Náufrago mexicano pidió a su familia no preocuparse, dice Alvarenga

5958389wSan Salvador, 18 feb (EFE).- El salvadoreño José Salvador Alvarenga relató hoy que su compañero mexicano de pesca, Ezequiel Córdova, quien murió tras naufragar ambos en 2012, pidió antes de fallecer «perdón a Dios» y a su familia que no se preocupara.

«Él le pidió perdón a Dios» y dejó dicho a sus familiares que «no se preocupen por él», dijo Alvarenga en rueda de prensa horas después de abandonar el hospital donde estuvo en recuperación una semana al volver a El Salvador tras su odisea en el Pacífico.

Con anterioridad, en el momento de la salida del hospital, dijo: «No quiero recordar eso», cuando los periodistas le pidieron que contara la experiencia.

El náufrago mexicano «todo el tiempo le pedía perdón a Dios», añadió el superviviente salvadoreño, quien reafirmó que Córdova murió «de hambre» y de «sed», tal como él dijo en sus primeras manifestaciones tras su rescate en las Islas Marshall, en el Pacífico Sur.

«No, él murió» unos cuatro meses después de que quedaran a la deriva, y luego el salvadoreño arrojó su cadáver el mar, insistió Alvarenga, cuando periodistas le preguntaron sobre un posible acto de canibalismo.

El náufrago salvadoreño, cansado y nervioso, respondió con frases cortas o a veces con una sola palabra en la conferencia de prensa, celebrada en un hotel de San Salvador donde se aloja con su familia tras salir del hospital.

El 20 de noviembre de 2012, Alvarenga y Córdova salieron de la costa de Chiapas (México) a pescar tiburones en una lancha de siete metros y fibra de vidrio.

Los problemas comenzaron cuando «se me arruinó el motor» en medio del «mal tiempo; no pude salir» de las dificultades, relató hoy el salvadoreño.

Pero «siempre tuve fe que iba a vivir, pidiéndole a Dios todos los días, todas las noches; nunca perdí la fe que algún día iba a salir» de esa situación, añadió.

Reiteró que sobrevivió al beber la sangre de tortugas cuando le faltaba agua de lluvia que acumulaba en la lancha, y al comer los quelonios, aves y peces que atrapaba con las manos.

Alvarenga insistió en que varios barcos que pasaron cerca no le ayudaron a pesar de que él les hizo señales de auxilio.

«Adiós (…), no hubo rescate (…), no quiero recordar esos momentos», expresó el superviviente, de 37 años, y agregó que dedicaba mucho tiempo a «orarle a Dios».

«Dios sabe» que es cierto, afirmó Alvarenga, señalando hacia el cielo, ante comentarios de los periodistas relativos a que hay gente que duda de su travesía a la deriva durante unos 13 meses.

Apuntó que se sintió «feliz» cuando por fin llegó a tierra, el 30 de enero pasado, a un remoto atolón de las Islas Marshall, donde los lugareños lo rescataron e informaron a las autoridades.

Se declaró «feliz por haber regresado» a El Salvador, lo que hizo el 11 de febrero, cuando fue internado para su recuperación en el hospital estatal San Rafael, de Santa Tecla (centro).

Asimismo, afirmó que no quiere volver al mar porque «le tengo miedo», reiteró, e igualmente negó que haya vendido la exclusiva de su historia a un canal de televisión estadounidense, como se asegura en medios locales y redes sociales en El Salvador.

Los padres del náufrago, José Ricardo Orellana y María Julia Alvarenga, quienes le acompañaron en la conferencia de prensa, reafirmaron su agradecimiento a Dios por haberlo mantenido con vida.

«Bendito sea Dios, Dios me lo cuidó», expresó Orellana, mientras que la madre manifestó: «nos sentimos bien porque nuestro hijo ha nacido de nuevo».