Aunque la estrella del pop disfruta actualmente de una sólida relación sentimental con el diseñador de interiores Daniel Terán, con el que convive desde hace casi medio año, ni la felicidad del amor es capaz de animar a Marta Sánchez a deleitar a su pareja iniciándose en el mundo de la cocina, ya que es una tarea que nunca le ha entusiasmado y que se limita a poner en práctica solo cuando no le queda más remedio. Tal es su aversión a los fogones, que la cantante española asegura sin miramientos que no se considera «un buen partido» para quien ocupe su corazón.
«No soy muy buen partido, más bien al contrario, ya que las cosas de casa se me dan muy mal. Por ejemplo, no me gusta cocinar y cuando lo hago todo lo que preparo me sale fatal. Solo me gusta ocuparme de la cocina poniendo en práctica los menús que me salen bien y que hago a la perfección», confesó Marta en una entrevista con la revista Algente.
La dejadez de la artista gallega en el aspecto gastronómico tampoco se compensa con su sentido de la organización, por lo que la diva de la música no duda en considerarse «un desastre» en la convivencia diaria al dejar todas sus pertenencias repartidas caóticamente por toda la casa. No obstante, Marta asegura también que con frecuencia sufre ataques de responsabilidad que la llevan a limpiar a fondo todos los rincones de su vivienda, a pesar de que esa precisión que despliega con la fregona no es capaz de aplicarla a la labor de planchar sus prendas.
«Soy bastante desordenada y lo voy dejando todo tirado, aunque también es cierto que el día que me da por hacer limpieza puedo dejarlo todo tan brillante como el oro. En cuanto a otras tareas, reconozco que a la hora de planchar soy capaz de dejar cuatro rayas en los pantalones. Vamos, que soy un auténtico desastre», bromeó la famosa vocalista.
A pesar de sus ligeros defectos a la hora de gestionar su vida diaria, Marta Sánchez revela que su vida nunca ha sido ajena a los trabajos manuales que definieron sus primeros años de juventud, cuando todavía se preparaba para cumplir su sueño de debutar en el mundo de la música. Para sobrevivir en un ambiente económico definido por la precariedad, la intérprete pasaba interminables horas trabajando en una peluquería que, al menos, le brindaba los recursos necesarios para superar cada día y le ayudó a forjar un grupo de amigos incondicionales con los que sigue manteniendo una estrecha relación.
«Mi primer trabajo fue en una peluquería lavando cabezas. Fue una época muy feliz para mí, la verdad, una etapa que recuerdo con mucho cariño. Aquella pandilla de amigos con los que me lo pasaba genial pese a no tener ni independencia económica ni personal. Lo peor de esos tiempos era la necesidad de llegar a casa antes de las 11 de la noche», recordó con un punto de nostalgia.