Melbourne, 24 ene (dpa) – El español Rafael Nadal quedó hoy a un paso de sumar un nuevo título de Grand Slam al derrotar al suizo Roger Federer 7-6 (7-4), 6-3 y 6-3 para avanzar a la final del Abierto de tenis de Australia, en la que se enfrentará el domingo a otro helvético, Stanislas Wawrinka.
«Jugar con Roger siempre es una sensación muy especial. Es un gran campeón y para mí es un gran honor estar jugando con él», dijo Nadal en una fría y ventosa noche en Melbourne que le dio un triunfo de resonancias históricas.
El español venció a Wawrinka las 12 veces que lo enfrentó. Tanta es su superioridad sobre él, que ni siquiera le cedió un set. Así, la victoria en la final de Australia parece probable para Nadal. Si así fuera, el número uno del mundo sumará su décimo cuarto título de Grand Slam para igualar al estadounidense Pete Sampras y, más importante, quedar a tres del récord de 17 de Federer.
Cinco años menor que el suizo, Nadal tendría temporadas suficientes para recortar esa diferencia y superar la marca de Federer, que en agosto cumplirá 33 años.
La de hoy fue la victoria número 23 de Nadal en 33 partidos con Federer, y si se atiende a otros datos, no hubo razón para sorprenderse.
El suizo no vence al español en un Grand Slam desde la final de Wimbledon 2007, y jamás lo derrotó sobre cemento en uno de los grandes. Cuatro veces campeón de Australia, Federer no gana un Grand Slam desde Wimbledon 2012. Nadal, que no estuvo en Australia hace un año y regresó al tenis en febrero de 2013 tras siete meses ausente por una doble lesión de rodilla, jugó cuatro grandes desde entonces: ganó dos y mañana buscará el tercero.
Aunque Federer haya perdido las últimas cinco veces que enfrentó a Nadal, cada vez que se miden el público se emociona. Por eso hoy, antes de que empezara el partido una salva de aplausos, primero, y una ovación, luego, bajaron de las gradas. Es un clásico del tenis, quizás ya no por la incertidumbre en cuanto al resultado, pero sí por contraste de estilos y personalidades.
«Federer es un artista, Nadal, un guerrero», resumió hoy a dpa la ex número uno del mundo Chris Evert, presente en el palco principal del estadio junto a otros grandes como Pete Sampras o Rod Laver.
El artista intentó todo en un primer set que se extendió por 59 minutos y se resolvió en un tie break de 10. Fue el mejor momento del partido, una hora en la que se vio el contraste de estilos, con un Federer tomando con frecuencia la red y jugando largo y paciente.
No estuvo lejos el suizo de llevarse ese set por 6-4. Con Nadal sacando 5-4 abajo y 30-30, Federer se jugó una derecha paralela. Era adecuado forzar el punto, pero el tiro se le fue por un metro.
El tie break vio adelantarse al español 4-1, y aunque el suizo se acerco a 4-5, la diferencia era demasiado amplia: revés largo de Federer y 7-4 para Nadal.
La táctica del suizo, observado impasible por su co-entrenador Stefan Edberg en la tribuna, se había desdibujado en los últimos minutos. Por imposibilidad o por impotencia había dejado de tomar la red, enfrascado en intensos peloteos desde el fondo con un rival capaz de devolver mil y un tiros.
Peor aún: Nadal se llevó el primer juego del segundo set con un drop pegado en forma heterodoxa con su revés a dos manos. Le hizo señas de perdón a su rival y se fue a la silla para ser atendido por el médico.
«¡Oooooooh!», gritó el estadio cuando la pantalla gigante ofreció un primer plano de la a esa altura ya famosísima ampolla, un círculo rojo sanguinolento en la mano izquierda, la que usa para sostener la raqueta.
Federer, cansado de esperar, se fue a estirar y hacer movimientos en la cancha para no enfriarse en la desapacible noche del verano australiano. La ampolla le dolerá o no a Nadal, pero ni esa mano magullada le serviría para sacar ventaja al suizo.
«El primer set fue duro», resumió Nadal. «Él trató de jugar muy agresivo, tomando la pelota temprano, pegando duro. Insistí mucho al revés y con tiros paralelos. Creo que hoy jugué mi mejor partido del torneo, estoy muy feliz por eso».
El suizo jugó dando todo, intentando ser preciso, agresivo, inteligente y no perder la concentración. Sin embargo, todo eso parece insuficiente para el ex número uno, que desde el fondo de la cancha no tiene ni la consistencia, ni la potencia, ni los ángulos, ni la intensidad del ocho veces campeón de Roland Garros.
Y así se fue el partido, así de lejos vio pasar la final Federer. Una final en la que, paradójicamente, un suizo -otro- probará hasta dónde es capaz de llegar Nadal.