Berlín, 30 jun (dpa) – El mismo año en el que Muro cayó, cuando el canciller se llamaba Helmut Kohl, un par de dj’s berlineses pusieron a bailar a 150 personas bajo la llovizna que caía en la calle más popular de la parte oeste de la ciudad.
Uno de ellos era Dr. Motte, y había registrado oficialmente aquella celebración como una simple manifestación. Era el uno de julio de 1989 y el lema de la misma es hoy legendario: «Paz, alegría, tortitas».
La conocida como Loveparade pasó después a convertirse en un espectáculo de masas. Diez años después, un millón y medio de personas se juntaron allí. Y on ella vino el negocio, y el posterior traslado a la región del Ruhr hasta la tragedia sucedida en 2010 en Duisburgo, donde murieron 21 personas y más de 650 sufrieron heridas.
Desde entonces, la Loveparade ya no existe.
Treinta años después aquellas imágenes de la fiesta berlinesa son un objeto de museo, como pueden observarse en una exposición sobre los años 90 en el museo «Alte Münze», en la propia Berlín.
En ellas se pueden ver la multitud que bailaba pegada. Eran tiempos de ritmos tecno más sencillos y pegadizos, de silbatos, neones, girasoles, zapatos de plataforma, estampados de piel de vaca y pastillas de éxtasis. De manos estiradas en el aire simplemente para bailar, libres de teléfonos con los que subir fotos al Instagram.
Eran años despreocupados en Alemania, en los que Berlín era un parque de atracciones para los ciudadanos del este y el oeste. «La gente del este fue sobre todo la que trajo la energía», cuenta en la exposición DJ Westbam, una leyenda del tecno que hoy tiene 54 años.
En una entrevista con dpa, Dr. Motte recuerda la primera edición de la Loveparade «con mucho entusiasmo», en tiempos en los que la música todavía se escuchaba en casetes. Las drogas no tuvieron nada que ver, asegura: «Solo queríamos demostrar con nuestra música durante el día, pues la noche ya nos pertenecía, que un mundo mejor era posible».
¿Y hoy? «El espíritu de la Loveparade permanece vivo en la cultura de clubes», contesta, nombrando al famoso Berghain o al Holzmarkt.
En los ’90 el Loveparade y sus imágenes de fiesta se convirtieron en todo un símbolo para la juventud que solo se interesaba en pasarlo bien. Personas orinando en medio de la fiesta, montañas de basura en los parques o semejantes estruendos capaces de ahuyentar hasta a los pájaros. Aún así, ¿situaciones de pánico o crisis? Nunca hubo.
La Loveparade perdió su registro como manifestación en 2001, por una decisión del Tribunal Constitucional. El dinero empezó a menguar, tanto que en 2004 y 2005 ni siquiera pudo llegar a celebrarse por falta de patrocinadores.
En el 2006, Dr. Motte se subió por última vez al escenario en el parque de Tiergarten en Berlín. En el 2007 fue trasladado a Essen, y en los últimos años fue organizado por una cadena de gimnasios.
El 24 de julio la Loveparade acabó en catástrofe, debido a un único túnel muy estrecho de entrada y salida. El juicio por la tragedia empezó después de siete años y fueron acusadas diez personas, seis empleados del municipio de Duisburgo y otros cuatro de la empresa Lovepant.
En febrero de 2019 el tribunal regional de Duisburgo dictó el sobreseimiento definitivo a siete de los diez acusados. Otros tres se opusieron a que fuese archivada la causa contra el pago de una multa de unos 10.000 euros (11.000 dólares) y siguen siendo procesados.
Rainer Schaller, jefe de Lovepant y propietario de los derechos del festival, ha asegurado que nunca más habrá una nueva edición. Dr. Motte no se muestra tan rotundo, ya que algunos familiares de las víctimas le han asegurado que él sería el único que podría organizarla en favor de los afectados.
El mítico dj berlinés también sabe que la cuestión está planteándose en la capital alemana, aunque se muestra escéptico. No tiene claro cómo podría financiarse. «Sería bonito si pudiera darse, pero por el momento no lo veo», asegura.
Así que el Loveparade sigue siendo un objeto de culto, un mito. Dio forma a los años posteriores a la caída del Muro, a esa imagen de tolerancia y libertad. «Imagen de marca» como lo denominan en la industria turística.
Pudo haber sido el «Woodstock berlinés», opina el jefe de la empresa turística Visit Berlin, Burkhard Kieker, quien considera que aquella actitud ante la vida todavía está presente en la ciudad, sobre todo por la noche, donde no hay hora de cierre en los bares y discotecas.
«Aquí la noche empieza a las once, y eso ya no se ve tanto en el resto de Europa», argumenta.
Sin embargo, la situación tampoco es sencilla para los clubes. Los alquileres siguen subiendo mientras que los vecinos se quejan por exceso de ruido. El propio Dr. Motte experimentó esto último en una fiesta desalojada por la policía en la que tenía que pinchar.
También el actor y ocasional DJ Lars Eidinger estaba allí. Sobre el episodio escribió en Instagram: «Solo cuando la última fiesta y el último club sean cerrados, sabrán ustedes que Berlín se ha convertido en el pueblo del que han venido».
Por Caroline Bock, dpa
Foto: Wolfgang Kumm/dpa