Bisontes y naturaleza salvaje en el parque polaco de Bieszczady

Foto: Isabelle Modler/dpa

Rzeszow (Polonia) (dpa) – Baja lentamente el hocico para pastar, levanta la mirada, olisquea brevemente el aire y continua comiendo. El cervatillo está en un claro a menos de 200 metros de distancia.

No parece tener miedo a los humanos, incluso aunque se acerquen un poco más. «Se llama Karol», dice un hombre sentado frente a una cabaña de madera cercana que sostiene una navaja en la mano.

«Es un joven ciervo muy manso», asegura Waldemar Witkowski, quien asegura conocer a la madre del animal desde hace años. Cerca, sobre la hierba, hay una esbelta cierva que parece observarnos.

«¡Katerine!», grita Witkowski. El animal se acerca.

El hombre que sostiene una navaja en la mano vive en las proximidades de Solina, en el sureste de Polonia, pero viaja a menudo a su casa de campo cerca de Wetlina, atraído por la vasta naturaleza.

Aquí, en las estribaciones de los Cárpatos, junto a las fronteras de Ucrania y Eslovaquia, se encuentra el Parque Nacional Bieszczady, el mayor de las montañas polacas -con más de 29.000 hectáreas-.

Declarado parque nacional en 1973, forma parte de la Reserva de la biosfera Carpática oriental de la UNESCO desde 1992. Tarnica, el pico más alto de las montañas de Bieszczady se eleva a 1.346 metros de altura.

Witkowski está sentado al aire libre, tallando. Sus gafas reposan sobre su nariz mientras desliza su navaja rápidamente sobre un fragmento de madera de tilo. Pequeñas virutas saltan al suelo mientras el artista crea una figura.

En el inclinado techo de la cabaña hay un letrero con letras rojas en el que puede leerse: «Galeria nad Berehami». Fundada hace años por varios artistas, en esta galería pueden comprarse esculturas, máscaras, pinturas y mapas de la región.

«Claro que hay lobos aquí», afirma Witkowski. La mayoría de las veces los animales se mueven por el bosque como si de sombras se tratara. Además de lobos hay osos pardos, linces, gatos monteses, castores, nutrias e incluso bisontes.

El bisonte europeo fue reintroducido en los bosques polacos en 1963. Los últimos ejemplares en estado salvaje fueran casi exterminados durante la Primera Guerra Mundial. Especie todavía amenazada, se reproduce fructíferamente en Bieszczady.

Para observar a estos grandes mamíferos desde una distancia segura, vale la pena visitar el recinto del parque acondicionado para su reintroducción, donde se los prepara para volver a la naturaleza después de ser sometidos a un examen médico y de implantarles transmisores GPS.

Normalmente el bisonte es un animal tranquilo pero en caso de que los senderistas se encuentren a uno de ellos o a una manada en la naturaleza salvaje «deben de guardar silencio y mantener la distancia», aconseja Kja Hrabal, agente educativo.

Estos enormes mamíferos ayudan a mantener la diversidad de flora y fauna ya que al necesitar mucho alimento mantienen grandes superficies forestales con praderas y pastos.

Parte del parque y áreas colindantes están deshabitadas. Ello se debe a un oscuro capítulo de la historia polaca, la denominada Operación Vístula.

Tras la Segunda Guerra Mundial, la Polonia comunista decidió dejar de tolerar a las minorías étnicas del lugar. Así que en abril de 1947 los militares polacos procedieron a deportar a ucranianos, boicos y lemkos.

Aquéllos que se resistieron se escondieron en los bosques pero los militares les cortaron los suministros y una vez deportados procedieron a quemar muchas de sus casas e iglesias.

Todavía hoy los senderistas pueden encontrarse ocasionalmente con ruinas de cementerios y antiguos asentamientos. En Ulucz, solo una iglesia ortodoxa de madera resistió el fuego.

Los visitantes pueden explorar el paisaje a través de senderos, en bicicleta, en un ferrocarril de vía estrecha de un siglo de antigüedad o a caballo. La región es famosa por sus ponis Hucul, considerados especialmente mansos y seguros. Algunas caballerizas ofrecen paseos en carruaje o campo a través.

Si el nivel del agua del río San lo permite, los visitantes pueden alquilar una canoa y navegar río abajo para disfrutar de las exuberantes vistas verdes del valle.

Al norte, el San desemboca en el embalse de Solina, el mayor de Polonia, en cuyas inmediaciones hay campings, hoteles, instalaciones especializadas en el turismo del bienestar y centros deportivos. Para aquellos interesados en la cultura, la región también vale la pena una visita.

En Sanok, un museo al aire libre presenta la historia de la región fronteriza entre Polonia y Ucrania. La ciudad medieval sobre el idílico valle de San alberga una gran colección de iconos en el museo de un castillo del siglo XVI.

Más al norte, pueden encontrarse muchas iglesias de madera que fueron incorporadas a la lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO en 2003. Una de ellas, ubicada en Haczow cuya construcción data de 1388, es considerada la iglesia gótica de madera más grande de Europa.

Por Isabelle Modler (dpa)