NUEVA YORK (dpa) – Por fuera sigue siendo el superhéroe de siempre, pero por dentro, está congelado. Carlos Res aguanta como puede las gélidas temperaturas de Nueva York mientras posa con los turistas vestido de Spiderman a cambio de unos dólares. Pero la ola de frío polar que estos días azota Estados Unidos hace que los viandantes no saquen las manos de los bolsillos.
«Llevo ropa interior térmica, un suéter y un abrigo, todo debajo del traje de Spiderman, para protegerme del frío. Y además, zapatos de invierno», cuenta Res, que cada diez minutos hace una pausa y busca un lugar donde resguardarse del frío. «Si bajan aún más las temperaturas, me tomaré el resto del día libre.»
La ola de frío ártico que desde el norte y el medio oeste de Estados Unidos se ha extendido a casi todo el país, entumeciendo la vida pública, también hace mella en la metrópolis neoyorkina. Y azota con más fuerza de la que se esperaba. En el plazo de 24 horas, las temperaturas pasaron de unos agradables 12 grados 15 bajo cero, una cifra que jamás había marcado el termómetro un 7 de enero. A ello se suman ráfagas heladoras de viento que hacen descender la sensación térmica a menos 30 grados.
Quien salga a la calle durante apenas media hora sin abrigarse lo suficiente tendrá muchas papeletas para acabar con un buen resfriado o algo peor, advertían las autoridades sanitarias. La secretaría de vivienda instó a los vecinos a quedarse en casa todo el tiempo que sea posible y a prestar atención a los conocidos mayores o enfermos.
Para los más de 50.000 sin techo que viven en la ciudad, entre ellos 22.000 niños, se ha abierto salas donde pueden dormir. Las autoridades han dispuesto el llamado «código azul», que se activa siempre que las temperaturas son inferiores a cero. Éste consiste en el despliegue de casi el doble de autos que patrullan las calles de la ciudad en busca de personas sin hogar, a los que ofrecen algo de comer o intentan convencer para que vayan a una de las salas dispuestas para que puedan refugiarse del frío.
Con todo, lo cierto es que los neoyorkinos están ya acostumbrados a la nieve y las bajas temperaturas, y pese a esta ola de frío la ciudad sigue su ritmo: todos los colegios se mantienen abiertos, el transporte público urbano continúa funcionando -aunque con retrasos- y ninguno de los tres aeropuertos ha cerrado, pese a las muchas cancelaciones de vuelos.
Hassan Hatani, que vende bebida y falafel en un puestecito cerca del Rockefeller Center, preferiría quedarse en casa con estas temperaturas. Pero la decisión es del jefe. «Cuando nieva, a veces se cancela el trabajo porque no podemos transportar nuestros productos al centro. Pero con el frío eso no sucede.»
También Anmkamal Uddin trabaja en la calle pese a las gélidas temperaturas. Este conductor de rickshaw lleva de paseo a los turistas por Central Park, pero con este temporal es difícil convencerlos. Equipado con gorro, bufanda, dos abrigos, ropa interior térmica y botas de goma, bebe a sorbitos té caliente del termo. «Tras un día de trabajo, uno siente el frío en todos los huesos.»
Por Christina Horsten y Laurence Thio
