grano entero, que el año pasado tuvo una participación del 29 por ciento en el mercado, apunta Stuck.
Según Don José, alrededor del 80 por ciento de los aproximadamente 60.000 habitantes de San Pablo viven del cultivo del café.
Unos 87 agricultores se han unido para formar una cooperativa que integra la Federación de Cooperativas Agrícolas de Productores de Café de Guatemala (Fedecocagua), que comercializa el café. Su jefe es suizo.
Para llegar a fin de mes, el productor calcula que el quintal de café (aproximadamente 50 kilos) debería venderse a 750 quetzales (unos 86 euros/94 dólares). «En este momento estamos vendiendo el quintal a 650 quetzales. Muchos solamente pueden seguir adelante gracias a la ayuda de la federación», manifiesta José.
El asesor técnico de Fedecocagua en San Pablo, Leonel Carmelo, destaca que los productores cumplen con las normas orgánicas exigidas por Estados Unidos y la Unión Europea, pero que esto no es debidamente remunerado.
«Entonces, los productores nos preguntan: de qué nos sirve que los clientes estén satisfechos de poder consumir un producto libre de químicos si nosotros pasamos hambre?»
Los caficultores no pueden pagar a sus trabajadores el salario diario mínimo legal de poco más de diez euros (10,9 dólares). Para no perder los certificados Fairtrade se pagó por la cantidad de cerezas de café cosechadas en lugar de un salario diario, detalla Carmelo.
Pero además, el dinero tampoco alcanza para fertilizar, plantar o eliminar malezas con la misma frecuencia que antes. A largo plazo se verá afectada la calidad del café y eso llevará a una reducción de los puestos de trabajo, asegura el técnico.
«Al no poder encontrar ningún empleo en la zona los trabajadores emigran a las ciudades, a México o a donde todos quieren ir: a Estados Unidos», agrega.
En muchos casos el precio que se paga a los agricultores es insuficiente para cubrir los costos de producción y esto afecta gravemente su subsistencia, señala un informe de la OIC de mayo.
«Las empresas multinacionales de café pagan a los caficultores sólo una cuarta parte del precio establecido en el Convenio Internacional del Café de 1983», indica el guatemalteco Fernando Morales de la Cruz, fundador de la iniciativa Café for Change. El objetivo de su organización es lograr un intercambio justo entre los cafeteros y las empresas.
Según Morales de la Cruz, la Unión Europea es el mayor importador de café del mundo y el que más se beneficia de la miseria en las regiones productoras. Para Morales, no cabe duda de que agricultores como Don José se enfrentan a tiempos difíciles.
Por Nick Kaiser y Marc Niedzolka (dpa)