Quedarse embarazada supuso una doble alegría para la cantante Pink, ya que además de la emoción que sintió ante la noticia de tener un bebé -Willow, que ahora tiene dos años-, aprovechó su periodo de gestación para atiborrarse de su comida favorita: tarta de queso y alitas de pollo.
«Engordé alrededor de 22 kilos, y me sentía genial. Sabía que en el momento en que me quedara embarazada iba a empezar a comer tarta de queso y alitas de pollo, y eso fue lo que hice. Gané todos y cada uno de esos kilos, pero pensé que iba a ser mucho más fácil perderlos después de tener el bebé», comentó la cantante a la revista Closer.
El desorbitado aumento de peso de la intérprete le impidió retomar rápidamente su carrera en los escenarios, por lo que decidió contratar a las reputadas entrenadoras personales Jeanette Jenkins y Jillian Michaels, así como darse de alta en el servicio de reparto de comida Freshology, que limitó su dieta a 1 300 calorías diarias; una decisión que le ayudó a recuperar su atlética figura y que mantiene parcialmente a día de hoy.
«Ahora entreno cinco días a la semana, una hora y media diaria, a lo que se suma el desgaste que conlleva estar constantemente de gira. Aunque también como mucho. Me encanta comer y beber una copa de vino de vez en cuando, y no dejo que nada me impida disfrutar de mis pequeños placeres», declaró Pink.