(dpa) – La legendaria historia de Robinson Crusoe suscitó en varias personas el sueño de habitar una isla solitaria. Por otra parte, debido a la pandemia de coronavirus, lo ideal es hacer vacaciones manteniendo la mayor distancia posible y de forma privada. ¿Dónde podría ser esto más fácil que en una isla propia?
Parece una locura, pero no lo es. Sin embargo, para poder cumplir con este sueño, se necesita contar con el capital necesario.
El agente inmobiliario de islas Farhad Vladi lo sabe muy bien. Su fascinación por las islas tuvo su origen, entre otras cosas, en la novela de Daniel Defoe. Desde hace 50 años, este alemán de 75 años vende islas privadas. Hasta ahora vendió unas 3.000 y vio miles con sus propias ojos, desde Canadá hasta Nueva Zelanda pasando por las Seychelles.
«En total, hay unas 12.000 islas privadas en todo el mundo», explica Vladi. «Pero no todo lo que asoma desde el mar sirve como isla privada», añade.
Para obtener un permiso de construcción, la isla debe tener al menos una hectárea de tamaño. También debe ser accesible en bote y ser vistosa. Por otra parte, una isla privada sólo puede estar ubicada en lugares en los que puedan comprar extranjeros.
«Eso incluye a unos 40 países», explica el experto en islas. En Tailandia, con su rico mundo submarino, por ejemplo, esto no es posible.
Muchas de las islas privadas disponibles para la venta también se pueden alquilar para vacaciones a precios que no se diferencian de los de un buen hotel, siempre y cuando se viaje con amigos o familia.
Islas exclusivas por varios millones de euros
¿Y qué hay con la compra de una isla privada? ¿No es algo sólo para súper-ricos? «Quien puede permitirse un buen auto también puede permitirse una isla», asegura Vladi. En la costa este de Canadá se consiguen islas a partir de los 50.000 dólares. Sin construir, se sobreentiende. Sin embargo, también las hay por 30 millones de euros (33 millones de dólares).
Lo más lindo es una isla que ofrezca la libertad de ir y venir cuando se quiere. «No es bueno estar atrapado en una isla», opina Vladi, quien volvió realidad su sueño de una isla propia con una en Nueva Zelanda.
Una vida en Hallig
¿Cómo se siente pasar mucho tiempo en una isla? «Para cada plan siempre se tiene que tener un plan B», asegura Nele Wree. «El clima suele trastocar uno que otro plan», afirma.
Vive desde hace casi siete años en la isla alemana Hallig Suederoog, en el Mar del Norte, en compañía de su pareja, Holger Spreer, y con sus pequeñas hijas Fenja e Ilvy.
Que esta historiadora del arte de 37 años arriende una isla desde 2013 se debe a varias casualidades. También su pareja, que es pescador de oficio, dejó su profesión para irse a vivir a Hallig después de conseguir el puesto en la Oficina para la Protección Costera, Parque Nacional y Protección de los Mares.
Seis kilómetros separan a Hallig, de 60 hectáreas, de la próxima isla más grande, Pellworm. En vez de tendido eléctrico hay paneles solares y generadores diésel. Los caños de agua pasan por la marisma.
Mucho trabajo
«Nuestras principales tareas son la protección de las costas, la protección de la naturaleza y también el turismo. Esto incluye asegurar los límites de la isla, contar las aves y muchas cosas más», explica.
También forma parte de su trabajo el pastoreo en las marismas. Entre su banda «robinsoniana» se cuentan, además de su familia, más de 80 corderos y ovejas, más de 20 patos y gansos, tres terneras, tres pequeños cerdos, un gato y seis colmenas. No suena a hamaca paraguaya y cócteles al atardecer.
«Muchos creen que somos una parejita romántica que pasa todo el día juntos. Pero somos más bien socios en el trabajo», dice Nele Wree y ríe. «Todo el tiempo hay que tomar decisiones comunes», añade.
Mucha calma y arcas llenas
Unas 1.500 personas visitan Süderoog al año en la temporada que va de mayo a octubre. «Esto sólo es posible con una visita guiada por las llanuras de marea o con un barco de excursiones a partir de Pellworm», dice Wree. «Y los visitantes no se pueden quedar más de una hora», agrega. Wree les da tortas y sopas sabrosas hechas por ella.
En tanto, la isla del verdadero Robinson, Alexander Selkirk, sigue rodeada de misterio hasta hoy en día. Y es que en la isla chilena Más a Tierra – declarada oficialmente en 1966 isla Robinson Crusoe- hay al parecer un enorme tesoro de piratas enterrado con al menos 800 bolsas de oro.
Todo parece indicar que allí, a 700 kilómetros de la costa chilena, le espera al visitante una verdadera aventura. Pero primero, mejor, unas cortas vacaciones en una isla privada.
Por Dörte Nohrden (dpa)