Buenos Aires, 20 abr (dpa) – Calabozos infestados de insectos y roedores, algunos de ellos sin ventilación, luz natural o artificial, agua ni baños. Allí, los detenidos orinan y defecan en recipientes plásticos dentro de sus celdas.
Este panorama, que es cotidiano, pudo observar el relator especial de las Naciones Unidas para la Tortura, Nils Melzer, en diferentes cárceles y comisarías de la capital y tres provincias argentinas que visitó en los últimos diez días en el país.
Melzer destacó que en otros lugares de prisión donde los grifos no funcionan, los detenidos están obligados «a tomar el agua de los inodoros que utilizan para orinar y defecar».
Algunos de los prisioneros dijeron «haber sido detenidos por la policía durante períodos prolongados de varias semanas y hasta más de seis meses, muchas veces sin haber visto a un juez o a un defensor público y sin acceso al aire fresco ni a la luz solar».
En el Establecimiento Penitenciario número nueve de la provincia de Córdoba, en el centro del país, diez detenidos conviven durante 16 horas en una celda de tres metros por cuatro de dimensión. Lo hacen, la mayoría del tiempo, acostados o sentados en sus literas.
No tienen instalaciones sanitarias, luz artificial ni realizan actividad de ningún tipo por falta de espacio.
«Los internos permanecen en estas condiciones sin ningún acceso ni a la luz del sol ni a espacios abiertos durante semanas o meses», explicó hoy Melzer en una conferencia de prensa en Buenos Aires.
En la unidad penitenciaria de Cruz del Eje, también en Córdoba, los detenidos dijeron haber sido «golpeados duramente» mientras estaban encadenados a las camas de metal durante varios días.
En el penal de Bower, situado en las afueras de la capital cordobesa, los reclusos declararon haber sido encadenados o esposados por períodos de hasta tres días.
En casi todas las unidades carcelarias visitadas, Melzer comprobó que «no existen programas especiales para los detenidos que sufren enfermedades de larga duración, incluidos el cáncer y VIH».
«Recibí varias denuncias sobre el uso de técnicas de asfixia conocidas como ‘submarino’ tanto ‘mojado’ (sumergir la cabeza en un líquido) como ‘seco’ (colocar una bolsa de plástico sobre la cabeza)», detalló Melzer entre otros tratos «degradantes».
En más del 70 por ciento de los casos informados de tortura y maltrato, las víctimas aceptaron registrar sus denuncias pero no presentarlas ante las autoridades, agregó el informe.
En ese contexto, la violencia institucional por parte de las fuerzas de seguridad y carcelarias «parece ser generalizada y la impunidad, enorme», agregó el relator de la ONU.
Según los datos recibidos en su visita, Melzer dijo que el 60 por ciento de la población carcelaria pasa detenida preventivamente, en ocasiones, hasta cinco años.
La privación de la libertad, entonces, «aparece como la medida de rutina en respuesta a cualquier sospecha de delito», sostuvo Melzer.
Para poner fin a esta situación, comentó el relator de la ONU, «debe existir la voluntad política de actuar ya, porque esto no puede continuar. Los prisioneros no pueden vivir en estas condiciones. Es como una casa que se incendia», dijo.
Por Gabriel Tuñez (dpa)