(dpa) – Shadagopalan Chandrasekaran posa la mirada sobre su arrozal con preocupación. El campo fue siempre el medio de vida de este agricultor del distrito septentrional de Kilinochchi, en Sri Lanka, y ni siquiera las repetidas turbulencias políticas y económicas del país cambiaron eso.
Pero cuando el Estado prohibió la importación de fertilizantes químicos el año pasado por falta de divisas, este hombre de 60 años, al igual que otros innumerables agricultores del país, sufrió pérdidas devastadoras en sus cosechas. «Nuestra producción de arroz se redujo en más de un 40 por ciento», señala.
Si bien esta prohibición ya fue eliminada, los expertos advierten que la situación de los agricultores y, con ello, la provisión de la población del Estado insular con alimentos está en riesgo. «Nuestra crisis aún no ha terminado», se queja el agricultor Chandrasekaran.
Este país de 22 millones de habitantes, y altamente endeudado, vive su peor crisis económica desde su independencia en 1948. Casi 6,3 millones de personas, o tres de cada diez hogares, están amenazados por la inseguridad alimentaria y necesitan ayuda, según advirtió hace poco el Programa Mundial de Alimentos (PMA). La situación es tan seria que más de la mitad de las familias afectadas comen hoy menos o bien comen alimentos menos nutritivos, en algunos casos suprimen incluso comidas enteras.
Los problemas económicos de este país al sur de India, fuertemente dependiente de las importaciones, comenzaron antes de la pandemia de coronavirus, entre otras cosas por proyectos de infraestructura financiados con deuda y recortes fiscales que privaron al Estado de ingresos que necesitaba urgentemente. Luego, la pandemia afectó a la industria del turismo y con ello una importante fuente de divisas.
Para contrarrestar la falta de divisas, el Gobierno prohibió la importación de fertilizantes artificiales e instó a los agricultores a emplear fertilizantes biológicos. Debido a que las cosechas fueron menores, Sri Lanka, que hasta entonces podía autoabastecerse con arroz, se vio obligada a importar este importante alimento, lo cual no hizo más que agudizar la falta de divisas. Si bien el Gobierno eliminó la prohibición sobre los fertilizantes en noviembre, el daño infligido puso en riesgo la producción de alimentos.
El nuevo presidente, Ranil Wickremesinghe, está preocupado por el abastecimiento de la población. Fue nombrado por el Parlamento hace poco, después de que su antecesor, Gotabaya Rajapaksa, huyera temporalmente al extranjero después de meses de protestas. Este mes comienza la nueva siembra, pero para algunos agricultores es demasiado tarde. «Nos aseguraron que tendremos fertilizante suficiente, pero algunos agricultores entre tanto se retiraron de la agricultura, dado que los costos de la producción aumentan», describe Chandrasekaran la situación.
No solo se vieron afectados quienes cultivan arroz, sino también quienes producen verduras. «Los precios de las verduras se dispararon en los últimos meses, dado que muchos agricultores se vieron perjudicados por la crisis de fertilizantes y se vieron obligados a renunciar al cultivo en la última temporada. Muchos se decidieron por otros trabajos», señala el agricultor Sarath Nandasiri, de 48 años, de Welimada.
T. B. Sarath, de la asociación de agricultores, explica que a esto se suma la falta de combustibles. Muchos agricultores no pudieron recoger sus cosechas, ya afectadas por la crisis de los fertilizantes, porque les faltaba combustible para las máquinas cosechadoras. «Esperamos que el Gobierno nos proporcione abono y combustible para arar los campos y preparar la próxima temporada» que comienza en estas semanas, señala.
«Estamos muy preocupados por los efectos que la actual crisis económica y política puede tener sobre las personas de Sri Lanka», indicó el embajador de Noruega hace poco. Su país aportó al PMA unos 500.000 dólares para paliar la crisis. Según dijo, la escasez de alimentos y los precios en aumento tienen efectos negativos sobre todo en los niños y las mujeres del país.
Por Lars Nicolaysen y Anthony David (dpa)