Río de Janeiro, 27 nov (dpa) – Considerado el mejor lateral izquierdo del siglo XX por la FIFA, el ex futbolista brasileño Nilton Reis dos Santos fue un habilidoso defensor fiel a la tradición ofensiva de la «canarinha».
El ex lateral izquierdo de la selección, que murió hoy a los 88 años a raíz de una infección respiratoria, quedará en la historia por sus títulos Mundiales en Suecia 1958 y Chile 1962, pero también era conocido como «La Enciclopedia del Fútbol», por el refinado arte con el que practicaba un deporte que amaba.
Santos, que padecía el mal de Alzheimer desde 2008 y residía desde entonces en una clínica, fue siempre fiel a su único club: el Botafogo.
Nacido el 16 de mayo de 1925 en el seno de una familia de escasos recursos en la Ilha do Governador, en Río de Janeiro, Santos vistió la camiseta del Botafogo durante 16 años, entre 1948 y 1964, y el cual, en su honor, puso su nombre al estadio y fijó la fecha de su nacimiento como el «Día del Botafogo».
Como virtuoso de la zaga, Santos se ganó un lugar entre los cinco mejores defensas latinoamericanos de la historia, según la Federación Internacional de Historia y Estadística del Fútbol (IFFHS), honor que comparte con leyendas como el chileno Elías Figueroa, el uruguayo José Nasazzi, el peruano Héctor Chumpitaz y el argentino Daniel Passarella.
Pero más allá de haber sido reconocido por la FIFA en 1998 como el mejor lateral izquierdo del siglo, Santos «patentó» lo que se dio en llamar la función de «defensa de ataque», debido a sus inesperados arranques, que lo llevaban a atravesar el campo de juego con el balón en los pies, eludir defensas adversarias como cualquier atacante y anotar goles históricos.
El más recordado es el que anotó ante Austria, en el debut de Brasil en el Mundial del 58′, y lo colocó, sin vuelta, en un lugar privilegiado en la historia del fútbol.
También le hizo un lugar imborrable en la memoria del entonces técnico brasileño Vicente Feola, quien al verlo abandonar su sector en la zaga y arremeter campo arriba con el balón en los pies, sólo atinaba a gritar, en completo desespero «¡Vuelve, Nilton!». Pero Nilton no escuchó las súplicas, siguió atacando por la izquierda y selló el 2-0 de la victoria «canarinha».
El ataque, de hecho, fue la función que hubiera preferido ejercer tanto en el «Bota», con en el que debutó junto al plantel profesional en marzo de 1948, como en la selección nacional, pero sus 1,84 metros de altura hicieron que los sucesivos técnicos que lo dirigieron lo confinaran a la retaguardia del equipo.
«Siempre me gustó atacar, pero lo hacía con cuidado, porque si el equipo sufriera un gol en ese momento yo iría a parar a la horca», recuerda en su libro de memorias.
Considerado por el «rey» Pelé, en 2004, como uno de los mejores 125 jugadores vivos de la historia, Santos comenzó a dar muestras de excepcionalidad a los 14 años, cuando llamaba la atención por su destreza con la pelota jugando, en la punta izquierda del equipo, en la categoría de adultos del Flexeiras, club del humilde barrio en el que nació y se crió.
Las carencias económicas que padecía su familia, con su padre pescador y su madre portera de una escuela, lo llevaron a abandonar el fútbol y los estudios para emplearse como camarero.
Su reencuentro con la pelota fue en 1945, cuando como recluta de la Aeronáutica lideraba el equipo de fútbol del cuartel, donde jugaba con el número 10.
Fue en esos partidos de fútbol aficionado que llamó la atención de uno de los comandantes, el mayor Honorio, que lo presentó al Botafogo, club en el que el ex soldado brilló con su «defensa ofensiva» y saltó a las categorías mayores sin haber pasado por las
juveniles.
Fue en 1957, cuando conquistó junto al «Bota» uno de los cuatro títulos del Campeonato Carioca de su historia, que Santos fue apodado «Enciclopedia del Fútbol» por el locutor radial Waldir Amaral, quien dio en el blanco con un alias que fue inmediatamente adoptado por todos los que admiraban su destreza, refinamiento y «elegancia» dentro de la cancha y con un balón en los pies.
Además de los títulos cariocas alcanzados en 1948, 1957, 1961 y 1962, Santos se alzó junto al «Bota» con los campeonatos Rio-Sao Paulo en 1962 y 1964. Junto a la «canarinha» obtuvo, además de los dos Mundiales, la Copa América de 1949 y el Panamericano de 1952.
Jugador disciplinado y raramente amonestado, Santos de definía a sí mismo con simpleza.
«Soy un tipo que sólo jugó al fútbol en un club, terminé mi carrera con cuatro meniscos, lo que prueba que tenía un buen equilibrio. Soy muy feliz porque tengo la conciencia tranquila. Cuando tengo sueño, me duermo en cinco minutos. Mi religión es no hacer mal a nadie y, si puedo, ayudo al prójimo», expresó en uno de los tramos de su autobiografía titulada «Mi balón, mi vida».
Tras abandonar el Botafogo en 1965, antes de que acabara su contrato a raíz de algunas posiciones del club que lo molestaron, Santos se dedicó a trabajar en proyectos de educación en la periferia de Río, enseñando a jugar al fútbol a niños pobres y dirigiendo algunos equipos menores.
Casado en dos oportunidades y padre de dos hijos, Santos nunca dejó de declararse, siempre que pudo, a su «gran amor»: la pelota.
«Es mi vida. Fue quien me dio todo. Nunca me traicionó, nunca me pegó en la canilla. Siempre me obedeció. Mi pelota es mi vida», confesó dándole título al libro que resume su vida.
Por Ana María Pomi