MIAMI (dpa) – Allí donde el recuerdo no llega, sirve la ficción. Así afronta sus memorias el escritor chileno Jorge Edwards, que ya está en proceso de escribir el segundo de los tres tomos tras acercarse primero a su niñez e infancia, una labor de recuerdo a veces placentera, a veces dolorosa.
Entre lo placentero, los encuentros en París con Mario Vargas Llosa y Julio Cortázar que revelará en la segunda parte de la trilogía. Para recrear el ambiente de la época, ha leído sus obras de entonces. Entre lo doloroso, el episodio de pedofilia sufrido con un cura jesuíta que narra sin odio pero con crudeza en «Los Círculos Morados».
«A veces recordar es doloroso, complicado», dijo a dpa Edwards en Miami, donde participó en la Feria Internacional del Libro. «He contado una cosa de pedofilia con un cura jesuíta, naturalmente no era muy fácil. Lo había contado a amigos, pero no lo había escrito», agregó con la discreción con la que lo cuenta en el libro, alejado de sensacionalismos para vender más volúmenes.
«¿Cómo voy a hacer unas memorias sobre ese periodo y no contarlo?», se preguntó cuando decidió poner el yo encima de mesa, ser protagonista de esa literatura personal, de memorias, de confesiones que Montaigne y Rousseau llamaron «literatura del yo»
Una vez decidido a contarlo, quedaba el otro gran paso: ¿Cómo? «Lo hice sin demagogia, sin tratar de vender más libros, de forma bastante discreta, breve, pero lo hice de forma bien completa y directa», señaló.
De eso ha pasado mucho tiempo, apuntó este escritor de 82 años, sin querer darle más importancia que al resto de anécdotas y sucesos de su vida y su crecimiento en una familia burguesa. «Es tan lejano que lo hago sin rencor, no soy una persona muy rencorosa, no me dura demasiado», dijo el chileno, que quiere dejar de ser embajador en París, donde reside, donde trabajó con Pablo Neruda -al que acompañó en el hospital en sus últimos días- y donde trabó relación con Vargas Llosa y Cortázar, entre otros.
La memoria no siempre tiene largo alcance, por lo que el Premio Cervantes de 1999 tiene que recurrir a la ficción.
«Al escribir memorias de épocas muy pasadas, porque escribí de mi infancia, que pasó hace mucho rato, hice ficción en cierto modo, porque la memoria no era completa. Recuerdo un episodio y digo: ‘Yo supongo que esto fue así. Recuerdo esto de tal manera y quizás me equivoco’».
Para retroceder 70 años, el chileno también regresa a los libros que leyó cuando era un adolescente para volver a sentir esa atmósfera, para que regresen las imágenes.
«Flashes» de cómo un muchacho tímido impuso finalmente su voluntad de ser escritor en una familia acomodada de empresarios y banqueros que no frecuentaron nunca los antros de Santiago donde Edwards confirmó su vocación literaria mientras bebía el vino malo que le dejaba en las comisuras de los labios los «círculos morados» que dan título al primer volumen de la autobiografía.
«Es un tono narrativo en el que hay elementos de ficción, en el que lo importante es el lenguaje; no es un lenguaje de información y científico, es un lenguaje poético», aseguró Edwards, que dejó el proceso de recuerdo a un lado durante año y medio para completar su próxima novela, «Retrato de María». En ella narra la historia de una familiar lejana que aprovechó su trabajo de enfermera en un hospital del París ocupado por los nazis para salvar la vida de bebés judíos.
París y Santiago son las ciudades de Edwards como no lo fue La Habana, donde fue embajador nombrado por Salvador Allende. No duró mucho, ya que tuvo que salir al criticar los modos estalinistas de Fidel Castro, lo que reflejó en «Persona Non Grata» (1973).
«Raúl (Castro) trata de hace algo. Raúl sabe que hay que hacer algo, pero el peso de Fidel se siente aún muy fuerte, a pesar de estar enfermo y retirado. Lo que me pregunto es qué va a pasar después y no sé», afirmó Edwards, pendiente del futuro de Cuba.
Edwards entona el «nosotros» cuando habla de la derecha chilena, pero apoya a la socialista Michelle Bachelet, gran favorita para ser de nuevo presidenta, y asegura que siempre votó izquierda. Trató de socavar la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990) desde dentro. A pesar de sus diferencias ideológicas, mantuvo una relación casi paternal con Neruda.
«Los conceptos izquierda y derecha hoy en día son muy resbalosos, hay que pensar en una persona moderna que tenga sentido de la justicia, de la igualdad, y listo», dijo esquivando ideologías con un sentido práctico que no tenía cuando era joven y desafío a su familia para dedicarse a la literatura.
Por Daniel García Marco