Buenos Aires, 9 may (dpa) – Las estadísticas indican que la economía argentina crece y bajan la pobreza y el desempleo. Pero el Gobierno del centroderechista Mauricio Macri comenzó a perder su mejor activo, la confianza, y se desató una tormenta perfecta sobre el peso argentino y los bonos soberanos que lo llevaron a pedir un multimillonario auxilio al FMI.
El ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, ya se encuentra negociando en Washington con ejecutivos del Fondo Monetario Internacional (FMI) una línea de financiamiento preventivo que, según diversas fuentes, podría trepar hasta 30.000 millones de dólares.
«Quemaron la última carta cuando en realidad no había ningún vencimiento perentorio, ningún problema de pagos», advirtió el economista Martín Redrado, ex presidente del Banco Central de la República Argentina (BCRA, emisor). Hasta ahora, el FMI «no tuvo otro programa que no sea de ajuste», señaló el experto, que aconsejó al Gobierno mirar «al consumo, la inversión y las exportaciones».
En Argentina, el país que preside este año el G20, el FMI es sinónimo de crisis y ajuste, el último recurso cuando ya no queda otra alternativa.
El arco político opositor se pronunció en contra de un nuevo acuerdo con el Fondo. En tanto, el 75 por ciento de la población cree que es inadecuado acudir ahora al organismo, según un sondeo que difundió hoy la consultora del analista Sergio Berensztein.
Dujovne aseguró sin embargo que el Fondo Monetario aprendió de sus errores y no es el mismo que el que tuvo injerencia directa en la política económica argentina durante el Gobierno del radical Fernando de la Rúa (1999-2001), con duros programas de ajustes y recortes de gastos a cambio de multimillonarios créditos en el plan de «blindaje financiero» y el «megacanje» que postergó el vencimiento de deuda.
Las consecuencias son recordadas por todos: el «corralito» financiero, devaluación, recesión y una de las crisis sociales, económicas y políticas más profundas del país sudamericano que hundió a la mitad de su población en la pobreza y de la cual le costó años salir.
Con estos antecedentes, la decisión del Gobierno de centroderecha de Macri de recurrir al FMI señala que la situación actual podría representar grandes riesgos para el país.
En medio de un contexto de alto gasto público y déficit fiscal, desequilibrio en las cuentas externas y una política económica gradualista dependiente del financiamiento externo, que multiplicó el endeudamiento público, el Gobierno de Macri no pudo doblegar al dólar en las últimas dos semanas. Las medidas que lanzó, entre ellas llevar las tasas de interés de referencia a un 40 por ciento y reducir la meta de déficit fiscal de 3,2 a 2,7 por ciento, además de inyectar varios miles de millones de dólares en el Mercado Único y Libre de Cambios (MULC) para satisfacer la demanda de divisas, no alcanzó.
El impuesto que comenzó a regir a fines de abril sobre los tenedores extranjeros de Lebacs (letras del Tesoro) desató una salida masiva de capitales e incrementó la volatilidad, en el marco de un fortalecimiento del dólar a nivel global tras el alza de tasas de interés en Estados Unidos, y se agravó la presión sobre el peso.
El alza de la cotización del dólar en Argentina suele derivar de forma casi inmediata en una subida de precios internos y, por consiguiente, en un aumento aún mayor de la inflación que la Administración no pudo domar en sus casi dos años y medio de gestión. Una espiral inflacionaria, sumada al derrumbe del peso y una desconfianza generalizada, tanto interna como externa, podría derivar en una crisis profunda.
Consciente del riesgo, el Gobierno negoció el martes a última hora un acuerdo con las petroleras para congelar por dos meses el precio de los combustibles.
«Del efecto susto al alquiler de confianza», señaló el economista Néstor Scibona en una columna que publicó hoy el diario «La Nación». «La Casa Rosada comprobó en carne propia la lógica de los fondos internacionales de inversión, donde en cuestión de semanas un país puede pasar de deudor confiable a demasiado riesgoso», sostuvo.
El ex director para América Latina del FMI Claudio Loser analizó en tanto que Argentina vive «una crisis difícil pero mirándola en perspectiva, no es la peor». «Va a doler hoy. Es un poco de dolor hoy versus mucho dolor mañana», confió a radio La Red.
Redrado descartó en tanto que la crisis desate el riesgo a corto plazo de una salida abrupta de depósitos del sistema bancario que pudiera lleva a un nuevo «corralito» financiero. «El nivel de endeudamiento es la tercera parte de lo que la Argentina tenía en esa época. En segundo lugar, el sistema bancario tiene unas espaldas, un nivel de liquidez, que sobrecumple los estándares internacionales y tampoco tenemos un sistema financiero lleno de títulos de deuda pública. Y además, los precios de las materias primas son el triple de lo que eran en 2001», sostuvo. «No me hablen de 2001, no hay corralito», aseguró.
Por Cecilia Caminos (dpa)