Madrid, 18 nov (dpa) – Mariano Rajoy y su Partido Popular (PP) celebran el miércoles dos años de la victoria electoral que los llevó a La Moncloa tras dos gobiernos socialistas. Pero la situación nada tiene que ver con la de entonces: el jefe del Ejecutivo español y su formación están hundidos en las encuestas por la gestión de la crisis económica y el escándalo de corrupción que salpica a la formación.
Aquella fría noche del 20 de noviembre de 2011, Rajoy salió eufórico al balcón de la sede del PP, en Madrid, para dar las gracias a los simpatizantes y militantes que celebraban en la céntrica calle de Génova la holgada mayoría absoluta que el partido había obtenido en el Parlamento.
Dos años después, la sonrisa que Rajoy exhibía entonces ha desaparecido. «Hemos tenido que tomar muchas decisiones difíciles», reconoció este domingo. «Yo sé que muchas decisiones no le gustan a la gente, incluso a gente que nos dio su voto, pero no había más remedio, porque la alternativa era no hacer nada, y no hemos venido al gobierno a no hacer nada, hemos venido a decidir y a gobernar».
Rajoy ganó las elecciones de 2011 con un 44 por ciento de los votos. Su partido obtendría ahora un 34 por ciento de apoyo, según el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS, estatal). Diez puntos de desplome en dos años, pese a lo que se mantiene alejado en siete del Partido Socialista (PSOE), sumido en una grave crisis que le ha impedido hasta ahora sacar rédito de la situación del PP.
Rajoy tomó las riendas de España en medio de la grave crisis económica cuya gestión, con José Luis Rodríguez Zapatero en el Ejecutivo (2004-2011), le costó al PSOE el gobierno.
Lo hizo con los objetivos de crecimiento y creación de empleo como bandera electoral. Y tras asumir el gobierno en diciembre de 2011 inició una política de reformas, ajustes y recortes, con un aumento de impuestos no contemplado en su programa electoral.
Una política que, unida al drama del desempleo, que ahora se sitúa en el 26 por ciento, generó amplio descontento, también entre los votantes del PP, y lo enfrentó en estos dos años a protestas, manifestaciones y a dos huelgas generales, una de ellas por la polémica reforma laboral que abarató y facilitó el despido.
En el verano (europeo) de 2012 llegó además el rescate bancario, en el que el Eurogrupo concedió a España hasta 100.000 millones de euros -de los que finalmente se utilizaron poco más de 40.000- para salvar de la quiebra a unas entidades lastradas por el estallido de la burbuja inmobiliaria.
Y con la prima de riesgo española disparada por encima de los 600 puntos básicos, Rajoy se enfrentó quizá a su mayor reto en lo económico: el de evitar un rescate total a la economía española, como los que vivieron Grecia, Portugal, Irlanda y Chipre.
Aunque la situación de España sigue sin ser buena, en los últimos meses hubo datos que llevan al gobierno a un discurso optimista. «Ya se ve con claridad que hemos cogido la buena dirección, que la luz se ve al final del túnel», aseguró Rajoy el domingo.
La economía española salió de la recesión en el tercer trimestre de este año, con un tímido crecimiento del 0,1 por ciento. Las exportaciones marchan bien. La prima de riesgo ha caído al entorno de los 240 puntos básicos.
Pero, oposición, sindicatos y organizaciones sociales alertan de un espejismo que no repercute en unos ciudadanos golpeados por el desempleo y los recortes. Y la Unión Europea sigue presionando a España para que cumpla con los límites de deuda y déficit.
En este tiempo, Rajoy y su partido fueron también golpeados por el escándalo de una presunta financiación ilegal de la formación, en el que el ex tesorero del PP Luis Bárcenas aportó supuestas pruebas a la Justicia de la existencia de una contabilidad paralela durante dos décadas y del pago de sobresueldos en negro a miembros de la cúpula, incluido el ahora jefe del Ejecutivo.
El tema está en la Audiencia Nacional y todo hace suponer que seguirá dando quebraderos de cabeza a Rajoy.
En los dos años de mandato que le quedan por delante, el jefe del Ejecutivo tendrá que afrontar también otro problema: el desafío independentista de Cataluña, cuyo gobierno regional pretende celebrar en 2014 una consulta de autodeterminación que Rajoy considera ilegal y fuera de la Constitución.
«No voy a dejar que nadie juegue con la soberanía española», proclamó el domingo el presidente del gobierno. «El futuro de España lo escribiremos entre todos y nadie se va a quedar fuera de las decisiones que nos tocan a todos».
Por Ana Lázaro Verde