Whistler, 2 jun (dpa) – Steven Mnuchin estrecha manos, sonríe, habla de conversaciones productivas, pero nunca antes un secretario del Tesoro estadounidense lo había tenido tan difícil en un encuentro del G7. El ex banquero tiene que hacer frente en la localidad canadiense de Whistler a la difícil situación en la que lo ha metido su presidente Donald Trump. El G7 en Whistler parece un «G6 contra uno».
Whistler, una estación de esquí, está repleta de nieve, y nunca antes había sido tan glacial el ambiente en un encuentro del G7 (Estados Unidos, Canadá, Japón, Reino Unido, Francia, Italia y Alemania). Las sonrisas al ver las marmotas, los ríos de agua cristalina o los nativos danzando para los ministros desaparecen en el momento en el que empiezan las reuniones a puerta cerrada.
¿Qué valores comparten todavía? ¿Qué valor tienen los tratados firmados? ¿De verdad cuentan las alianzas trasatlánticas si el presidente Trump las corta de un hachazo? Es como si se hubiese declarado una guerra comercial a los amigos. En Whistler los participantes dejaron entrever que Mnuchin no estaba muy feliz con los aranceles impuestos al acero (25 por ciento) y el aluminio (10 por ciento) procedente de la Unión Europea, México y Canadá. Pero se trata de un problema básico para los socios: ¿Qué poder e influencia tienen los secretarios (ministros) del Gobierno de Trump? Al final lo que cuenta es que «el presidente es el que decide».
No sin sarcasmo, uno de los participantes en el encuentro en Whistler apunta que después de todo, al menos sí pudieron ponerse de acuerdo en más oportunidades para las mujeres y en la movilización de más capital para la ayuda al desarrollo. Al final de este tipo de encuentros es habitual emitir un comunicado, pero en esta ocasión ni siquiera se intenta. Nadie evita esconder el conflicto comercial.
Se trata de un aperitivo de lo que será la cumbre de jefes de Estado y de Gobierno el próximo 8 y 9 de junio. Además, la Unión Europea y Canadá están dispuestos a mostrar firmeza en este asunto y acudirán con contra-aranceles y demandas interpuestas ante la Organización Mundial del Comercio (OMC), de lo que ahora no se habló suficiente. A Trump le gusta venderse como un buen forjador de acuerdos, despreciando todo tipo de debilidades, pero la cuestión es si aquí alguien puede ganar.
Por ejemplo en el caso de Canadá. Es un país cuyo comercio exterior se desarrolla en un 75 por ciento con Estados Unidos, una larga amistad que ahora está en juego. El primer ministro liberal Justin Trudeau se ha dejado cortejar en Washington por Trump, pero eso no ha servido de nada. Canadá es el que más acero suministra a Estados Unidos y también mucho aluminio para la industria del automóvil. Se trata de un comercio que tiene un volumen de casi 17.000 millones de dólares al año. Ahora Canadá quiere imponer aranceles a los productos agrarios estadounidenses en el mismo volumen comercial. La consecuencia: los productos serán más caros a ambos lados de la frontera, lo que pone en riesgo puestos de trabajo.
Trump lucha en tres frentes: China, la Unión Europea y el acuerdo de libre comercio TLC o Nafta con México y Canadá. Pero los canadienses, al igual que los europeos, presionan desde dentro de Estados Unidos. Es en las regiones rurales del interior del país donde se concentran los votantes de Trump y cuando empiecen a notar las consecuencias podría aumentar la presión sobre el presidente para que cambie de parecer, puesto que ya tiene la mirada puesta en la campaña para su reelección en 2020.
La Unión Europea impondrá aranceles a productos de empresas en los lugares donde influyentes republicanos tengan su distrito electoral. Entre esos productos figura el whisky, la crema de cacahuete, las motos y los jeans.
El ministro de Finanzas alemán y vicecanciller Olaf Scholz, que suele ser comedido, habló de infracción de la ley y de un ataque a la soberanía de Europa. En opinión de todos los implicados, los aranceles «no son compatibles con las normas que nosotros nos hemos dado en todo el mundo y van contra la ley», dijo Scholz. Se trata de dar una respuesta clara e inteligente.
Como se veía que el conflicto iba a escalar, la Comisón Europea ya entregó hace dos semanas a la Organización Mundial del Comercio una lista con los productos a los que se iba imponer aranceles. La UE quiere mostrar así que actúa unida y se atiene a las normas.
Si la OMC da luz verde, las contramedidas entrarán en vigor el 18 de junio. La demanda de la UE y Canadá radica en que Estados Unidos ha dado como argumento para imponer aranceles que sin ellos corre peligro la seguridad nacional, pero nadie sabe cómo se explica ese razonamiento.
No obstante, los europeos deberían preguntarse también si no hubiesen podido evitar esta situación con una oferta más generosa a Estados Unidos, como bajar los aranceles a sus vehículos, por ejemplo. Ahora todo se está agravando de forma dramática. Pues en el Viejo Continente preocupa Italia. La tercer economía del euro cuenta con un Gobierno euroescéptico y sin experiencia. La turbulencia política en Italia se dejó sentir en el encuentro en Whistler, donde la delegación italiana era mínima.
Nadie quiere pronunciarse públicamente sobre Italia en Whistler. La directora del Fondo Monetario Internacional (FMI), Christine Lagarde, advirtió ya hace meses: «Reparen el tejado mientras el sol siga brillando». El sol ha dejado de brillar, pero no hay un plan para reformar Europa y en parte se debe a las reticencias alemanas.
Ahora se busca a toda prisa que en junio ya exista una propuesta para convertir el Mecanismo Europeo de Estabilidad en un fondo monetario europeo. Además se deben aclarar los detalles para crear una unión bancaria, pero es algo más que cuestionable en vista del nerviosismo en los mercados financieros por cómo se va a estabilizar Italia y cómo se van a proteger sus bancos.
Uno de los pocos optimistas en Whistler es el ministro de Finanzas británico, Philip Hammond, quien comentó que a Trump, con su particular estilo, le gusta llevar personalmente la negociación y por ello no descarta que en la cumbre del G7 haya un cambio de tendencia aun cuando la Unión Europea haya asegurado que sólo negociará cuando se retiren los aranceles. El secretario del Tesoro Mnuchin podrá no obstante reportar en Washington que el enfado es enorme.
Por Georg Ismar (dpa)