España se queda sin carteros

(SF) – Cada vez son más los municipios españoles que dejan de tener cartero propio. Los propios carteros han dado la voz de alarma ante la decisión de la entidad estatal de Correos de dejar a varias localidades madrileñas sin cartero, lo que conllevará un “perjuicio grave” en la prestación del servicio en estas localidades.

Los datos nacionales acusan una grave situación: solo quedan 86 pueblos con oficinas de Correos en toda España, de los cuales siete estarían en la cuerda floja si solo se tuvieran en cuenta el número de habitantes por municipio.

El servicio público aún es una de las opciones preferidas por los españoles a la hora de enviar cartas certificadas y paquetes de importancia para los usuarios. Los acuse de recibo todavía tienen su importancia en las empresas y entre los particulares cuando se trata, por ejemplo, de trámites burocráticos relacionados con la Administración.

Sin embargo, cada vez va ganando más terreno el uso del correo electrónico. La mensajería vía Internet ha revolucionado hasta tal punto las relaciones profesionales y el sector de las comunicaciones que valió el Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica de 2009 a los creadores del arroba (@), los ingenieros Raymond Samuel Tomlinson y Martin Cooper.

Los primeros carteros españoles

Eran solo 12 carteros. Y la idea surgió con unas cartas que nadie recogía en la estafeta. En 1756, durante el reinado de Fernando VI, uno de los asesores de la Corte, Pedro Rodríguez de Campomanes tuvo la idea de crear un cuerpo de carteros que repartiese, casa por casa, los envíos postales que los destinatarios no pasaban a recoger por la estafeta. El 13 de octubre de ese año, él mismo firmaba y entregaba su nombramiento a los 12 primeros carteros urbanos de Madrid, uno por cada cuartel en que se dividió la Corte.

Éstos, armados de sacas con la correspondencia atrasada, se encargaban de repartirla, por lo que cobraban al destinatario un cuarto de real de vellón por el servicio. La novedad pronto se convirtió en norma y, en 1798, los carteros ya proliferaban por toda España. Y como era norma en la época, el gremio pidió una divisa propia en forma de uniforme, compuesto por casaca azul, vuelta y chupa encarnada, botón dorado con una orla que se podía leer Real Renta de Correos

Desde entonces, la figura del cartero con su saca y su traje con botones dorados se hizo habitual en el paisaje urbano.