Berlín desaparece del mapa, al menos en Sudáfrica

Gobierno Racismo Historia
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Foto: Christian Putsch/dpa

(dpa) – El cartel rojo de bienvenida en el ingreso a Berlín ya forma parte del pasado. Desde finales de febrero, la ciudad ha cambiado su nombre, al menos en la lejana Sudáfrica.

La localidad de 5.000 habitantes se llama ahora oficialmente Ntabozuko y no tiene absolutamente nada del brillo de una gran ciudad como la metrópolis alemana a orillas del río Spree.

«Cuando crecí allí en los años 50, solo había unos 500 pobladores y todos hablaban ‘plattdeutsch’ (dialecto bajo alemán) de Brandeburgo», recuerda Peter Kallaway.

«Y Berlín era en aquel entonces la localidad más grande de la zona, donde también había poblados llamados Potsdam, Hamburgo o Breitbach» (todos nombres de ciudades alemanas), señala el profesor emérito de Ciudad del Cabo, cuyo padre dirigió un taller allí.

Se trata de pequeñas aldeas, cuyos nombres han sobrevivido hasta hoy. Nombres que les dieron los colonos llegados de Europa para recordar sus lugares natales.

Pero pequeños poblados como Braunschweig, Heidelberg, Hermannsburg, Wartburg, Neu-Hannover, Wuppert(h)al o Augsburg están bajo amenaza de un inminente cambio de nombre.

El partido oficialista sudafricano ANC presiona desde hace tiempo y con fuerza para cambiar sus denominaciones.

Mientras que en la vecina Namibia, una antigua colonia alemana en el suroeste del continente africano, los nombres de la época del imperio alemán se africanizaron con cierta vacilación, su poderoso vecino, Sudáfrica, avanza de forma resuelta.

A fines de 2002 hubo ya una primera ola de cambio de nombres de ciudades, regiones y ríos que recordaban a épocas del apartheid o la colonia, o sonaban racistas.

Poco antes del primer y único Mundial de fútbol en África, en 2010, hubo otra oleada de renombramientos en Sudáfrica.

Aquellos cambios en los nombres de numerosas calles en las ciudades anfitrionas de partidos de la Copa del Mundo pusieron en aprietos a los navegadores con GPS y generaron grandes desafíos a los aficionados del fútbol que viajaron para seguir a sus equipos.

Ahora, hay una nueva serie de nombres africanos. La mayor ciudad de la provincia de Cabo Oriental ya no se llama más Port Elizabeth, sino Gqeberha. Cerca de allí se encuentra la planta de la automotriz Volkswagen, en Uitenhage, hoy oficialmente Kariega.

La ciudad portuaria de Port Elizabeth, sobre el océano Índico, nació de un pequeño asentamiento en un costado de un fuerte y fue bautizada con el nombre de la esposa de un gobernador británico.

El nuevo nombre es como se denomina en xhosa, una de las lenguas que se habla en Sudáfrica, al río que atraviesa la ciudad. Ese mismo nombre lleva también un «township», uno de los barrios humildes de los suburbios, en las afueras de la ahora ex Port Elizabeth.

Los cambios de nombres en Sudáfrica no están exentos de polémica y generan resistencia en parte de la opinión pública. La demandada descolonización de los nombres de lugares y regiones llega en un momento en que el país se encuentra en una grave crisis por las restricciones por la pandemia de coronavirus.

Gestos simbólicos innecesarios, que no cuestan nada, según critican los opositores en las redes sociales a los cambios de nombres.

Símbolos urgentemente necesarios en una nación africana independiente, como dicen en cambio los partidarios que apoyan estas medidas. Ellos no quieren nada que recuerde los sombríos tiempos de la segregación racial o la colonización europea.

A veces, en la búsqueda de nuevos nombres también se gestaron compromisos. Apenas once años después del fin del apartheid racista, la capital de Sudáfrica, Pretoria se fusionó oficialmente con la región metropolitana de Tshwane, que cuenta con cerca de dos millones de habitantes.

La denominación Pretoria sin embargo sigue existiendo, ya que el centro antiguo de la ciudad mantuvo el nombre del ex general boer Andries Pretorius.

Por Ralf E. Krüger (dpa)