Madrid, 10 abr (dpa) – Considerada una de las últimas grandes divas del mundo de la ópera, la soprano española Montserrat Caballé cumple el jueves 85 años resuelta a seguir hasta último momento la mítica carrera que construyó en base a una voz y un carisma inigualables.
«Yo pienso morirme en los escenarios», dijo en 2014 al diario «El País» en una de las pocas entrevistas que concede, desmintiendo así que los problemas -no solo de salud- fuesen a interrumpir su carrera.
Una caída hace pocos años le redujo considerablemente la movilidad y la obligó a pasar la mayor parte del tiempo en silla de ruedas, pero Caballé siguió actuando sentada. Tampoco importa que su voz no sea la de antes: la soprano celebrará sus 85 ofreciendo actuaciones en Kiev.
Caballé es reconocida en todo el mundo por su espectacular técnica vocal y sus interpretaciones del repertorio belcantista (óperas de Bellini, Donizetti y Rossini), en el que empezó a especializarse ya a principios de los años 60.
Su dilatada carrera incluye miles de actuaciones encarnando cerca de 90 roles diferentes, lo que la convierte en una de las cantantes más activas en la historia de la ópera.
«Se ha olvidado mucho el hacer de la ópera y la magia de la ópera en nuestro país», lamentó el año pasado echando la vista atrás y marcando la diferencia con la actualidad, donde se hace mucho «con vistas al aplauso y al éxito».
La mirada nostálgica de Caballé al pasado no sorprende tras una vida de novela. Los padres de la niña nacida en 1933 en Barcelona perdieron todo en la Guerra Civil (1936-1939). «Pasamos hambre», recordaba la soprano.
Pronto tuvo que dejar la escuela para ayudar a llevar comida a casa. Pero su talento era ya reconocible y encontró tiempo para para ir al conservatorio con la ayuda de mecenas y ofrecer sus primeras actuaciones.
A mediados de los 50, los problemas económicos hicieron que la familia emigrara a Suiza en busca de trabajo, y fue en Basilea donde Caballé debutó oficialmente en 1956. Pronto pasó a actuar en Alemania y a sumar admiradores gracias a varias grabaciones.
El salto definitivo a la fama tuvo lugar en 1965, cuando brilló como parte del segundo elenco en el rol protagónico en «Lucrezia Borgia», de Donizetti, en el Carnegie Hall de Nueva York. El impacto fue tal que la ópera Metropolitan la contrató de inmediato.
Un segundo hito llegó en 1992: su interpretación de la canción «Barcelona» escrita especialmente para ella para los Juegos Olímpicos de ese año en la ciudad la convirtió en un personaje popular más allá del universo operístico.
La canción también contaba con Freddie Mercury, ídolo del grupo de rock Queen. «En la entrada de la ópera de Viena esperaban jóvenes que querían un autógrafo y decían: ¡Usted es la mujer que actuó con Freddie Mercury!», recordaba con humor la cantante.
Caballé no escapó nunca a colaborar en otros géneros. Ya de joven actuó junto a Frank Sinatra y a lo largo de su carrera con figuras tan eclécticas como Vangelis, Barbra Streisand o el grupo español Mecano.
En octubre de 2012 sufrió un ictus durante una actuación en Rusia y al caer inconsciente se fracturó el húmero. Llevaba ya tiempo con problemas para resistir largas óperas y comenzaba a centrarse en ofrecer conciertos.
La salud no fue su única fuente de disgustos. En diciembre de 2015, fue condenada a seis meses de prisión por evasión fiscal y a pagar una multa de casi 250.000 euros (más de 300.000 dólares).
Pero la vertiginosa vida de «la Caballé», casada desde hace más de 50 años con el tenor retirado Bernabé Martí, no cambió nunca su carácter afectuoso, algo retraído y con los pies en la tierra.
Vista por muchos como la sucesora de su buena amiga María Callas tras su muerte en 1977, Caballé se negó siempre a asumir ese papel. «No soy una diva», comentó hace pocos años. «Ya me dirá qué tengo yo de diva. ¡Es ridículo!»
Por Emilio Rappold (dpa)