Washington, 19 ene (dpa) – El mundo sigue mirando con fascinación al presidente de Estados Unidos, Barak Obama, que mañana lunes cumple cinco años en el cargo. Sobre todo en el extranjero, las expectativas en el carismático líder siguen siendo grandes, aunque sus críticos lo acusan de exceso de pragmatismo y falta de decisión.
El hombre que aquel 20 de enero de 2009 llegó a la presidencia de los Estados Unidos augurando esperanza y cambio prometió en su discurso del pasado viernes poner límites al controvertido espionaje de la Agencia Nacional de Seguridad (NSA), pero tras sus palabras enseguida cundió el desencanto. Y es que Obama criticó en 2007 al gobierno de su predecesor George G. Bush por ponderar equivocadamente «entre la libertad que valoramos y la seguridad que pedimos», pero después no volvió a cuestionar la constitucionalidad del espionaje masivo.
Y esa forma de actuar se ha convertido casi en un modelo durante sus cinco años en la presidencia: a un argumento le sigue un contraargumento; a una de cal, otra de arena. Así, mientras por un lado destaca la importancia de la esfera privada como uno de los valores más preciados de la democracia, por otro lado considera que «Estados Unidos, al ser la única superpotencia del mundo, tiene obligaciones especiales» en la lucha contra el terrorismo que requieren medidas excepcionales.
Mientras prohíbe la tortura de sospechosos de terrorismo, continúa los bombardeos con aviones no tripulados.
Y es que Obama parece haber aprendido que no puede parar la violencia con sus discursos, sino que «tiene la responsabilidad de proteger Estados Unidos», afirma un comentarista conservador en televisión. Los activistas de derechos humanos consideran que Obama es un sobre todo un hombre de grandes palabras, como cuando el año pasado dijo que ya no llevaría a cabo una «guerra global contra el terrorismo sin límites». Desde entonces, sólo esas palabras parecen eliminadas de su vocabulario, pero no ha tomado medidas al respecto.
Es cierto que puso fin a las guerras de Irak y Afganistán, pero también lo es que financieramente no tenía alternativa. Y es que el leitmotiv de la política de Obama parece ser un pragmatismo cada vez mayor. «No soy especialmente ideológico», dijo una vez, algo que decepcionó a muchos seguidores que esperaban que Obama arriesgara algo cuando en aquella mágica noche electoral en Chicago en noviembre de 2008 gritó: «Ha llegado el cambio a América» y cuando en la noche de su reelección volvió a proclamar: «Lo mejor está por venir.
En lugar de eso, Obama parece reaccionar sólo a remolque de los acontecimientos, algo que parece no gusta a los estadounidenses, pues ahora cuenta con una popularidad del 42 por ciento de la población. En Washington se le critica por haberse convertido en un funcionario sin capacidad de acción: tan combativo al inicio de su segundo mandato y tan humilde hoy en día. «El presidente de Estados Unidos no es el gran emperador del mundo, sino sólo un hombre», dijo en una entrevista con la televisión alemana ZDF.
El optimismo cada vez menor no sorprende y es que en un año ha protagonizado muchos fracasos: no logró endurecer la ley de armas, su reforma de la inmigración -quizá su última oportunidad de dejar una herencia política en el país- está atascada en un dividido Congreso, el comienzo de la reforma sanitaria estuvo plagado de tropiezos y, en el plano internacional, se vio obligado a dar marcha atrás en su amenaza de atacar Siria.
Tampoco ha logrado mucho en Cercano Oriente, Guantánamo sigue ahí y la disputa financiera con los republicanos escaló hasta provocar un cierre forzado de la administración que sólo pudo solucionarse con un presupuesto sin ideas. Después, el escándalo de la NSA le llevó a una crisis de confianza con sus socio internacionales y muchos se preguntan si aún podrá hacer algo hasta las elecciones al Congreso de noviembre.
Pero también es cierto que los críticos suelen olvidar sus éxitos: bajo su liderazgo el país ha superado la crisis económica más grave en ocho décadas y su lucha contra el terrorismo terminó en la muerte del enemigo número uno Osama bin Laden. Con Rusia cerró un nuevo acuerdo de desarme Start y su reforma sanitaria es la mayor ley social desde hace mucho tiempo en la historia del país.
Sin contar con la apertura social que se está dando en el país: cada vez más estados permiten el matrimonio homosexual, legalizan la marihuana o luchan por la protección medioambiental y de los consumidores y por una mayor igualdad para las mujeres. Obama ha trabajado contra las desigualdades económicas y se posiciona a favor del ciudadano de a pie. Y en ese aspecto siempre dejó claro que nunca se rendiría. Incluso si el Congreso le deja de ayudar, aseguró: «entonces lo haré yo solo».
Por Marco Mierke