Migrantes de paso por México: La pesadilla americana

6221506wIxtepec (México), 13 jun (dpa) – Francisco está agotado. Tiene los brazos arañados, la ropa mojada y además ya no le queda dinero. Desde hace cuatro días está en camino: viajó en autobús desde San Salvador a Guatemala, llegó hasta la frontera mexicana con dos amigos atravesando el monte y luego cruzó un río nadando.

Como miles de centroamericanos este salvadoreño de 24 años quiere ir a Estados Unidos, pero la travesía hacia la supuesta tierra prometida a través de México es larga y peligrosa.

«En la frontera los de Migración nos persiguieron y en Chiapas un policía federal me quitó mis últimos 500 pesos. Ahora no tengo nada», contó a la agencia dpa.

La tragedia de los migrantes ha sido reflejada en documentales y películas como «La Jaula de Oro» del español Diego Quemada-Diez, reciente ganadora del Premio Ariel de la academia mexicana de cine.

Con sus amigos Emerson y Ernesto, Francisco ha llegado al albergue Hermanos en el Camino de Ixtepec, en el estado de Oaxaca, en el sur de México. Ahí les dan techo por un par de días, comida, pueden lavarse la ropa y reunir fuerzas para seguir viaje.

La casa de Ixtepec fue fundada en 2007 por el sacerdote católico Alejandro Solalinde. Unas 1.200 personas acuden al mes en busca de refugio, y en las diferentes rutas que recorren los migrantes por México hay albergues similares.

«Antes la mayoría se iba a Estados Unidos escapando de la pobreza en sus países de origen. Ahora muchos también escapan de la violencia», dice Jessica Cárdenas, trabajadora del albergue.

Pandillas brutales han convertido a países centroamericanos en un verdadero campo de batalla. Con 90,4 asesinatos cada 100.000 habitantes, Honduras está catalogado como el país más peligroso del mundo por la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC, por sus siglas en inglés).

El Salvador también sufre el terror de las maras, Guatemala tiene clans familiares dedicados al crimen y en México el grupo de Los Zetas o el Cártel del Golfo siembran miedo entre los migrantes, con secuestros y extorsiones.

En busca de una vida mejor los migrantes atraviesan el infierno. Muchos se suben al tren de carga conocido como «La Bestia» y a veces caen a las vías al subirse o bajar del ferrocarril en marcha. Hace unas semanas cerca de Ixtepec un niño perdió un pie.

Además, el trayecto ferroviario es controlado por bandas o cárteles de las drogas. Asaltos, secuestros, violaciones y asesinatos están a la orden del día. «El american dream’ se ha convertido en una pesadilla», dice Francisco.

En agosto de 2010 fueron asesinados 72 inmigrantes, la mayoría centroamericanos, en un rancho del estado de Tamaulipas, en el noreste de México. Y en 2011 se encontraron en el mismo municipio fosas comunes con cerca de 200 cuerpos. Las matanzas fueron obra de Los Zetas, según las autoridades.

Casi todas las semanas las fuerzas de seguridad liberan a migrantes, secuestrados por los cárteles para exigir a sus familias el pago de un rescate. A veces son 20, otras 30 o 40 personas después de meses de cautiverio.

No se sabe cuántos inmigrantes caen en las garras de las organizaciones criminales porque las víctimas temen denunciar. Están en México de manera ilegal y les preocupa ser deportadas. Además la policía con frecuencia es cómplice de los criminales.

Francisco pensaba viajar por México en autobús hasta la frontera. Es más cómodo y más seguro aunque también con el riesgo de ser descubierto en un control carretero. Pero se ha quedado sin dinero. No tiene más remedio que montar «La Bestia». Su objetivo es encontrar trabajo en el sector de la construcción en Los Ángeles y apoyar a su familia.

Desde hace rato no son únicamente los más pobres los que quieren probar suerte en Estados Unidos. El viaje por sí mismo implica un gasto, incluso de miles de dólares, cuando se contrata a un «pollero» o traficante de personas.

«Yo iba a la universidad cuando mi sobrina se enfermó de gravedad», relata Francisco. «Para pagar el tratamiento trabajé como asistente de un abogado». Le pagaban menos de ocho dólares al día. «En El Salvador sólo se puede conseguir un buen trabajo teniendo contactos», dice.

Para Emerson este es el segundo intento de llegar a Estados Unidos. Hace un año y medio viajó con «La Bestia» desde Chiapas hasta Veracruz y de ahí a Tamaulipas. Su viaje terminó poco antes de llegar a la frontera.

«Me secuestraron hombres armados. Me retuvieron más o menos un mes en una casa hasta que mi familia les pagó 1.000 dólares de rescate», relata. Y aun así decidió volver a intentarlo. «En El Salvador no hay nada para mí: sólo desempleo y violencia».

La migración no sólo impacta a las familias, sino a países enteros, y cada migrante evidencia el fracaso de los gobiernos de la región en generar mejores condiciones de vida.

La gente sale a «buscar en otras sociedades lo que su propia sociedad no le puede proveer, que es un buen sistema educativo, un buen sistema de salud y oportunidades de empleo para tener vivienda digna y una posibilidad de desarrollo individual y familiar», dijo el ex comisionado nacional de los Derechos Humanos de Honduras Ramón Custodio.

Por Denis Düttmann