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  • Llego la hora de los smartwatches

    Helfer am Handgelenk - Die Stunde der Smartwatch hat geschlagenPor Dirk Averesch (dpa) – En realidad, no fue tan mala la idea de ponerse un reloj de pulsera. Girar la muñeca va más rápido y es más discreto que sacar un reloj de bolsillo del chaleco o un smartphone del bolsillo del pantalón. Por esto, en el pasado hubo un intento tras otro de dar a los relojes más funciones que la de indicar la hora. El éxito fue modesto, evalúa el instituto estadounidense de investigación del mercado ABI: «Tenían un aspecto feo, eran demasiado grandes, su funcionalidad era mala o la pila se agotaba demasiado pronto». Ahora, sin embargo, una nueva generación de smartwatches (relojes inteligentes) está causando sensación. Los nuevos modelos tienen un gran potencial, aunque todavía no funcionan a pleno rendimiento.

    Los smartwatches se conectan por Bluetooth al smartphone o a la tableta, en los que tiene que estar instalada una aplicación del fabricante del reloj. Los relojes inteligentes muestran las llamadas y los mensajes SMS, y parcialmente también los nombres y los números de las personas que han llamado, así como citas y compromisos o actualizaciones como el tiempo o datos de apps de terceros que sean  compatibles. Algunos de esos smarthwatches también tienen un kit manos libres, controlan un reproductor de música y un sistema de navegación en el celular o se conectan con apps deportivas. El usuario decide si la hora se indica de forma digital o analógica. Al fin y al cabo, la indicación de la hora sigue siendo el elemento medular del smartwatch. «Para ver la hora bajo ‘aspectos de usabilidad’, el smarthphone supuso un retroceso en comparación con el reloj de pulsera», dice la experta en medios Cornelia Kelber.

    Los smartwatches forman parte de una tendencia superior conocida como «wearable computing». De forma discreta, esta tecnología ayuda y asiste a la persona que la lleva o en el cuerpo o bajo la ropa, mide sus actividades y le da información. A esta categoría pertenecen tanto las pulseras fitness como las gafas de Google, por ejemplo. «Sin embargo, llevar un aparato en la muñeca es otra cosa que dejar controlar el campo visual por un aparato», dice Kelber. «De momento parece que el favorito entre los inventos de «wearable computing» va a ser el smartwatch.

    La ola de los smartwatches comenzó con la invención del Pebble, un reloj inteligente resistente al agua con una pantalla en blanco y negro de papel electrónico de 1,26 pulgadas para iOS y Android. Otros modelos en blanco y negro con un display que ahorra mucha energía son, por ejemplo, el Metawatch, que cuesta como mínimo 100 euros (129 dólares), el Agent o el Sonostar, que todavía se encuentra en fase de desarrollo.

    El Pebble pertenece al grupo de smartwatches que pretenden ser, sobre todo, un apéndice del smartphone. A esta categoría pertenecen también los smartwatches de Sony. La empresa japonesa ya ha anunciado la segunda generación de su smartwatch compatible con Android, para la que ya existen muchas apps. El SW2, que se pondrá a la venta en el tercer trimestre de 2013 a un precio de 199 euros (256 dólares), tiene una pantalla táctil de colores LCD de 1,6 pulgadas a prueba de salpicaduras y cuenta con una rápida conexión por NFC.

    Otro smartwatch resistente al agua con un mecanismo de reloj analógico es el Cookoo para iPhone (130 euros o 167 dólares). Este reloj indica los mensajes o los recordatorios sólo con iconos en la esfera. Un botón para libre asignación puede poner en marcha la cámara del celular, por ejemplo. Los modelos del fabricante Martian para Android son igualmente analógicos y tienen una pantalla empotrada de una sola línea. Entienden comandos de voz y funcionan como celular manos libres. Cuestan entre 190 y 230 euros (entre 244 y 296 dólares).

    Todavía en fase de desarrollo está el Kreyos Meteor, que por medio de diversos sensores también podrá reaccionar a gestos, para aceptar una llamada con un movimiento del brazo en el manos libres integrado, por ejemplo (Android, iOS y Windows Phone). Costará entre 77 y 130 euros (entre 99 y 167 dólares). El I’m Watch para Android e iOS, que cuesta 300 euros (386 dólares), también tiene un kit de manos libres. Tiene una bocina incorporada, pero «la calidad de voz es miserable» y la batería sólo dura un día, sentenció la revista alemana de computación «c’t».

    El Leikr, que se acerca a un reloj deportivo, con una pantalla de colores de dos pulgadas, se distingue por su GPS y mapas OpenStreet (OMS). Su precio es de 300 euros (386 dólares). El WearlT, con una pantalla de colores de 1,54 pulgadas, GPS, WLAN y varios sensores, aún está en fase de desarrollo y va dirigido a un amplio grupo de usuarios.

    Una categoría más pequeña de smartwatches que pretenden sustituir al celular con un módulo de telefonía móvil, incluye, entre otros, al Simvalley PW, de 80 euros (103 dólares), con una pantalla de colores de 1,54 pulgadas y módulo GSM, o el Neptune Pine, con una pantalla de colores de 2,4 pulgadas, una cámara de cinco megapíxeles y UMTS. El fabricante asegura que en este smartphone funciona cualquier aplicación Android. Cuesta previo encargo 245 euros (316 dólares).

    Sin embargo, la experta Kelber no cree en el éxito de los smartphones totalmente autónomos: «El uso activo, es decir, hacer llamadas y escribir mensajes, requiere de una interfaz diferente, desde luego». Aquí ha mostrado su utilidad el smartphone con una pantalla táctil grande. «Este avance no lo quieren perder los usuarios».

    La revista «c’t» sometió a prueba los cinco smartwatches arriba citados y reconoció que sus propuestas son «interesantes», pero consideró que ninguno de ellos es «totalmente convincente». Las pequeñas empresas se han adelantado. Ahora les toca a las grandes, como Apple, Google, LG o Samsung, trabajar en el desarrollo de smartwatches. El instituto de investigación ABI ya pronostica para 2013 la venta de 1,2 millones de smatwatches en todo el mundo.

  • Consejos para formatear discos duros de Windows para Mac.

    internetDPA – A los propietarios de un Mac les puede pasar que su computadora no pueda funcionar con determinados discos duros externos. Esto se debe al formato de archivo.

    Posiblemente la unidad haya sido formateada en Windows con el sistema de archivos NTFS, que puede leer el sistema operativo OS X de Apple, pero no puede introducir datos. Es estos casos, lo único que se puede hacer es formatear nuevamente el disco duro externo en el formato FAT32.

    Esto se puede hacer tanto con OS X como con Windows, pero es más fácil a través del sistema de Mac. Sin embargo, en este caso se borrarán todos los datos existentes en el disco.

    Por esto, los usuarios deberían previamente hacer un backup.

  • La fusión entre empresas, clave para la expansión de las impresoras 3D

    3 D Printer auf dem Earth Day in New YorkPor Andrei Sokolov y Daniel Schnettler (dpa) – Actualmente, la fantasía no tiene límites cuando se trata de las perspectivas que ofrece la impresión tridimensional (3D). Los analistas del mercado auguran que pronto podremos imprimir en casa repuestos de aparatos domésticos o muebles en vez de tener que buscar esas piezas en tiendas o en Internet. Entonces, tampoco sería necesario seguir recibiendo por correo juguetes y artículos de decoración, por ejemplo. Y para el futuro lejano ya se está pensando en sacar de la impresora 3D comida u órganos artificiales. Hace poco causó revuelo en Estados Unidos la impresión de una pistola con la que se pueden efectuar disparos.

    Hasta ahora, estas visiones de futuro aún están lejos de la vida cotidiana. Es cierto que la impresión en 3D ya existe desde hace algún tiempo, pero esta revolución en un principio ha quedado limitada a la industria principalmente. Trátese de componentes para automóviles, piezas de aviones, aparatos médicos o artículos de consumo como zapatos de deporte o taladros, los prototipos de diseño, que antes se hacían a mano, salen hoy generalmente de la impresora 3D.

    La empresa pionera MakerBot se había fijado un objetivo ambicioso: democratizar la impresión 3D. Desde que se fundó en 2009, esta empresa neoyorquina ha comercializado aparatos más sencillos, que a diferencia de las carísimas máquinas industriales sólo cuestan unos miles de dólares y que se pueden poner en el escritorio de casa. Con poco más de 22.000 aparatos, la cantidad de impresoras que MakerBot ha vendido hasta la fecha puede parecer modesta. Sin embargo, últimamente las ventas han crecido rápidamente y también un gigante industrial como Ford ha mostrado en un vIdeo cómo sale de una impresora MakerBot una pieza de la palanca de mando del coche.

    Quizás a partir de ese momento el líder del mercado, Stratasys, comenzó a tener en la mira a MakerBot, con la que se hizo hace unos días pagando 403 millones de dólares (307 millones de euros). Stratasys es el líder de mercado indiscutido en el sector de la impresión 3D para fines industriales. Las grandes máquinas están siendo usadas por fabricantes de coches y constructores de aviones. Un punto fuerte de Stratasys son los materiales que usa. Sus impresoras pueden trabajar con diferentes tipos de termoplástico que no sólo son robustos, sino que también tienen la misma calidad que los productos posteriormente fabricados en serie. Además, detalles peculiares como la unión entre materiales compactos y flexibles deja de ser un problema. Y la precisión cumple con los rigurosos estándares industriales.

    MakerBot, sin embargo, juega en otra división. Actualmente, los fabricantes de las impresoras también están comercializando la materia prima correspondiente y, en este aspecto, la diferencia de precios entre los dos actores es extrema: MakerBot vende el plástico para sus aparatos por 48 dólares (37 euros) el kilo, mientras que Stratasys pide cinco veces más.

    Sin embargo, para los entusiasmados de la impresión 3D el acuerdo de fusión abre una perspectiva interesante: Stratasys ahora está en condiciones de utilizar la marca MakerBot para llevar paulatinamente sus innovaciones tecnológicas a precios atractivos al mercado de masas.

    El acuerdo va a «acelerar el crecimiento y la expansión mundial de la impresión 3D», aseguró en una entrevista el director ejecutivo de MakerBot, Bre Pettis. Un tesoro potencial es también Thingiverse, la comunidad online en la que se encuentran unos 90.000 ficheros digitales de usuarios.

    Y en el mercado de masas para la impresión 3D podrían surgir nuevos competidores, por ejemplo la empresa Shapeways, que tiene un concepto diferente del de MakerBot: los consumidores pueden mandar imprimir sus diseños sin tener que comprar un aparato. En abril, en una nueva ronda de financiación, Shapeways reunió de conocidos inversores en tecnología 30 millones de dólares (23 millones de euros) para desarrollar este negocio de forma independiente.