ROMA (dpa) – Cinco horas necesitaron los médicos para quitar la bala de la columna vertebral del hincha del Napoli Ciro Esposito, baleado antes de la final de la Copa Italia ante la Fiorentina. Pero nadie sabe cuánto le llevará al fútbol italiano acabar con la violencia.
La «Copa de la vergüenza», como fue calificada por la prensa italiana la final que ganó 3-1 el Napoli en el Estadio Olímpico de Roma, dejó un saldo de tres heridos de bala y otras siete personas con lesiones menores.
Y si bien la policía detuvo a Daniele De Santis, un «ultra» de la Roma sospechado de haber efectuado los disparos, la lucha contra la violencia aún tiene un largo camino por delante.
Las luces de alarma no sólo se encendieron por lo ocurrido en las afueras del Estadio Olímpico, sino también adentro, y bajo la mirada del primer ministro, Matteo Renzi; el presidente del Senado, Pietro Grasso, y el jefe del Comité Olímpico Italiano, Giovanni Malago.
Ellos, al igual que otros 70.000 espectadores, debieron esperar 45 minutos para que comenzara el partido y ser testigos de una insólita negociación.
Acompañado de una escolta policial, el capitán del Napoli, Marek Hamsik, debió dirigirse en persona a las tribunas y convencer a sus enfurecidos hinchas de que ningún simpatizante del equipo había sido asesinado y pedirles que permitieran comenzar el encuentro.
En la curva norte del Estadio Olímpico, el centro de poder de los «ultras», se encontraba Gennaro De Tommaso, más conocido como «Genny ‘a carogna» («Genny el carroña»).
En medio del ruido ensordecedor de los petardos y colgado en lo más alto de una puerta junto a otro líder, «Genny» fue quien posibilitó el inicio del partido tras dar su acuerdo.
Para algunos lo ocurrido fue una respuesta diplomática a una situación de tensión, pero otros advirtieron sobre la creciente influencia del líder de los «ultras».
Durante el partido, De Tommaso exhibió en su camiseta negra un mensaje en letras amarillas que pedía por la «libertad de los ultras» y la «libertad de (Antonino) Speziale», un hincha que se encuentra en prisión por el asesinato de un policía en 2007 durante un enfrentamiento entre seguidores del Catania y el Palermo.
Según advierte la policía, «Genny» es el hijo de Ciro De Tommaso, un miembro de la mafia napolitana de La Camorra, además de ser líder de todo un sector de la hinchada en el estadio de San Paolo.
La policía niega que los disparos contra los aficionados del Napoli hayan estado relacionados con el fútbol, pero se sabe que los seguidores de la Roma mantienen una fuerte rivalidad con el equipo del sur de Italia.
Y muchos se preguntan qué hubiera ocurrido si la bala hubiera matado a Esposito. Hace diez años, en el mismo estadio, un grupo de «hooligans» forzó la suspensión del encuentro entre Roma y Lazio debido a los falsos rumores que se esparcieron sobre la muerte de un niño en unos enfrentamientos. De Santis, acusado de ser el autor de los balazos en la final de la Copa Italia, estaba entonces en el campo de juego negociando con los jugadores de la Roma.
«Ver a ese individuo mandando desde las tribunas demuestra la debilidad del Estado», criticó Marina Grasso, la viuda del policía asesinado en Catania en 2007.
«Y nadie dijo nada sobre esa camiseta con el nombre del asesino. Fue una vergüenza. Es injusto tener que tolerar estas cosas», añadió.
El ministro del Interior, Angelino Alfano, Renzi y otras autoridades del gobierno italiano se comunicaron luego con la viuda, que recibió numerosas muestras de solidaridad, y aseguraron que tomarán nuevas medidas.
Se esperan ahora severas medidas contra los «ultras», pero también reina la desconfianza, ya que en el pasado también se realizaron anuncios similares tras episodios de violencia.
Las leyes italianas contemplan la prohibición de ingresar a los estadios, pero el diario «La Repubblica» publicó recientemente una lista de líderes que pueden presenciar los partidos pese a las condenas y a las denuncias por asociación con el crimen organizado.
«¿Recién ahora nos damos cuenta que el crimen y La Camorra tienen influencia en la hinchada del Napoli y otros clubes?», escribió Roberto Saviano, un periodista napolitano que debe vivir con custodia policial.
Saviano aseguró que «Genny» es poco más que un chivo expiatorio y apuntó directamente contra Giancarlo Abete, el presidente de la Federación Italiana de Fútbol (FIGC), que presenció el partido en un sector VIP.
«Este señor asumió en 2007, dos meses después de la muerte de (el policía) Filippo Raciti (en Catania)», escribió Saviano. «Siete años pasaron desde entonces, una eternidad. Nada cambió y lo que vimos el sábado es el estado comatoso del deporte más importante de Italia. ¿Necesitamos un presidente de la FIGC si este es el resultado?», añadió el periodista. La violencia es, por ahora, un problema sin solución a la vista en el fútbol italiano.
Por Alberto Cagliano