Sevilla, 3 jul (EFE).- El novillero pacense José Garrido ha obtenido el único trofeo de una noche que había despertado una gran expectación al ser una reedición del triunfal mano a mano con Borja Jiménez de hace apenas un mes, en el que ambos salieron por la Puerta del Príncipe.
FICHA DEL FESTEJO.- Novillos de Fuente Ymbro, correctamente presentados. El primero resulto noble y enclasado aunque falto de fuelle; rajado el segundo; soso y corretón el tercero; áspero y bruto el cuarto; rebrincado y manso el quinto; el sexto resultó temperamental
- Borja Jiménez, silencio tras aviso, silencio y silencio tras aviso.
- José Garrido, ovación, silencio tras aviso y oreja.
- En cuadrillas, brilló «El Fini» con los palos y el picador Sergio Molina.
- La plaza tuvo tres cuartos de entrada en noche fresca y agradable.
ESTA VEZ NO PUDO SER
Cuando salió el cuarto no habían pasado demasiadas cosas en el esperado mano a mano, que se había iniciado con la portagayola de Jiménez y un intenso tercio de quites en el que los dos contendientes midieron sus fuerzas.
Borja había encontrado un colaborador enclasado y de condición noble al que instrumentó una faena de buen tono y trazo correcto a la que, seguramente, le faltó esa alegría interior que fue su mejor talismán, la fachada más valiosa del pasado 1 de junio. El mal manejo de la espada escamotearon cualquier posibilidad de premio.
Tampoco iba a ser con el tercero, un utrero alocado y corretón que no se centró en ninguna fase de la lidia. El joven novillero de Espartinas echó toda la carne en el asador pero el trasteo ni podía ni fue a ninguna parte.
En ese punto del festejo había interesado mucho más el excelente concepto capotero de José Garrido, que templó con cadencia y personalidad al segundo. No hubo mucho más.
La engañosa movilidad de ese novillo sólo era el certificado de su condición mansa y aunque la labor del novillero pacense no estuvo exenta de buenos planteamientos el trasteo transcurrió sin demasiadas cimas antes de que el animal se rajara.
Y en esas estábamos cuando salió el cuarto, que volvió a permitir a Garrido su buen corte capotero. Poco a poco, de menos a más, fue fluyendo el toreo de Garrido, que tuvo que sortear las protestas y la violencia sorda de ese astado que también se movió, pero con muy poca clase.
Es verdad que la faena no tuvo brillo pero sí hay que anotarle el mérito de sortear tantas dificultades y el defecto de alargar en demasía su labor.
Borja volvió a engrasar todos los pistones con el quinto en una labor que brindó a Espartaco. El trasteo comenzó por bajo y siguió por redondos pero el novillo, rebrincado y distraído, deslucía los embroques de los muletazos.
El joven espada no se arredró y lo metió en la canasta en una serie honda que, por fin, arrancó la música que hasta entonces había permanecido muda. Jiménez permaneció muy firme a pesar de las asperezas del novillo, que tenía un fondo manso que acabó evidenciando. La espada tampoco funcionó pronto ni bien.
Sólo quedaba el sexto, que alcanzó sin consecuencias a Acevedo y se movió con importancia. Garrido lo entendió en una labor de ritmo creciente, dicha en los medios, que fue ganando en calidad y cadencia a la vez que avanzaba su metraje.
No hubo el mismo entendimiento por el lado izquierdo y la faena ya no recuperó el mismo tono pero los ayudados finales y el espadazo validaron el único trofeo de la noche.
Álvaro R. Del Moral