Madrid/Toledo, 15 ene (dpa) – Se cumplen cuatro siglos de la muerte de Domenicos Theotocopoulos, uno de los grandes renovadores de la pintura universal. Y Toledo y España rinden tributo sin precedentes a El Greco, que allí pasó casi cuatro décadas de su vida y llegó al culmen de su arte.
Cuando el reloj marque las 20 horas el sábado, medio centenar de campanas toledanas comenzará a repicar. Un concierto aéreo desde 25 campanarios de la monumental ciudad española que abrirá oficialmente el año dedicado al pintor (Candia, Creta 1541-Toledo 1614).
«Es el maestro que más influye en la cultura pictórica del siglo XX», destaca Gregorio Marañón y Bretrán de Lis, presidente de la Fundación El Greco 2014, encargada de la programación en homenaje al pintor: exposiciones, conciertos, congresos y otros eventos en torno al artista renacentista que rompió los moldes del Renacimiento se extenderán hasta diciembre.
«El Griego de Toledo» es el plato fuerte. Una exposición que desde el 14 de marzo y durante tres meses reunirá en el Museo de Santa Cruz de Toledo y otras cinco subsedes de la ciudad 80 obras del pintor llegadas de la grandes pinacotecas del mundo.
«Es la primera exposición sobre él en Toledo y la más importante que se haya hecho nunca», se congratula Marañón. Y es que, sorprendentemente, la ciudad que alberga «El entierro del conde de Orgaz», «El expolio» y otras pinturas que Theotocopoulos pintó allí, jamás antes había organizado una exposición sobre él.
La otra gran muestra del año es la que exhibirá en Madrid el Museo del Prado entre del 24 de junio al 5 de octubre: «El Greco y la pintura moderna», que repasa la influencia del artista manierista de figuras alargadas en Picasso, Kokoschka, Orozco o Pollock.
La pinacoteca madrileña mostrará además entre abril y junio, y en colaboración con la Biblioteca Nacional, libros originales que aún tienen anotaciones del pintor en la exposición «La biblioteca del Greco».
En Toledo, otra muestra de sus pinturas, «El Greco: arte y oficio», servirá de reflexión sobre su proceso de creación entre el 8 de septiembre y el 9 de diciembre. La ciudad será también escenario de actos musicales, danza, discusiones de expertos sobre su figura y una exposición fotográfica comisariada por Elena Ochoa Foster.
La expectativa es que en Toledo entre un millón de visitantes atraído por el centenario, si bien la organización calcula que los que visitarán la exposición central serán entre 250.000 y 300.000.
«Será muy difícil que pueda volver a repetirse algo así», señala Marañón. El 7 de abril, fecha exacta del cuarto aniversario de la muerte del pintor, será día festivo en Toledo y el Réquiem de Cristóbal de Morales recordará al pintor en la catedral. Maestro de la modernidad que transgredió las reglas renacentistas en una búsqueda constante de un universo original y propio, El Greco se instaló en Toledo en el último cuarto del siglo XVI, tras pasar por Venecia y Roma, aprender de Tiziano y estudiar a Miguel Ángel.
En 1577 recibió de la catedral su primer encargo en la ciudad: «El expolio», que los visitantes podrán apreciar ahora en la sacristía en todo su esplendor, después de que lo haya restaurado el Museo del Prado para este cuarto centenario.
El lienzo de Cristo despojándose de su vestiduras sobre el calvario es, junto a «El entierro del conde de Orgaz», una de las máximas obras del artista, que aunque pasó en Toledo 37 años de su vida nunca abandonó su condición de inmigrante, sobre todo porque apenas llegó a hablar español.
El Greco pintó mucho. En su taller se trabajaba de forma casi industrial y aún hoy sigue habiendo muchas dudas sobre qué salió de su pincel y qué fue obra de sus discípulos. En vida fue un pintor cotizado. Pero cuando murió lo hizo doblemente. «Desapareció como referencia artística», explica Marañón.
Denostado y olvidado durante 300 años, solo con la llegada del siglo XIX ocupó el sitio que le correspondía: el de uno de los mayores pintores occidentales de todos los tiempos. Un esplendor que dura ya cien años y que ahora, impulsado por su año, Marañón cree que puede convertirse en un fenómeno social, «un fenómeno ‘El Greco».
Por Sara Barderas