Madrid, 8 dic (EFE).- Sin teteras parlanchinas, candelabros bailarines ni relojes de péndulo cascarrabias. «La Bella y la Bestia» regresa en su versión más clásica, tal y como la adaptó del cuento popular Jeanne-Marie Leprince de Beaumont, en una nueva edición ilustrada por Nicole Claveloux.
La obra, editada por Libros del Zorro Rojo, presenta una de las traducciones más fieles al original firmada por Gabriel López Guix. Un libro que aborda con inmensos dibujos la historia de la Bella, quien para salvar la vida de su padre se compromete a vivir en un castillo habitado por la horrenda Bestia, que se enamorará de ella y tratará de conquistarla pese a su fealdad.
Los trazos de Claveloux suponen imágenes oscuras en las que en ocasiones destaca una luz radiante, en torno al hermoso rostro de Bella; una colección de dibujos pesadillescos vertebrados en torno a los tenebrosos interiores de la residencia de la lúgubre Bestia que, en palabras del editor Thierry Magnier, «destacan la poesía y la crueldad de la historia».
Pese a que la primera versión de esta historia vino escrita por Gabrielle-Suzanne Villeneuve en 1740, un texto de más de cien páginas lleno de matices y tramas secundarias, fue Beaumont, una maestra de canto, quien perfeccionó la trama hasta convertirla en la fábula de amor verdadero que ha persistido hasta nuestros días.
La trama incluye los elementos más reconocibles de los cuentos clásicos del primer milenio: hermanas malvadas, maldiciones únicamente salvables por el amor verdadero y una atmósfera fría y opresiva, que apuesta por infundir un miedo inicial para que la moraleja final calara mejor en el oyente del relato.
En el caso de «La Bella y la Bestia», tal y como relata Michael Coleman en «Los 10 mejores cuentos de hadas», para las primeras personas que escuchaban la historia, «en especial para las muchachas», significaba mucho más, porque veían en Bella a «la mujer perfecta, hermosa por dentro y por fuera», y en la Bestia al «típico hombre tragón, bebedor, ignorante que eructaba y decía palabrotas, al que estaban atadas».
El cuento aportaba una cierta esperanza a las vidas de estas mujeres, prosigue el autor, quienes contaban que «con la bondad y la paciencia podrían convertir a sus maridos groseros y maleducados en algo parecido a un ser humano».
Gracias a la tradición oral, en la gran mayoría de las versiones del cuento, la Bestia es apenas descrita, de modo que cada uno pueda imaginarse el aspecto del monstruo de la manera más espeluznante posible; si bien los dibujos de Claveloux recogen una bestia con morro de animal salvaje, orejas puntiagudas, piel cubierta de espeso pelo negro y ojos inyectados en fuego.
Pese a todo han sido muchos los que han intentado concretar un aspecto terrorífico estándar y animalesco a la Bestia, que van desde una trompa de elefante a la semblanza de búfalo con capa suntuosa que caracterizó su adaptación a la gran pantalla de la mano de Walt Disney.
Si bien el cuento ya había sido llevado al cine anteriormente varias veces, de la mano de prestigiosos directores como el francés Jean Cocteau, la cinta supuso un hito en la historia del cine, hasta el punto de convertirse en el primer filme de animación nominado a Mejor Película en los Óscar; un premio que finalmente se llevó otro «monstruo», el caníbal Hannibal Lecter.
Sobre esta popular adaptación cinematográfica, Michael Coleman destaca que, para evitar sustos a los más pequeños, el trazado final del monstruo resultó ser «desafortunadamente» apuesto; cuando la Bella le daba el beso final y lo convertía en un príncipe humano, «los niños del público se llevaban una gran decepción, porque preferían a la Bestia».
Samuel Regueira.