Recetas, cursos, concursos, libros, nuevos restaurantes. La comida nos rebosa. La gastronomía es un reclamo y una inversión. En un año abren, solo en Madrid, medio millar de restaurantes. Los hay que no cumplen el año, otros mueren de éxito porque no dan abasto. Hay cocineros que renuncian a la estrella Michelin porque se arruinan en el camino. ¿Hay demanda para tanta oferta? ‘La burbuja gastronómica’, este lunes en ‘Comando Actualidad’.
Un señuelo de 300 kilos. Una nube de personas, teléfono móvil en mano, se arremolina frente a un camión. Buscan en plena calle salir en la foto junto a un atún de 300 kilos. Posan frente al descomunal pescado mientras tres personas lo meten en un restaurante del centro de Madrid. El espectáculo es idea de Christofer, el dueño del establecimiento. Está especializado en atún y es su manera de atraer comensales. El show, con ronqueo y degustación incluidos, sale a 40 euros por persona. Christofer consigue llenar el restaurante de gente y de comentarios su web
Todos somos críticos. Juan acaba de terminar de comer el menú diario, coge su teléfono, hace una foto y puntúa el plato. La felicidad o la desilusión por la comida o por el servicio se sirven a golpe de clic. Entre todos los comentarios se genera un promedio, reflejado en el número de estrellas que un sitio puede recibir. Una crítica muy negativa puede hundir un negocio, otra muy positiva puede elevar al olimpo gastronómico un menú deplorable. ¿Son fiables las listas?
Miquel, el chef que renunció a la estrella. Sus buñuelos de bacalao, su turrón de foie o su manera de cocinar la sepia le alzaron a lo más alto del podio gastronómico. En su restaurante de Denia lucía orgullosa una estrella Michelin hasta que un día la cuenta de gastos se infló como un suflé y pudo con todo. Miquel y Puri, su esposa, se arruinaron. Renunciaron a la estrella, empezaron de cero y montaron otro establecimiento en el que ofrecen recetas a 40 euros de precio medio.
El cocido de Carmelo o el triunfo sin estrellas. Manteles de papel, sillas de escay, mesas de la abuela. Un día ofrece cocido completo; otros, paella. Carmelo y su hermano Antonio atraen por igual a obreros, funcionarios, amas de casa o modernos. Con su bar, al que muchos apodan ‘el cutre’, han conseguido hacerse un hueco en los primeros puestos entre de los diez mil bares de la capital. ¿Cuál es su secreto?