(dpa) – Alguna vez llega el momento: En vez consultar al pediatra que lo acompañó a uno generalmente desde los primeros años de vida, se empieza a ir a un médico clínico normal. Pero, asegura el pediatra Jakob Maske, no existe el momento «óptimo» para hacer ese cambio. «Eso hay que evaluarlo cuidadosamente de manera individual».
En general, los jóvenes dejan de ser tratados por el pediatra cuando cumplen 18 años, ya que desde ese momento la consulta ya no es aceptada por el seguro médico. Claro que en determinados casos los pediatras pueden pedir una prórroga.
Cambiar a un médico para adultos presupone, en general, que el joven paciente es autónomo. «O sea, que él mismo puede recordar las citas o qué medicamento necesita», explica Maske.
Pero eso no es todo: También es importante analizar si las consultas para adultos son apropiadas para un joven. El pediatra es muchas veces quien mejor puede evaluar esto y hacer recomendaciones.
También juegan un papel importante otros factores. «¿Acepta nuevos pacientes el médico? ¿Dónde queda su consultorio?», cita Maske dos ejemplos.
La diabetes es un desafío especial
Sobre todo en el caso de jóvenes con enfermedades crónicas la transición debe prepararse muy bien.
Así, por ejemplo, los pacientes diabéticos en general se enfrentan a dos cambios: el primero es del pediatra al clínico y el segundo del diabetólogo infantil al diabetólogo para adultos.
Mientras que el pediatra es responsable de los chequeos médicos regulares y de las vacunas, para el tratamiento óptimo de la diabetes es necesario un equipo multidisciplinario, explica el diabetólogo infantil Andreas Neu, vicepresidente de la Sociedad Alemana de Diabetes.
El diabetólogo infantil acompaña y asesora en general durante muchos años, desde el inicio de la escolarización pasando por la primera excursión escolar hasta la elección de la profesión. Por eso conoce muy bien al joven paciente.
«La asistencia a pacientes con una enfermedad crónica es sobre todo medicina relacional», explica Neu. Eso se modifica con el cambio del diabetólogo infantil al diabetólogo de adultos.
Ningún cambio abrupto
El cambio de un médico al otro nunca debería hacerse de forma abrupta. Neu recomienda, por ejemplo, hacer una cita de presentación con el diabetólogo de adultos y después volver a comentarla con el diabetólogo infantil.
En muchos casos, demostró ser eficaz mantener una atención en el ámbito de la pediatría hasta la tercera década de vida. «De hecho muchos afectados prefieren un cambio tardío y sobre todo en un momento elegido individualmente».
Para que el nuevo médico se pueda preparar bien para su paciente, debería darse un intercambio de información con el pediatra. «En el caso de enfermedades crónicas graves, el pediatra debería reunir sus informes y ordenarlos en un expediente y adjuntarle una carta», explica Maske. Muchas veces los padres ya tienen un expediente médico de ese tipo: «Entonces basta con comparar las informaciones».
En el caso de jóvenes sin enfermedad crónica, no es necesario confecccionar esta carpeta. «En el caso de jóvenes sanos, todo lo importante estará en su historia clínica y en la cartilla de vacunación», dice Maske.
Apoyo por parte de programas y fundaciones
En los ámbitos en los que se creó una estructura de transición es donde mejor funciona este paso hacia el médico de adultos, asegura Lars Pape de la Sociedad para la Medicina de Transición.
Así, por ejemplo, en el caso de enfermedades cardíacas existen servicios ambulatorios en los que los pacientes pueden ser tratados de forma continuada. En el caso de otras enfermedades, existen fundaciones específicas. Muchas veces además hay estructuras de transición y soluciones locales.
En la capital alemana, Berlín, por ejemplo, existe un programa de transición. Los jóvenes con enfermedades crónicas son apoyados por un gestor durante el cambio de médico y además se llevan adelante conversaciones especiales.
También algunos seguros médicos ofrecen programas para la realización de este cambio del pediatra al clínico general.
Por Pauline Sickmann (dpa)