Madrid, 1 jun (EFE).- Suelen ser falsas alarmas y la espectacular intervención queda, afortunadamente, en nada. Pero ante una sustancia sospechosa, con posible riesgo nuclear, radiológico, biológico o químico, es mejor prevenir que curar y se activa un férreo protocolo que incluye un baño de descontaminación.
No hay que alarmarse, pero sí obedecer las indicaciones que den los policías, sanitarios o bomberos de las unidades NRBQ, vestidos con trajes herméticos, algunos con sistemas de respiración autónomos que irremediablemente recuerdan a los de los astronautas.
El procedimiento depende del riesgo, ya que nada tiene que ver una agresión a una persona con ácido con un escape nuclear o, como ocurrió esta semana en la sede de Amnistía Internacional, con la recepción de un sobre que podía contener ántrax o alguna otra sustancia peligrosa.
En una hora se aisló la zona y se descontaminó a 54 personas -34 trabajadores de la ONG y veinte policías, bomberos y sanitarios- en sendos «túneles» de gran tamaño de Samur -para los ciudadanos- y bomberos del Ayuntamiento de Madrid -para los intervinientes-.
Estos dos cuerpos cuentan, al igual que la Policía y la Guardia Civil, con equipos especiales ante riesgos nucleares, radiológicos, biológicos o químicos (NRBQ).
Son 80 los especialistas en esta materia del Samur, aunque todos sus miembros tienen formación básica para enfrentarse a una situación así, al igual que los bomberos, que cuentan con 140 profesionales del parque noveno.
Intervenciones como la del lunes, con aislamiento, trajes herméticos y zonas cerradas de descontaminación, no son habituales, y de hecho los bomberos hacen unas cinco al año y el Samur alguna menos.
Pero los especialistas NRBQ de bomberos suman unas 300 intervenciones al año y el Samur cerca de cien, con casos menos espectaculares pero a veces más peligrosos, como ataques con sustancias irritantes a mujeres, según relatan a Efe Juan José Giménez Mediavilla, jefe de división de Procesos Especiales del Samur, y Enrique Martínez Pavón, responsable de la Unidad NRBQ de bomberos del Ayuntamiento de Madrid.
La situación del pasado lunes es similar a la vivida en otras ocasiones en algunas embajadas e instituciones ubicadas en Madrid: llega un sobre o paquete que parece sospechoso, los Tédax valoran la situación y deciden, preventivamente, activar el protocolo NRBQ antes de retirar la sustancia sospechosa para su análisis.
Se aisla la zona «caliente», en la que los bomberos controlan la entrada y salida de personas y se prepara una línea de descontaminación para los ciudadanos expuestos al peligro (de Samur) y otra para los profesionales que trabajan en la zona (de bomberos).
Un equipo -el rojo- se encargó de desvestir a los trabajadores de Amnistía Internacional antes de entrar al túnel de descontaminación: otro -el naranja- de ducharlos con agua, para arrastrar la sustancia nociva, y un tercero -el blanco- de secarlos, vestirlos con un traje de protección y depositar sus ropas en contenedores.
Luego los facultativos valoraron a los ciudadanos, por si sufrían algún síntoma, mientras los bomberos descontaminaban a los profesionales que han intervenido en la zona.
Este proceso impresiona y puede inquietar a los posibles afectados, por lo que «es fundamental explicar bien lo que va a pasar, y así no hay tensión ni nervios», según Juan José Giménez, que subraya que «en ninguna descontaminación, ni siquiera con químicos, que causan dolor, nos han puesto problemas, porque tenemos una población muy madura en emergencias, más de lo que pensamos».
«Igual somos un poco exagerados, pero lo prefiero», afirma el responsable del Samur al referirse al despliegue del pasado lunes, que resume: «NRBQ es coordinación sobre coordinación, coordinación y más coordinación».
En la misma línea, el responsable de NRBQ de bomberos recalca que «prima la seguridad por encima de todo» y subraya que la coordinación entre ambos servicios municipales y con la Policía Nacional ha mejorado mucho, con protocolos conjuntos en los que cada uno tiene delimitado su trabajo y todos colaboran.
Ambos cuerpos hacen prácticas conjuntas mensualmente y además los bomberos «se entrenan y forman mucho para tener ajustada la intervención al máximo y para que sea lo más cómoda posible, dentro de lo cómodo que se puede estar dentro de un traje así», que tienen equipos de respiración autónomos, al menos tres guantes de protección e incluso ordenadores en su interior.
«Hay una clara mejoría, ya que cuando empezamos a trabajar éramos tres atmósferas claras -Samur, bomberos y Policía-, pero el roce hace el cariño y la experiencia más todavía. Hemos entendido que esto es de todos y tenemos que ir juntos», apunta Giménez Mediavilla.
Por Fran Gallego
