Pérez Reverte : “Europa está dirigida por tecnócratas analfabetos”

ANALISIDIGITALBerlín, 5 nov (dpa) – “Europa está dirigida por un grupo de tecnócratas analfabetos, incultos, sin ningún sentido de la realidad. Estamos en manos de irresponsables”, lanza el escritor español Arturo Pérez-Reverte en entrevista con dpa durante su breve paso por Berlín, ciudad que no visitaba desde hacía 28 años.

El autor de “El capitán Alatriste” se pregunta, añorando grandes figuras “cultas, generosas, intrépidas” que orienten a la población, “dónde están los líderes, los grandes nombres. ¿Dónde están los Felipe González, los Adenauer, los políticos con formación, con capacidad intelectual?”

A entender de este hombre tan cordial y sin pelos en la lengua, en la actualidad Europa encumbra a “mediocres y funcionarios” desde su propio sistema educativo, ya que la educación está planteada, bajo la bandera de la supuesta integración, como un aniquilamiento de individuos lúcidos, y priva a la sociedad de “los líderes nobles que tanto necesita”.

El prolífico escritor, que lleva más de veinte novelas publicadas y goza de un excelente éxito tanto en su España natal como en el exterior, descree de “los despertares colectivos” e insiste en que una revolución debe ser liderada por “los mejores”.

Las palabras que le depara a la humanidad no son precisamente de aliento: “El ser humano, en general, es un animal eminentemente estúpido, que no sólo no aprende colectivamente de sus errores, sino que además se aferra a la idea de crisis como accidente”, del que espera recuperarse.

Ya en una reciente entrevista, el autor de “El Asedio” insistió en que las sociedades no hacen más que aguardar el paso de la crisis para revivir exactamente los mismos mecanismos hipotecarios y espejismos que derivaron en su ocaso.

Con una mirada política que muchos tildan de pesimista y otros de realista, el ex corresponsal de guerra y actual miembro de la Real Academia Española va más allá y asegura que el mundo occidental “está sentenciado”.

“Occidente había creado una especie de burbuja de felicidad, de bienestar social, absolutamente ficticia, irreal, falsa. Y la realidad ha vuelto a golpear y ha demostrado que vivíamos en un mundo quimérico. Esta crisis podría haber sido una lección, pero me temo que no. Vendrá otro mundo. Los chinos, los árabes, lo que sea, pero nuestro mundo, mi biblioteca, el universo de Platón, de Dante, de Cervantes, de Montesquieu, está sentenciado”, asegura sin dramatismos.

Pese a la aparente desesperanza, su próximo libro, “El francotirador paciente”, estará dedicado a un arte subversivo, a un arte que se define a través de su ilegalidad: el graffiti, no entendido como la estrategia de marketing personal de un artista –tal es la crítica que circula en el medio cuando se trata del célebre Bansky- sino como “forma incruenta de terrorismo urbano”, como “herramienta que puede servir de portadora de ideologías”, comenta, sin querer adelantar más sobre la novela, que será publicada a finales de noviembre.

En el graffiti, explica, “cada artista plasma su mensaje”. Y su ejercicio es netamente ilegal.

¿Pone su mirada en esta práctica anónima como intento por reivindicar la sublevación de individuos marginados, después de la “claudicación” de movimientos masivos como el 15-M? ¿Queda algo por rescatar, por escribir, ante el presagio de algo que en sus palabras suena tan parecido a un eterno retorno de revoluciones truncadas?

Sí. Pero para el escritor la importancia no reside en escribir sobre la Historia. Sus obras (“La reina del sur”, “El pintor de batallas”) están más bien centradas en “un terreno netamente personal” y dedicadas a “ir consolidando las partes de ese territorio”.

Pérez-Reverte confiesa que cree escribir “desde hace 30 años la misma novela. Es una novela sobre mi territorio. Cada una es una manifestación, un desarrollo de una parte de ese territorio. Es como una casa con distintas habitaciones. Una sirve para dormir, otra para ducharse, otra para descansar. Mis novelas van consolidando un territorio personal que es el mundo que a mí me interesa, resultado de una vida larga, de viajes, de libros leídos, de cosas vividas, con la mirada que esa vida me ha dejado”, describe.

Añade, seguro y sin escandalizarse por el paso del tiempo: “Es bueno envejecer comprendiendo. Lo más triste es envejecer sin comprender”.

A sus 62 años y sin ceder ni en locuacidad ni en presencia, este hombre de mirada atenta sorprende al anunciar que se encuentra en lo que entiende como su “última etapa”.

“Lo que buscan ahora mis personajes es la serenidad, quizás porque yo la busco personalmente. Es la etapa de ordenar los armarios, de poner las cosas en su sitio, de comprender. Estoy en la fase de ordenar el mundo antes de irme.”

Por Florencia Martin