Subasta de la colección Rockefeller: Una maratón de récords

Nueva York, 11 may (dpa) – La subasta de la colección privada de David y Peggy Rockefeller reunió más de 1.500 objetos que Christie’s vendió en Nueva York a lo largo de varios días agotadores: gemelos de oro, floreros japoneses, candelabros, alfombras persas y de lo mejor que se puede conseguir en arte de los siglos XIX y XX: Picasso, Matisse, Gauguin.

Al final toda la colección recaudó 830 millones de dólares (697 millones de euros), el mayor récord de la historia para una subasta de este tipo, por delante de lo recaudado en 2009 por las posesiones del modisto Yves Saint Laurent en París. Es posible que el creador francés tuviese mejor gusto y estilo, pero los fans del banquero estadounidense y del arte que poseía desembolsaron más dinero.

En la sala ya quedaba poca gente cuando salió a subasta una de las decenas de figuras de porcelana. «Un día largo, ¿no?», pregunta una mujer al personal de limpieza, que espera cansado en la zona de los baños.

La última ronda de remate, «Travel and Americana», con máscaras africanas, jarrones chinos y vajilla egipcia de cobre, empieza con dos horas de retraso. «Empecemos así pueden ustedes irse antes del desayuno», dice el subastador.

Sin embargo, la actividad de los en torno a 40 empleados al teléfono muestra el interés que despierta la subasta entre coleccionistas de todas partes, aunque ya sea de madrugada. Hay ofertas desde Oregon, Iowa y Florida, pero también desde Suiza, Italia, Hong Kong, Japón y Corea del Sur. El precio de una fuente con un dragón de la dinastía Ming trepa rápidamente de 500.000 dólares al doble y acaba cambiando de manos por 2,3 millones de dólares (1,9 millones de euros) en medio del aplauso de la sala.

En el caso de ciertos objetos el valor histórico-artístico es incuestionable: como en el servicio de porcelana de 1809 que se llevó al exilio a la isla de Elba Napoleón Bonaparte (1,8 millones de dólares).

O como las extraordinarias pinturas de Pablo Picasso («Fillette à la corbeille fleurie», 115 millones de dólares); Claude Monet («Nymphéas en fleur», 85 millones) y Henri Matisse («Odalisque couchée aux magnolia», 81 millones), vendidas ya el martes.

En otros casos el observador se pregunta qué quiere hacer alguien con un coche de caballos del siglo XIX (225.000 dólares) o con 14 sillas de comedor de caoba (69.000 dólares). O quién paga 300.000 dólares por una mesa auxiliar o un par de soperas con forma de pez de porcelana pintada. La enorme cantidad de vajilla hace pensar en la mudanza más cara de Estados Unidos.

A Christie’s todo esto le es indiferente, al igual que a las instituciones a las que será donado el dinero, como el Museo de Arte Moderno (MoMA), la Universidad de Harvard e instituciones de investigación educativa, médica y agrícola. El último gesto de un hombre que entendía su fortuna también como una herramienta para el bien común.

Hasta los más potentes acaban agotados. Un hombre con aspecto de Oriente Medio ofrece 1,8 millones de dólares por una figura de Buda de bronce recubierto en oro. Un competidor eleva al teléfono la apuesta a 1,9 millones, y cuando la subastadora alza el martillo dejándole unos segundos de reacción al primero para ver si sube la oferta, éste se va. «No», dice. «Estoy cansado, quiero irme a dormir».

Por Johannes Schmitt-Tegge (dpa)