El nuevo día a día en Crimea

5999528wucranSimferópol, 3 mar (dpa) – El ambiente en Simferópol, la capital de la ucraniana República Autónoma de Crimea, era al comenzar la semana similar al del ojo de un huracán: bancos y tiendas de telefonía móvil abrían sus puertas y el tráfico era intenso. Muchos ciudadanos se dirígían a sus quehaceres cotidianos, aparentando tranquilidad y sin inmutarse apenas por la presencia de hombres armados sin distintivos en sus uniformes que patrullan las calles de la ciudad.

Muchos incluso saludan directamente su presencia. «Estamos realmente contentos sobre esa toma de posesión», dice Nikolai, un jubilado que camina con ayuda de un bastón por el centro de la decadente ciudad. Para muchos habitantes y curiosos de la península, los uniformados son la nueva atracción turística.

Incluso se toman fotografías con ellos para el álbum familiar o para colgarlas en las redes sociales. «Mi guardaespaldas personal», escribía en broma la usuaria irina_danilevskaya sobre su foto colgada en la red de fotos Instagram, en la que posa en la oscuridad con un enmascarado.

Por el contrario, en el resto del mundo crece la indignación sobre las tropas que repentinamente tomaron bajo su control aeropuertos y edificios administrativos e incluso cuarteles de las unidades ucranianas. En Perevalnoye, a unos 30 kilómetros al sur de Simferópol, encapuchados con armas automáticas bloquearon un cuartel de las fuerzas ucranianas.

Un todoterreno de combate ruso del tipo «Tigr» hace la ronda: con unos 30 vehículos la unidad apareció allí el domingo, mientras los niños siguen jugando en algunas esquinas.

Oficialmente esos hombres armados son «fuerzas de autodefensa» del gobierno regional prorruso y Rusia sólo contribuye con equipamiento. Pero casi nadie duda de que en realidad se trata de soldados rusos.

En Simferópol el jubilado Nikolai los denomina «cascos azules». «Si no estuvieran aquí el Sector de Derecha enviaría a su gente desde Kiev». El Sector de Derecha, un grupo violento que participó en las protestas y la destitución de la cúpula en Kiev, es la imagen del enemigo que los políticos prorrusos y los medios utilizan para difundir su versión de que «fascistas» y «criminales» tomaron el poder en la capital ucraniana situada a 800 kilómetros de distancia.

Y son exactamente las palabras elegidas por el presidente ruso, Vladimir Putin, y su ministro de Exteriores Serguei Lavrov para defender la controvertida intervención militar rusa en Crimea a la que dio luz verde el parlamento ruso el sábado.

Contra los «fascistas» se dirigen también los gritos de guerra de los jóvenes que recorren la ciudad con banderas rusas. En Crimea la mayoría de la población es de etnia rusa y ahora muestra su nuevo poder en las calles de Simferópol.

Tampoco pueden obviarse muchos viandantes con cintas naranjas y negras en sus chaquetas y bolsos, la banda de San Jorge que recuerdan la victoria soviética en la Segunda Guerra Mundial y que son símbolo de patriotismo ruso.

«Muchos de ellos proceden de familias militares soviéticas, eso ha marcado su opinión», cree Valentin Tambovzev, de etnia ucraniana, que se presenta como líder de un grupo de cosacos locales. Hasta ahora la Flota rusa del Mar Negro está estacionada en Crimea, de importancia estratégica. Y Tambovzev acusa a Rusia de pretender «repetir la anexión de Crimea de Catalina la Grande».

Muchos habitantes de etnia ucraniana que viven en Crimea, y que constituyen en torno a una cuarta parte de los alrededor de dos millones de habitantes, piensan igual que Tambovzev. Aún más fuerte es el temor de la influencia rusa entre los tártaros. El pueblo musulmán cercano a los turcos constituye en torno al 12 por ciento de la población.

Durante la Segunda Guerra Mundial bajo la dictadura de Stalin fueron expulsados por su supuesta colaboración con la Alemania nazi y sólo pudieron volver tras la desintegración de la Unión Soviética. Y la convivencia con sus vecinos rusos no es fácil, por decirlo de forma suave.

Los tártaros viven, por ejemplo, en el centro de Simferópol. En el patio de la recién renovada mezquita principal está Aidar Yimambetov, miembro del principal gremio de los tártaros de Crimea. Yimambetov acusa a Rusia de imponerse con «métodos medievales», pero sobre todo muestra su enfado con la Unión Europea, a la que acusa de haber actuado con «demasiada debilidad» en la crisis de Ucrania.

Por Nikolaus von Twickel