Semblantes serios y sonrisas forzadas, el G7 incómodo con Putin

putinBruselas, 5 jun (dpa) – Los poderosos del mundo suelen reunirse una vez al año en exclusivos balnearios o apartados clubes de golf. Pero la cumbre del G7 fue esta vez muy distinta, con la gris Bruselas como telón de fondo.

Rusia, que convierte al grupo en G8 desde hace 16 años, fue castigada con la exclusión a causa de la anexión de Crimea. Y por eso el G8 se convirtió en G7 y en vez de en la ciudad rusa de Sochi la reunión se trasladó a Bélgica. El grupo de las naciones más industrializadas del mundo (G7) tuvo que organizar un evento sustitutivo, sin brillo.

A los líderes occidentales se los veía un poco tensos. Sonreían a cámara, pero no lograban transmitir una auténtica calidez. El presidente estadounidense, Barack Obama, saludó sonriente a los fotógrafos al llegar y algunos europeos también. Pero la canciller alemana, Angela Merkel, prefirió evitar cualquier gesto animado.

Los líderes occidentales se perdieron luego en pasillos interminables con alfombras gastadas. Los semblantes permanecieron serios también en torno a la mesa de debate. Y las sillas, cubiertas de tela, al mejor estilo restaurante de moda de Bruselas, no parecían nada cómodas.

El presidente de la Comisión de la UE, José Manuel Durao Barroso, que ya desde 2005 forma parte de estas cumbres, destacó su carácter informal. Eso hace más fácil hablar de los problemas globales, afirmó.

Pero en Bruselas las cosas no parecía fluir espontáneamente como en encuentros anteriores. Barroso y el presidente del Consejo de la UE, Herman Van Rompuy, presionaban a Obama en el saludo con un doble apretón de manos, algo forzado, para que no diera la impresión de que alguno de los anfitriones se quedaba corto.

La declaración final sobre la crisis en Ucrania repite formulaciones del documento final de la UE de hace una semana. Pero el lenguaje utilizado es más claro. «El G7 preservó la unidad», resumía el italiano Matteo Renzi. El florentino aportaba algo de entusiasmo al grupo, hablando y gesticulando.

Los líderes occidentales preparaban reuniones individuales con el jefe del Kremlin, Vladimir Putin, en Francia, al margen de las celebraciones por el Día D. La canciller Merkel, el primer británico David Cameron y el presidente francés, François Hollande, ya tienen citas con el mandatario ruso.

Pero tampoco eso aporta armonía, porque esos encuentros individuales son controvertidos. Obama tiene sus dudas. Pero la declaración conjunta al menos genera un código común para la difícil tarea diplomática por delante en París y Normandía.

«No nos desviaremos de nuestros reclamos», insistía un Hollande de aspecto cansado antes sus oyentes. El 6 de junio no sólo se recordará una guerra, sino debe ser una señal para la paz, reza su credo.

La canciller Merkel se mostró ofensiva en esta cumbre. Fue la primera que la noche del miércoles informó sobre el resultado del debate sobre Ucrania y Rusia.

¿Será que Merkel es en realidad la jefa secreta de esta reunión? Es posible, porque los anfitriones de la UE se muestran reservados. Y durante los dos días no queda muy claro quién maneja las riendas.

De hecho la canciller alemana juega un papel clave en el futuro de estos encuentros. ¿Volverá Rusia a la mesa y el G7 volverá a ser G8? La próxima cumbre, en junio del año que viene, será en Elmau, Baviera. ¿Recibirá Putin una invitación de Berlín? ¿Cuándo se decidirá al respecto? De fuentes gubernamentales alemanas trascendió lapidario: «En 2015».

Por Christian Böhmer